El suceso ocurrido en Estados Unidos, donde Keith McAllister, un hombre de 61 años, perdió la vida tras ser arrastrado por la descomunal fuerza de una máquina de resonancia magnética (RM) debido a una pesada cadena de metal que llevaba al cuello, además de causar una enorme conmoción, vale para que la Sociedad Española de Radiología Médica (SERAM) subraye la importancia de una «cultura preventiva» en torno a esta prueba diagnóstica. «Las salas de resonancia magnética son unos espacios potencialmente peligrosos, que deben estar vigilados y sometidos a unos controles estrictos de seguridad», señala el doctor Pablo Valdés Solís, jefe del Servicio de Radiología del Hospital Universitario San Agustín de Avilés (Asturias).
Los especialistas explican que la RM «es una de las técnicas de imagen más precisas y versátiles» en medicina. No utiliza radiaciones ionizantes y se considera segura para el paciente. Sin embargo, advierten, «requiere un entorno controlado y protocolos estrictos para evitar riesgos potenciales«.
El «efecto misil»
La razón principal es el funcionamiento de los equipos: «Los campos magnéticos son hasta 25.000 veces más potentes que la gravedad terrestre», lo que implica que si se introduce un objeto metálico en la sala (como la joya que portaba el paciente estadounidense) «pueda ser atraído, adquirir velocidades de casi 100 km/h y comportarse como un misil potencialmente letal«. Pero el llamado «efecto misil» no es el único riesgo.
Como recuerda el doctor Valdés, especialista en radiología de la SERAM, «los campos magnéticos pueden interaccionar con los dispositivos que portan los pacientes (como un marcapasos) y alterar su funcionamiento». Además, «la propia exploración puede producir efectos no deseados al paciente: quemaduras por las bobinas de radiofrecuencia, o alteraciones acústicas o nerviosas por las bobinas de gradiente«.
Vigilancia constante
Aunque los incidentes graves en salas de resonancia magnética «son muy poco frecuentes», su impacto mediático y clínico sirve para recordar que la seguridad «nunca puede darse por sentada» recuerda la SERAM en alusión a lo ocurrido en el centro médico en Estados Unidos que notificaba el fallecimiento del hombre que entró a la sala de RM portando una cadena metálica. «Estos sucesos, aunque excepcionales, nos recuerdan que la seguridad en resonancia magnética exige vigilancia constante», apunta el doctor Valdés.
«Los campos magnéticos están siempre activos, incluso cuando no se están realizando exploraciones, y cualquier descuido puede tener consecuencias graves«, añade. Ante este tipo de situaciones, la SERAM insiste en la «necesidad de aplicar medidas de prevención claras y sistemáticas». Se trata de actuaciones «no negociables que deben formar parte del día a día en cualquier unidad de resonancia magnética».
Detector de metales
Cita, entre otras, el diseño de instalaciones con zonas de acceso restringido y controles físicos adecuados: la formación continuada del personal, con actualización anual de competencias y verificación previa de que pacientes y acompañantes no portan objetos metálicos o la aplicación de barreras múltiples, que incluyan formularios de seguridad, revisión por personal entrenado y detectores de metales como apoyo, no como única medida.
Los médicos apuestan por un registro sistemático incluso de los «casi incidentes» para mejorar los protocolos de forma continua
Además, enfatizan en la importancia de una monitorización activa, con registro sistemático incluso de los «casi incidentes» para mejorar los protocolos de forma continua. «La seguridad en resonancia magnética es un tema básico y se debe estudiar antes de instalar cualquier máquina«, apunta Valdés. Destaca, finalmente, la necesidad de «establecer unas políticas de seguridad específicas que tengan en cuenta que los campos magnéticos son permanentes, las salas están en un entorno clínico donde circulan muchos profesionales, pacientes y acompañantes, y los estudios son complejos y de larga duración«.
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