Aún no había terminado de montar su puesto cuando un cliente se acercó y le insistió en comprarle una plancha de cocina sin estrenar y una vitrocerámica enchufable por apenas cuatro euros cada uno de los electrodomésticos, y no era para menos porque los cerca de 500 artículos que Isaac Rodríguez tenía a la venta costaban entre uno y cuatro euros. «Ha sido todo un éxito», se atrevió a decir tan solo una hora después de abrir su puesto en el I Mercado Vecinal de Segunda Mano celebrado este sábado en el Parque Franchy Roca de Telde, un espacio dedicado al fomento de la reutilización y del consumo responsable que se convirtió en todo un viaje al pasado.
Las planchas de carbón, los vinilos y las vajillas llevaron a los asistentes a otra época
Los asistentes a este mercado de las reliquias pudieron llevarse a casa casi cualquier cosa y de cualquier época a precios tremendamente bajos, la mayoría de esos productos, usados, aunque también los había sin estrenar, de esos que uno compra para su casa pero luego nunca acaba usando. Un helicóptero con control remoto de los años 70 por 80 euros, planchas de carbón por 10 euros, antiguas vajillas Duralex con más de medio siglo por 10 euros, sulfatadoras utilizadas en la agricultura hace más de cuatro décadas, un microscopio escolar de los años 90 máquinas de coser o vinilos con las bandas sonoras de Heidi y Pipi Calzaslargas son algunos de esos productos que convirtieron este mercado en un espacio de otro tiempo, pero también elementos más contemporáneos como modernas prendas de ropa por cuatro euros, zapatos entre 30 y 80 euros, cojines, un carro de la compra por tres euros, una cuna por 20 euros o un casco de ciclista. ¿Los más curiosos? Un traje de novia por 180 euros y un kimono japonés auténtico por 35 euros.
De izquierda a derecha, los amigos Javier Rodríguez, Diego Peña y Daniel García. / José Carlos Guerra
Desde que Isaac conoció la iniciativa del mercado, que se enmarca dentro del programa Haciendo Comunidad del Cabildo de Gran Canaria, enseguida se movió entre sus vecinos para hacerse con elementos que no utilizasen para ponerlos a su venta. Los archivó, les puso precio y los ordenó. «Esta iniciativa es estupenda tanto para quienes quieren vender cosas que ya no usan como para quien lo puede comprar a un precio más bajo», señala.
A pocos metros está Judith Valladares, una de las vendedoras que más referencias tenía en su puesto. Participa en este mercado porque es una apasionada de las antigüedades y la decoración. «Soy una habitual de los mercadillos, a los que voy buscando reliquias durante el año las colecciono en un almacén y voy vendiendo durante el año a la familia o amigos. Compro y vendo, incluso algunas cosas las vendo nuevas porque no me da tiempo a usarlas», explica.
Un traje de novia y un kimono japonés original, entre los artículos más curiosos
En su puesto, lo más caro que vende son las antiguas damajuanas, unos garrafones de vino de más de 50 años que están muy cotizados para la decoración en bodas y eventos y a los que da salida por apenas 30 euros; es, además, el artículo más caro que tenía en venta. Judith también vendió, a los más nostálgicos, varias vajillas Duralex de más de medio siglo por 10 euros cada una. Todos estos elementos no solo los compra en mercadillo. «Voy mirando por la basura y rescato cosas y también les digo a los vecinos que cuando vayan a tirar algo primero me lo dejen ver a ver en qué estado se encuentra, sobre todo porque también me gusta restaurar muebles. ¿Por qué tirar un mueble que no está picado y que se puede pintar y reutilizar? Eso es ecología al fin y al cabo», añade.
Proyecto de amigos
Precisamente de su puesto salió Javier Calcines, un comprador que se acercó hasta este mercado de segunda mano precisamente porque él también se dedica a la venta de productos ya utilizados, aunque del sector de las herramientas, las antigüedades y la electrónica. Por apenas 13 euros se llevó una sudadera de marca, tres pares de calcetines, un chandal y un pulóver. «Este tipo de mercados están muy bien porque en la isla hay mucha gente que lo pasa mal económicamente y aquí pueden encontrar productos baratos, pero también es importante darle un nuevo uso a prendas de ropa o elementos y así no acaban en la basura», señala, momentos después de adquirir una plancha de carbón antigua por apenas 10 euros que piensa revender en su puesto. «A la plancha yo le puedo sacar en el Sur ocho o nueve euros más, es muy apreciada entre los coleccionistas».

Las antiguas vajillas de Duralex fueron uno de los artículos más vendidos. / José Carlos Guerra
Para montar otro de los puestos, los amigos Diego Peña, Javier Rodríguez y Daniel García, de 18 y 19 años, tuvieron que hacer un inventario, valorar las piezas y ponerles precios. «Este mercado es una muestra de que muchas de las cosas que compramos no las necesitamos, así que las vendemos para que sean reutilizadas y así no seguir consumiendo recursos», relata. El puesto fue un proyecto de los tres amigos. «Si sacamos un dinero y lo compartimos entre los amigos, nos llevamos una experiencia nueva», añade. Vendieron desde un balón de baloncesto hasta unas gafas de realidad virtual, pasando por planchas, máquinas de coser, un teclado de ordenador, bisutería y ropa, y parte del dinero que sacan lo destinarán a sus estudios, él a la ingeniería en Física y Matemáticas, Daniel a Enfermería y Javier a Educación Primaria.
En este rastro de segunda mano también probó suerte Natalia, quien vendió artículos de amigos y familia. Un puzzle en 3D, un kimono japonés, el traje de novia, juegos de mesas, diccionarios, peluches, un acordeón y hasta un asiento para enseñar a los gatos a ir al inodoro. «Hay que dar una segunda vida y no tirar las cosas al contenedor», apunta. Lo mismo hizo Elián García, quien puso a la venta más de una treintena de gafas de sol, siete cámaras de fotos -la más antigua, de los años 50-, y platos decorativos con imágenes del personaje Cho Juan. «Estas cosas van sobrando en casa, es mejor darle una salida y no tenerlas ahí muertas del asco».
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