El duelo por la pérdida de un ser querido se transforma en un riesgo tangible para la salud y la supervivencia: quienes arrastran el dolor durante años tienen un 88% más de probabilidades de morir en la década siguiente.
Las personas que sufren un duelo intenso y prolongado por un ser querido tienen más de riesgo de morir en una década que quienes presentan un proceso de duelo menos intenso, según un estudio realizado en Dinamarca y publicado en la revista Frontiers in Public Health.
Los investigadores siguieron durante diez años la evolución de 1.735 personas que habían perdido a un familiar, observando cómo cambiaban sus emociones y comportamientos con el paso del tiempo.
Este enfoque les permitió descubrir que el duelo no es un proceso homogéneo ni predecible: cada persona sigue un camino propio, con altibajos, estancamientos o adaptaciones. Si bien la mayoría consigue poco a poco recuperar cierto equilibrio, hay quienes quedan anclados en un dolor constante que impregna su vida durante años.
Más allá de las emociones, la muerte
Esta diversidad en la forma de vivir el duelo no es solo una cuestión emocional. Los datos muestran que quienes permanecen sumidos en el sufrimiento no solo sienten más tristeza o soledad, sino que, a lo largo del tiempo, buscan con mayor frecuencia la ayuda de su médico de cabecera, acuden más veces a urgencias y requieren, de modo recurrente, apoyo psicológico o psiquiátrico. El consumo de medicamentos para la ansiedad o la depresión se incrementa notablemente en este grupo, como si el cuerpo acompañara a la mente en el peso del duelo.
Pero el impacto no termina ahí. El estudio descubrió asimismo una consecuencia especialmente preocupante: las personas que no logran avanzar, y cuyo dolor se mantiene alto durante años, tienen un riesgo de morir que supera al del resto.
Incluso después de tomar en cuenta factores como la edad, problemas médicos previos o la relación que tenían con el fallecido, el sufrimiento intenso y prolongado fue un predictor claro de un deterioro físico significativo y de una mayor probabilidad de fallecimiento, mucho tiempo después de la pérdida.
Los datos son más que elocuentes: dentro del grupo de personas que experimentaron un sufrimiento alto y persistente tras la pérdida (alrededor del 6% de los participantes), el 21,5% falleció durante los años de seguimiento. En contraste, en el grupo que logró mantener un duelo bajo y estable, la mortalidad fue del 7,3%. Esto significa que quienes pasaron por un duelo intenso multiplican en un 88% su riesgo de muerte durante años.
Referencia
Grief trajectories and long-term health effects in bereaved relatives: a prospective, population-based cohort study with ten-year follow-up. Mette Kjaergaard Nielsen et al. Front. Public Health, 25 July 2025; Sec. Public Mental Health; Volume 13 – 2025. DOI:https://doi.org/10.3389/fpubh.2025.1619730
Mejores ayudas
El estudio deja claro que, aunque actualmente existan recursos para apoyar a los dolientes, no siempre son suficientes para aliviar el dolor más persistente. Ni siquiera en un país con atención médica universal y gratuita, como Dinamarca, esto ha logrado reducir el uso prolongado de medicación o la necesidad continua de acompañamiento terapéutico, destacan los investigadores.
Un punto crucial es que no toda respuesta emocional intensa tras una pérdida es necesariamente un trastorno mental, pero sí puede convertirse en un problema de salud si se prolonga en el tiempo y afecta de manera global la calidad de vida. Es especialmente importante detectar a aquellos familiares que, por razones personales, sociales o médicas, son más vulnerables a quedar atrapados en un dolor que no mengua.
Los autores del estudio advierten algunas limitaciones: no contaban con un grupo de comparación de la población general, algunos subgrupos observados eran pequeños y no se podía descartar que ciertas personas ya tuvieran un uso elevado de servicios médicos antes de la pérdida. Sin embargo, su seguimiento prolongado y el tamaño de la muestra aportan un valor destacado a estas conclusiones.