La Unión Europea (UE) se ha plegado a los intereses estadounidenses. La resolución de la contienda se preveía negativa desde el momento en el que la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, accedía a desplazarse hasta un campo de golf ubicado en Escocia y propiedad del magnate que ocupa la Casa Blanca, Donald Trump, para la supuesta negociación definitiva, que se saldó con la cesión del viejo continente al chantaje. Un “gran acuerdo”, han considerado ambas partes, algo difícil de creer y que los Veintisiete notarán en sus propias carnes, aunque algunos en mayor medida.
El Ejecutivo europeo presume de haber salvado los muebles, al alejarse del 30% de aranceles con el que amenazaba Trump, pero lo cierto es que ha terminado por aceptar una barrera comercial del 15% y sin contrapartida, comprometiendo además una serie de inversiones para seguir engrosando las cuentas de la principal economía del mundo. Algunos países de la Unión sufrirán este golpe por su mayor dependencia comercial con Estados Unidos; sin embargo, países como España saldrán más airosos y experimentarán una afectación muy concentrada sectorialmente.
España es una gran economía exportadora, pero de sus mercancías tan solo el 5% cruzan el océano con rumbo al gigante norteamericano. Los pormenores del acuerdo aún se desconocen, y será el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el que realizará la valoración oficial este lunes; aunque con los parámetros revelados hasta el momento se puede ir conociendo cuáles serán los sectores más perjudicados. El campo será uno de los que lo notará, con una especial influencia en el aceite de oliva y el vino, a más de otras grupos económicos como el de la maquinaria industrial o los productos eléctricos.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) ya adelantaba a principios del mes de junio que España sería de los países menos perjudicados de la Unión Europea ante esta guerra comercial trumpista, gracias a su “limitada” exposición comercial “directa e indirecta” a la influencia estadounidense. El impacto definido por el organismo internacional sería de una décima del Producto Interior Bruto (PIB) por un 10% de aranceles, lo que se lleva la influencia final al 0,15%, ante el 15%. A su vez, el Banco de España pronosticaba un efecto del 0,11% en un plazo de tres años.
Pese a la escasa influencia, cabe destacar que el país cuenta con un plan aprobado meses atrás, basado en la protección de empresas y empleo y en la reorientación productiva, para auxiliar a los sectores que pudiesen verse más perjudicados por la política proteccionista del presidente del presidente de los Estados Unidos. Asimismo, la negativa a asumir el aumento en Defensa hasta el 5% exigido por Trump, y arrancado a casi la totalidad de los Veintisiete, salvaguardará una cierta independencia del Producto Interior Bruto español.
Comunidades Autónomas y productos más afectados
Los dos territorios con un mayor riesgo ante esta política arancelaria son Andalucía y la Comunidad Valenciana. Estas autonomías son, junto con Cataluña, las que cuentan con un mayor grado de exportaciones dirigidas hacia territorio estadounidense. Además, en el caso de las dos primeras, el peso porcentual de estas sobre el conjunto de exportaciones está muy por encima del resto, alcanzando un 8,3% en el caso andaluz y un 8,8% en el valenciano. Esto se debe principalmente a que los productos que exportan estas regiones tienen como gran receptor a EEUU.
Ejemplo de ello es el de los transformadores eléctricos, con un peso fuerte en la Comunidad Valenciana, de los que el 33% del total de las exportaciones llegan a tierras americanas. Por su parte, el aceite de oliva exportado a EEUU supone un 17% del total de producto que sale, lo que deriva en una importante afectación para el campo andaluz. De la misma manera, el efecto sobre las manufacturas de cemento también podría golpear a Andalucía.
El vino será otro de los damnificados, al ser EEUU el segundo importador del caldo español, misma suerte que correrá la maquinaria. A todo esto, además, habrá que esperar a sumar aquellas exportaciones de componentes que se realizan a terceros países que, a su vez, utilizan estos productos para elaborar bienes finales que sí tienen como destino Estados Unidos. El acuerdo parece zanjado y con las rodillas de Europa peladas tras dos arrodillamientos en escasas semanas, aranceles y defensa, solo queda cuantificar y capear los efectos.
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