Muerte de un poeta

Vivimos tiempos convulsos: el mundo se sacude por la muerte de un jugador de fútbol en las carreteras de Sanabria, y mientras tanto, la vida de un palestino vale menos que un rial iraní. La gran estupefacción es que su compañero de selección, Cristiano Ronaldo, no asistió al entierro. Diogo Jota –que así se llamaba el infortunado– conducía un coche deportivo cuya velocidad punta excede con creces el límite de las autovías españolas. Nadie habló de eso, de que el infortunio, muchas veces tiene que ver con la falta de inteligencia y, sobre todo, de prudencia.

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