Cristóbal Montoro.
Como si no fuera suficiente estigma haber sido dos veces ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro también trabajó para favorecer a amiguetes cuando no a sí mismo y a su despacho profesional. Hay que ser de una pasta especial para caerle bien tanto a Aznar como a Rajoy. El primero es adusto, serio, sobrio, antiironías y con tendencia a marcar abdomen. Una copa de Ribera del Duero es suficiente. El otro, Rajoy, es cachazudo, tendente a triponcete, más de tomar cinco whiskys si le hacen una moción de censura y dado a la chanza e incluso al humor, sobre todo en su vertiente de saludable retranca galaica. Fue pieza clave Montoro de dos gobiernos del PP. Ahora vemos que también fue un pieza. Ocupó la cartera entre 2000 y 2004 y entre 2011 y 2018.
Las investigaciones de un juzgado de Tarragona, durante años, llevan a concluir que presuntamente, Montoro favoreció a empresas gasísticas, trabajó para cambiar leyes en beneficio de esos lobbies y que benefició de muy diversas formas al despacho profesional que fundó cuando salió de la primera etapa ministerial. Por si no fuera bastante o suficiente, fundó una suerte de policía patriótica de Hacienda, una Hacienda no somos todos, para perseguir, divulgar, conocer, los datos fiscales de otros políticos. De su partido y de formaciones rivales. Se le acusa de filtrar la declaración de la renta de Esperanza Aguirre en vísperas de unas elecciones en las que ella concursaba. Como si no supiéramos que es rica de cuna. Montoro utilizó presuntamente, los datos de Pujol, Rato o Juan Carlos Monedero para fines, digamos, no profesionales pero además también persiguió con saña a quien le dio la gana arbitrariamente. Recordada es su cruzada contra los tertulianos. Contra los tertulianos no afines, que recibían inspecciones frecuentes. Contra periodistas en general. Montoro es la evidencia, como lo fueron algunos responsables de Interior con Rajoy, del uso partidista y personalista de instituciones del Estado.
Con 75 años, dos hijas y el rostro de malvado de dibujos animados que no para de acentuarse, Cristóbal Montoro nació en Jaén, de donde sus padres emigraron a Madrid. Allí cursó Económicas, hizo una tesis sobre el Estado del Bienestar, que no es lo mismo que qué bien se está en el Estado, y consiguió una plaza de profesorcete con la que no conformarse. Salió diputado. En el interín entre cartera y cartera, entre Aznar y Rajoy, también fue por un tiempo eurodiputado. No hay que privar a los europeos de nuestros más preciados compatriotas o tesoros.
El 16 de julio de 2025 fue imputado por los presuntos delitos de cohecho, fraude contra la Administración Pública, prevaricación, tráfico de influencias, corrupción en los negocios, falsedad documental y negociaciones prohibidas, lo que supuso un sorpresón político rayano en la conmoción. Te cagas. ¿Montoro? Sí, Montoro. Quién le iba a decir que su último servicio político iba a ser al PSOE. Un PSOE en shock por el caso Cerdán que sin embargo recibía un balón de oxígeno con la imputación de Montoro. Caso Montoro, combustible para el y tú más. Un respiro para Sánchez que se apresta a celebrar estos días su último consejo de ministros antes de las vacaciones para volver con renovados bríos dentro de unas semanas. Entre la mentirosa de Noelia Núñez y el perla de Montoro han resucitado al Gobierno, que ya respira otra vez.
Es más difícil que un camello pase por el ojo de una aguja que encontremos un ministro de Aznar sin imputar. Tras 26 años de militancia en el PP, hay que ver lo que aguantan algunos cuerpos, se ha dado de baja en el partido y ha pasado a militar en ‘ese hombre del que usted me habla’, formación que van engrosando inexorablemente ya tantos y tantos.
Montoro conoció su imputación en Guadarrama, donde, cuentan las crónicas, llevaba una vida tranquila, si es que en Guadarrama se puede llevar una vida agitada, muy dedicada a sus nietos, en compañía de su mujer -segundas nupcias hace unos años- y con los caballos como pasión. Hombre de fuertes convicciones religiosas, no debe considerar pecados los delitos económicos, salvo si a él les toca perseguirlos. O eso o estaba convencido de que él impartía justicia (tributaria) divina. Irá ante Hacienda y ante el juez. Habrá que ver cómo es su declaración. La que se hace ante el juez le puede salir a pagar.