Los científicos han desvelado que la comunicación entre el intestino y el cerebro es lo suficientemente sofisticada como para ser clasificada como un «sexto sentido», capaz de afectar nuestro apetito e incluso nuestro estado de ánimo.
Investigadores de la Universidad de Duke, en Estados Unidos, han identificado un “sexto sentido”, al que denominan «sensación neurobiótica», capaz de detectar en tiempo real señales originadas en la microbiota intestinal y con el potencial para modular el apetito, el comportamiento de los microorganismos y hasta respuestas cerebrales.
De acuerdo a un estudio publicado en la revista Nature, la hipótesis se fundamenta en las llamadas «células neuropodas», que funcionan como diminutos sensores situados en la región intestinal y envían mensajes directos al cerebro a través del nervio vago.
Acción instantánea
El equipo de especialistas identificó que las neuropodas expresan el receptor de reconocimiento de patrones microbianos TLR5, especializado en detectar flagelina, una proteína presente en la estructura de los microbios intestinales. Según una nota de prensa, al introducir pequeñas dosis de flagelina en el colon de ratones tras un periodo de ayuno, se observó una disminución significativa en su ingesta de alimentos.
Por el contrario, los animales genéticamente modificados para no expresar TLR5 en estas células se mantuvieron indiferentes al estímulo y continuaron comiendo, acumulando incluso más peso que los integrantes del grupo experimental. Los resultados muestran que, al reconocer flagelina, las células neuropodas liberan péptidos que pueden modular el apetito y enviar señales al cerebro que inducen la sensación de saciedad casi de forma instantánea, de manera similar a la vista o el olfato.
Referencia
A gut sense for a microbial pattern regulates feeding. Winston W. Liu et al. Nature (2025). DOI:https://doi.org/10.1038/s41586-025-09301-7
Aplicaciones terapéuticas
Además de regular el hambre, los investigadores sugieren que esta vía neurobiótica podría influir en el estado de ánimo y otros comportamientos derivados de señales microbianas. En consecuencia, el descubrimiento abre la puerta a terapias dirigidas a modificar la microbiota para tratar la obesidad, trastornos alimenticios o incluso afecciones psiquiátricas.
El próximo paso es investigar cómo distintas dietas alteran el ecosistema microbiano y, por ende, el mensaje enviado al cerebro. Este avance complementa trabajos previos del mismo equipo científico, que en 2015 habían revelado que las neuropodas pueden distinguir azúcares naturales de edulcorantes artificiales y guiar las preferencias alimenticias en milisegundos.