Internet lo amplifica todo. También la infidelidad. Cuando el pasado 16 de julio, Andy Byron y Kristin Cabot, ambos casados, compañeros de trabajo y amantes, fueron al concierto de Coldplayen Boston (Estados Unidos) no podían imaginarse que su relación extramatrimonial se convertiría en viral ni en las consecuencias personales y laborales que les acarrearía. Y todo por ser «cazados» en actitud cariñosa por la ‘kiss cam’ (cámara de los besos) con la que la banda de Chris Martin sorprende a parejas de asistentes a sus conciertos, al igual que se viene haciendo desde hace años en los eventos deportivos en Estados Unidos y en Canadá.
Lo que comenzó siendo un cotilleo inocente por la actitud de la pareja, que intentó escapar al escrutinio de la cámara, se hizo viral en cuestión de minutos y desde entonces, ambos aparecen en multitud de vídeos con millones de reproducciones en todo el mundo. Él era apartado de la empresa –era director ejecutivo de la compañía Astronomer– y días después, ella presentaba su renuncia – era la directora de recursos humanos–. Pero, ¿qué podemos aprender de las relaciones de pareja de este caso? ¿La infidelidad es el final de la pareja? ¿Cómo se construye una pareja que nace de una infidelidad o un adulterio? ¿Tienen más problemas por celos o inseguridad? ¿El (o la) infiel nunca deja de serlo? ¿Piensa que todos lo son?
Según la psicóloga y sexóloga viguesa Emma Placer, no hay una salida única a una situación de infidelidad ni una que sea mejor que otra. Todo depende de cada pareja y también del peso que le dé y cómo asuma la infidelidad dentro de ella. En cualquier caso, tanto decidir dar una segunda oportunidad a la pareja como romper la relación son decisiones igualmente válidas y en ambos casos ha de estar acompañada de un trabajo de reflexión.
La sexóloga viguesa asegura que hay parejas que han atravesado una infidelidad y han logrado «reconstruirse con más profundidad» que antes. «Pero para eso han tenido que hablar de lo que ha dolido, revisar lo que ha fallado y asumir responsabilidades por ambas partes. El perdón ha jugado un papel central. No hablo de un perdón ingenuo ni automático, sino de uno trabajado, real, que ha implicado comprender, sanar y decidir si se quiere seguir. Algunas parejas lo han conseguido; otras han preferido cerrar. Ambas decisiones pueden ser válidas», afirma.
Placer sostiene que las segundas partes no tienen por qué ser malas, aunque advierte de que para que funcione, tienen que estar acompañadas de reflexión y perdón. «Una segunda oportunidad no tiene sentido si solo se ha barrido lo anterior bajo la alfombra. Pero cuando se ha comprendido qué ha fallado, se ha elaborado el daño y se ha perdonado de verdad (al otro y a uno misma), la relación puede renacer con más honestidad que nunca. He visto personas reencontrarse desde un lugar más maduro y generoso, justo porque han transitado una primera etapa confusa o dolorosa», afirma.
Aunque la pillada de Byron y Cabot ha ocasionado mareas de tinta, la infidelidad no es algo excepcional. Según una encuesta realizada el pasado año por Sigma Dos, uno de cada tres españoles reconoce haber sido infiel. Según esta encuesta, los hombres tienden a ser más proclives a la infidelidad –el 35% de los hombres admite haberla sufrido frente al 42% de las mujeres–. Esto lo refrenda también la proliferación de aplicaciones de contactos expresamente ideadas para infieles.
Desconfianza y celos
Los especialistas en sexología y terapia de pareja atienden cada vez más casos de parejas que nacieron de la infidelidad de uno o de ambos miembros y que a partir de ahí construyen una relación. Según Placer, estas relaciones suelen construirse «desde la urgencia, la idealización y el deseo de escapar de algo». «A veces, también desde una falta de valentía para cerrar lo anterior. Cuando se inician así, el punto de partida suele estar contaminado por la culpa, el autoengaño o la falta de claridad. Las parejas que nacen en este contexto pueden enfrentarse después a la desconfianza, a los celos e incluso al miedo a repetir lo vivido», afirma.
Pero una pareja que ha nacido de una infidelidad tampoco tiene por qué estar abocada al fracaso. «Sin embargo, son de más ‘calidad’ cuando han hecho un trabajo honesto para reordenar el pasado, perdonar lo vivido y asumir lo que implica la reconstrucción», comenta.
Uno de los problemas a los que se enfrenta muchas veces la persona que ha sido infiel a su pareja es que piensa que todo el mundo lo es, sin excepción. Esto sucede, según Placer, cuando no se ha perdonado a sí mismo por lo que ha hecho, lo que ocasiona que proyecte su culpa en forma de sospecha constante. «Es como si pensara: ‘Si yo lo he hecho, cualquiera podría hacerlo’. Pero eso no habla de la pareja actual, sino del propio conflicto interno. Cuando se ha hecho un trabajo de revisión de la culpa y otras emociones negativas esa desconfianza suele desaparecer», sostiene.
La exposición pública aumenta el dolor
La otra cara de la infidelidad son las personas que la sufren. En el caso de las respectivas parejas de Andy Byron y Kristin Cabot –ambos estaban casados, según recogen diversos medios estadounidenses–, el hecho de que la infidelidad se convierta en algo público agudiza el dolor. «La exposición pública ha añadido una capa de vergüenza, juicio y humillación que no tendría por qué haberse vivido. No es solo lo que ha pasado; es cómo se ha enterado el entorno, lo que se ha comentado, lo que se ha viralizado. Hay que reconstruirse desde una base profunda. La intimidad robada a veces duele más que el hecho en sí», explica Emma Placer.
A la persona engañada puede resultarle difícil confiar de nuevo en otra persona, especialmente si no comprende del todo lo que ha ocurrido o si se culpa por no haberlo visto venir. «La herida de la traición afecta a muchas personas en lo más íntimo: en su autoestima, en su capacidad de confiar y en su criterio. Recuperar la confianza ha sido posible cuando se ha trabajado en ella. También ayuda el paso del tiempo», comenta.
Una infidelidad que se convierte en un producto de entretenimiento también puede tener impacto en otras relaciones. «En algunas parejas he visto cómo algunos vídeos han hecho saltar sospechas o comparaciones, aunque esto no venía del vídeo en sí, sino de algo que ya estaba frágil. Las parejas que han cuidado la confianza, que se han perdonado los pequeños errores cotidianos y que han construido un vínculo sólido han podido incluso volver a ver estas imágenes sin tambalearse», afirma.
Suscríbete para seguir leyendo