Archivo – Varios paneles del Ibex 35, en el Palacio de la Bolsa, en Madrid (España). / Eduardo Parra – Europa Press – Archivo
Resulta increíble ver las cantidades por las que las empresas se compran y se venden entre sí. El Grupo Ferrero (el de los bombones Ferrero Rocher) ha adquirido por 2.650 millones de euros la multinacional de los cereales Kellogg’s. Cada vez que desayuno estos cereales o me meto en la boca un bombón, me parece que estoy intermediando de algún modo en ese tráfico brutal de divisas. No lo puedo evitar. Imagino los productos alimentarios bajando por mi tubo digestivo en dirección al estómago, y los pienso en dinero más que en víveres, lo que al cabo me produce ardor de estómago porque el papel moneda no se digiere bien. La verdad es que prefiero ignorar de dónde vienen los huevos y la carne y la pasta italiana (que por lo general la hacen ahí al lado) y los pimientos del Padrón (en el caso de que vengan de Padrón). Tengo la mala costumbre de echarle un ojo a las páginas de economía del periódico y sé que al final, cuando voy al súper, más que llenar mi despensa, estoy formando parte de las cópulas brutales de las grandes empresas de comercialización y distribución de alimentos y bienes de servicio. Yo soy un triste espermatozoide de esas cópulas. Por fortuna, no tengo cuenta corriente en el BBVA ni en el Sabadell, que están a punto, dicen, de tener un encuentro sexual que va a hacer temblar el universo bancario. Quizá su libreta de ahorros de usted haya comenzado a notar los primeros movimientos sísmicos.
Desde una mentalidad de clase media, los beneficios que Amancio Ortega ha obtenido este año de la compra y venta de edificios a lo largo y ancho del mundo resultan delirantes. Este hombre ha conseguido convertir la vida en el juego del Palé. Juega al Palé a una escala real que sin embargo resulta del todo imaginaria. Los edificios que compra y vende, por lo general enormes, están llenos de gente en el momento de la transacción, de personas que igual acaban de desayunar unos cereales Kellogg’s acompañados de un bombón Ferrero Rocher. En cierto modo, Amancio Ortega compra y vende a esa gente que proporciona valor a los inmuebles. O sea, que usted y yo estamos en venta sin saberlo. Cuando sacan una compañía a Bolsa, a quienes nos sacan en realidad es a nosotros. Obtienen de nosotros unas plusvalías delirantes. ¿De dónde, si no, iban a poseer esos yates que aparcan en Puerto Banús?