“Henri Pélissier era un hijo de puta con todas las letras”. Contundente, Marcos Pereda describe así al ganador del Tour de 1923 en su libro ‘Eso no estaba en mi libro de historia del ciclismo’.
Es una opinión que el gran patrón del Tour, Henri Desgrange, hubiera compartido sin demasiados matices. Porque Pélissier, el mayor de tres hermanos, fue un tipo controvertido, polémico y amante de las broncas. Y de los grandes titulares, que casi nunca gustaban a los jefes del Tour.
Henri era el mayor de tres hermanos: Francis y Charles también fueron ciclistas, pero no tan buenos como el primogénito y líder familiar.
Decir que la relación entre Pélissier y Desgrange era la típica entre empleado y patrón sería quedarse muy corto. En aquellos tiempos, recién concluida la Primera Guerra Mundial, el Tour era casi un ejercicio de supervivencia y algunos, como Pélissier, protestaban una y otra vez. Contra la dureza del recorrido (el Tour de 1926, por ejemplo, fue el más largo de la historia, con 5.745 kms de recorrido, a diferencia de los 3.338 del Tour 2025), pero también contra las condiciones y la inflexible normativa impuesta por Desgrange.
En 1920, Pélissier ya fue sancionado con dos minutos por deshacerse de un tubular sin bajarse de la bicicleta. Orgulloso y altivo, abandonó el Tour a modo de protesta. “Yo soy un purasangre y mis rivales, caballos percherones”, dijo.
A golpes con el patrón
Pocos meses después, Henri y su hermano Francis irrumpieron en la redacción del diario ‘L’Auto’, organizador del Tour. Buscaban a Desgrange para discutir –eufemismo- unas primas económicas. Acabaron a golpes y el patrón del Tour gritó a sus redactores: “nunca más volváis a citar el nombre de estos dos”.
“Solo tienes que esperar hasta el domingo”, respondió el mayor de los hermanos.
Efectivamente, al domingo siguiente, Henri ganó la Paris-Roubaix. Su hermano Francis fue segundo.
Pélissier era un tipo un poco insoportable, pero vendía periódicos. No es difícil imaginar las sensaciones que invadían a Desgrange, un tipo colérico y poco dado a sentimentalismos: odiaba frontalmente a un ciclista que, por otro lado, le salvaba las cuentas del periódico.
Pélissier ganó el Tour de 1923 con una superioridad abrumadora: más de media hora de ventaja sobre Ottavio Bottechia, que en 1924 se convertiría en el primer italiano en ganar el Tour.
Entre otras razones, porque en ese Tour, el de 1924, Pélissier y Desgrange la volvieron a tener.
Un maillot o dos maillots
La chispa que encendió el fuego fue la norma que impedía a los corredores cambiarse de maillot: debían llevar la misma indumentaria en todo momento. Sucedía que las etapas arrancaban al amanecer, con frío, y terminaban por la tarde, bajo un calor agobiante.
Pélissier se rebeló, fiel a su costumbre. Llevó dos maillots, con la intención de desprenderse de uno de ellos cuando empezase el calor camino de Brest, pero un comisario de carrera le adivinó el truco.
“¡Si no me pide disculpas, abandono!”, dijo, en otro de sus arrebatos, gritando a la cara del comisario.
Desgrange intentó calmarlo. Le instó a que terminase la etapa para hablar con calma durante la noche. Al patrón no le interesaba que el corredor más popular del país abandonase el Tour. Pero no hubo manera.
Pélissier se amotinó: llamó a su hermano Francis y a uno de sus gregarios, Maurice Villa, segundo en la general, y en plena etapa, echó pie a tierra.
‘Los forzados de la ruta’
Los tres se refugiaron en la estación de tren de Coutances, en la Normandía. Buscaron a uno de los periodistas que cubría la carrera, Albert Londres. Era redactor de ‘Le Petit Parisien’, ajeno al deporte y especialista en casos de investigación. El diario lo había enviado a escribir historias épicas, más que a contar quién ganaba cada etapa.
Esa conversación entre los tres ciclistas y el periodista pasaría a la historia del ciclismo.
“Le voy a explicar cómo aguantamos el Tour de Francia”, empezó Henri Pélissier. “Esto es cocaína para los ojos”, contó mientras ponía sobre la mesa un pequeño frasco. “Y esto es cloroformo para las encías”. (Otro frasco sobre la mesa).
“Y ahora, las píldoras”. Más frascos sobre la mesa. “Funcionamos con dinamita. Cuando acabamos las etapas, estamos vacíos por la diarrea, blancos como sudarios. Aceptamos el tormento, pero no queremos vejaciones. Algún día nos colocarán plomo en los bolsillos”.
‘Los forzados de la ruta’
El periodista escribió un artículo titulado ‘Los forzados de la ruta’, una expresión que ha cuajado hasta nuestros días. Conviene aclarar que la expresión correcta es ‘los forzados de la ruta’ y no ‘los esforzados de la ruta’, porque Albert Londres quiso comparar a los ciclistas con los presos condenados a trabajos forzados.
Años después, Francis Pélissier admitiría que su hermano había exagerado bastante el relato.
Sin embargo, su hermano ya no estaba para confirmar si había exagerado o no: Henri Pélissier falleció el 1 de mayo de 1935, asesinado por su esposa, Camille. Su primera esposa, Léonie, se había suicidado en 1933, harta de sus malos tratos.
Albert Londres / –
Una trágica coincidencia
Aquí conviene rescatar las palabras de Marcos Pereda: “Henri Pélissier era un hijo de puta con todas las letras, un canalla que arrastró a su primera esposa hasta el suicidio, un desalmado que murió a manos de su segunda mujer, Camille. Una discusión, Henri levanta la mano como ocurre siempre. Ella se defiende. Pélissier agarra un cuchillo y empieza a apuñalarla. La desdichada se zafa como puede, entra en la habitación que ambos comparten, abre la mesilla de noche, allí guarda una pistola, la misma con la que su primera esposa se había disparado al corazón”.
Camille dispara cinco veces sobre su marido. Y con la misma pistola con la que se había suicidado Léonie: un trágico final para el mayor de los Pélissier, uno de los ciclistas más polémicos de la historia del Tour.
También tuvo un final trágico Albert Londres, el periodista que ejerce como personaje secundario en esta historia. Murió en un incendio a bordo del barco George Philippar, en 1932: investigaba un asunto de tráfico de armas y más que un incendio accidental, siempre se sospechó que su desaparición fue fruto de un atentado.