En realidad, Los Juegos del Hambre ya habían sido filmados -o más bien retratados- en Somiedo a lo largo de la década de los ochenta del pasado siglo, en vísperas del nacimiento del parque natural, el primer espacio protegido declarado por la administración asturiana. Antes de esa efeméride que consiguió dar un vuelco a la percepción que autóctonos y asturianos de otras partes tenían de ese concejo suroccidental los somedanos se encontraban en la tesitura de marchar en busca de mejores perspectivas o quedarse y resistir, en plena crisis del sector ganadero, que era el soporte de la maltrecha economía local.
Tal vez sea exagerado decir que había hambre entonces en Somiedo, y aun reconociendo que con las ganas insatisfechas de comer no conviene fabricar titulares, sí es cierto que el municipio languidecía, menguaba, sufría un implacable envejecimiento. El parque natural ayudó a aliviar esa tendencia regresiva y favoreció un cambio radical en la economía local, hasta el extremo de convertir a Somiedo en referencia estatal de un modelo de desarrollo sostenible basado en la promoción de los recursos naturales y paisajísticos.
Ese modelo de éxito tiene nombre y apellidos, el más visible el de Mino, alcalde sempiterno, de entonces hasta ahora mismo. Y es consecuencia del rodaje estos días en escenarios sobresalientes de la nueva entrega cinematográfica de “Los Juegos del Hambre”. Del equipo de rodaje hay que esperar, sobre todo, el respeto absoluto del plató. Y que lo dejen tal como lo encontraron.
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