Antonio Trevín fue presidente del Principado de Asturias durante dos años. Una responsabilidad que aceptó, como tantas otras en su trayectoria política (pocos fueron los cargos que no ocupó), con la convicción de que quien se dedica a la actividad pública es para mejorar vida de los demás. Sin embargo, las luchas internas de su propio partido, las mismas que lo alzaron como jefe del Ejecutivo, fueron también la causa de su caída veinticuatro meses más tarde. Un mandato de luces y sombras que enfrentó con la misma valentía de la que hizo gala hasta los últimos días.
Asturias vivía años convulsos. La crisis de la industria paró la región con una huelga general que no ha vuelto a repetirse desde entonces; los sindicatos mineros se encerraron en el Pozo Barredo para evitar la liquidación del sector a corto plazo; y se produjo la conocida como «marcha de hierro», con la participación de 250 obreros asturianos marchando hasta Madrid para defender sus empleos. Los trabajadores asturianos estaban en pie de guerra y entonces llegó el «Petromocho».
La primera crisis institucional que sacudió el organigrama del Principado tuvo su origen en una falsa petroquímica que el Gobierno socialista anunció a bombo y plantillo, pero acabó siendo un fraude que terminó con la cabeza del entonces presidente regional, Juan Luis Rodríguez-Vigil, que dimitió solo seis días después de que saltase la bomba.
El escándalo causó una enorme grieta en un PSOE que ya venía marcado por las luchas internas de poder. En ese entonces había dos bandos. Por un lado, los «renovadores», asentados principalmente en Gijón y Avilés, que querían a Bernardo Fernández, hasta entonces vicepresidente regional, como nuevo jefe del Ejecutivo. Por otro, el bando oficial (liderado por el SOMA) que se negaba a alzar a nadie que no bailara a su ritmo.
¿El problema? Los estatutos de la Junta General del Principado obligaban a que el sucesor fuera diputado, lo que limitaba las opciones. En esta disputa surgió el nombre de Antonio Trevín, que entonces ejercía como alcalde de Llanes y como diputado. Si bien no pertenecía a ninguno de los dos bandos, sí que tenía buena relación con José Ángel Fernández Villa. Suficiente para proponerlo como candidato.
Trevín logró imponerse a Fernández en la elección interna del partido y fue proclamado presidente del Principado un 23 de junio de 1993. Comenzó entonces una ardua tarea. En primer lugar, tuvo que enfrentarse a la renovación del equipo de Gobierno, incorporando nombres nuevos. A su lado en esta nueva etapa estuvieron Maria Antonia Fernández Felgueroso, Avelino Viejo Fernández, Amelia Valcárcel, José García González, Santiago Alonso González, Julián Bonet, María Luisa Carcedo y Juan Cofiño. Precisamente, junto al actual presidente de la Junta General del Principado , Trevín se convirtió en el líder de la «tercera vía», un espacio intermedio entre el bloque oficial y los «renovadores».
Plan de dinamización
Trevín era consciente de la necesidad de lograr consensos y acercar posturas con todos los agentes económicos y sociales de la región tras unos años convulsos y de mucha crispación. Dedicó sus primeros meses en el cargo a reunirse con asociaciones y entidades, una mano tendida que mantuvo durante todo su mandato. Uno de sus más grandes logros fue lograr desactivar el «Plan de Dinamización» que se puso en marcha en colaboración con el Estado para el relanzamiento de la industria.
Fue aprobado por el Gobierno Central en 1992, pero lograr su ejecución no fue tarea fácil. Por eso, lo primero que plantó Trevín a su llegada fue un cambio de estrategia, «no negociar todo o nada, sino ir amarrando compromiso a compromiso en plan, como una especie de goteo continuo».
En febrero de 1994, Trevín se reunió con el ministro de Educación, Gustavo Suárez Pertierra, para iniciar la negociación formal de las transferencias de todos los niveles de la enseñanza. El proceso, sin embargo, se alargó durante años y acabó siendo firmado por Vicente Álvarez Areces.
Además, a lo largo de los dos años que estuvo en el cargo, continuó con el apoyo al turismo rural y dio mucha relevancia a las pymes. Sacó adelante una ley sobre Abastecimientos y Saneamiento de Aguas en el Principado de Asturias y otra de Deporte. También peleó por poner de relieve el asturiano.
Entre los asturianos, Trevín fue bien recibido, gracias al carácter amable y accesible del que hacía gala. Pero el tiempo pasa rápido, y los dos años de legislatura se cumplieron antes de lo previsto. El nuevo proceso electoral reabrió las heridas internas del partido, que no habían logrado sanarse con la trayectoria de Trevín al frente del Principado. Todo lo contrario.
Quienes en su momento impulsaron al avilesino como jefe del Ejecutivo regional decidieron entonces darle la espalda. Cuenta quienes vivieron aquellos procesos, que en el SOMAse sentían «decepcionados y traicionados» con la actitud de Trevín, el cual había ido mucho más por libre de lo que se esperaba de él en un primer momento.
Esto obligó al avilesino a enfrentarse a dos votaciones. En primer lugar, la de su propio partido. El bando del SOMA propuso como candidato del PSOE al Principado a Luis Martínez Noval, quien había sido Ministro de Trabajo y Seguridad Social con Felipe González y que en esos años ejercía como secretario general de la FSA.
Martínez Noval no quería el cargo, recuerdan quienes vivieron aquellos años convulsos. Estaba enfermo y, por ello, fue uno de los que apoyó a Trevín en su reelección como cabeza de lista del PSOE. Sin embargo, no evitaron la votación para elegir candidato, la cual se acabó saldando con victoria para el expresidente regional por tan solo un voto.
Todo este proceso desgastó a Trevín, que ya llegó con desventaja a las elecciones regionales. «Tuvo que hacer la campaña electoral prácticamente solo«, recuerdan sus allegados. Una soledad que lo había acompañado ya los dos años anteriores. Para el SOMA, Trevín no era más que la opción menos mala y, para el sector renovador, Bernardo Fernández siempre fue el candidato ideal. «Lo pasó muy mal y se le pasaron muchas cosas por la cabeza. En primer lugar, el dolo de que los suyos no lo quisieran», añaden.
Lucha de poder y elecciones perdidas
Este juego de poder acabó con el resultado esperado: el PSOE perdió las elecciones contra el PP de Sergio Marqués. Aún así salió como segunda fuerza más votada, lo que le hubiera permitido a Trevín volver a alzarse con la presidencia de haber alcanzado un acuerdo con Izquierda Unida. Pero los problemas nunca vienen solos. Julio Anguita, enfrascado en una serie de discrepancias con Felipe González (el PSOE estaba en esos momentos enfrascado en varios escándalos), decidido en aquellas elecciones que no apoyarían a ningún candidato socialista; y así fue. «Siempre pensó que la FSA no puso toda la carne en el asador durante la negociación», recuerdan sus conocidos.
Izquierda Unida de Asturias, liderada por Gaspar Llamazares, votó a su propio candidato y Trevín se quedó como líder de la oposición. No así como portavoz, un puesto que dentro de su partido le denegaron. Decidió entonces volver a ejercer como maestro en una escuela de Llanes, aunque continuó con sus obligaciones en la Junta.
A pesar de lo complicado que fueron sus años de presidencia, Trevín nunca se planteó dejar el partido. Cuatro años después decidió que era hora de reponerse y se presentó a las elecciones como alcalde de Llanes, siendo elegido. No necesitó más. Como él mismo repitió en numerosas ocasiones: «mi único objetivo político era ser alcalde de Llanes, el resto fueron las circunstancias«.
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