Borja Sémper
Borja Sémper es un político intersticial, de sutura, encargado de levantar los puentes cada vez más escasos con la otra mitad del bipartidismo. A continuación, estos caminos de enlace con el PSOE y el resto de España serán dinamitados por los radicales de un PP obsesionado en competir con la ultraderecha desde dentro.
Al anunciar como portavoz del PP que padece un tumor canceroso, Sémper ha contribuido más a la salud del país que a su política. También puede decretarse que la sinceridad del diputado popular es la única manera digna de recuperar una sociedad sana. De sacarla literalmente de los burdeles valleinclanescos, donde la han sumido sus principales representantes.
Las víctimas no son héroes por decreto, según mantiene la desdichada corrección política. Ahora bien, una desgracia puede afrontarse de manera heroica, y la humilde sinceridad de Sémper supera en efectividad a la mayoría de dirigentes sanitarios. En un panorama dominado por los contratistas de Koldo y de Montoro, la confesión equivale a una profesión de fe. Además de reforzar el vínculo del político guipuzcoano con la política, lo devuelve al papel incómodo que se ha visto obligado a jugar como portavoz dialogante en un país que aúlla.
La sociedad ha sido generosa por unanimidad frente a la voluntad de Sémper de luchar contra el infortunio. La esfera erróneamente titulada política se ha mostrado más ambigua. La ruptura de vínculos entre PP y PSOE se advierte incluso en los telegramas, que ahora se llaman tuits, de solidaridad con el enfermo. No se debe señalar personalmente dadas las circunstancias, pero se han marcado las distancias, se ha vuelto a comprobar que el rol imposible de enlazar a los contrarios sirve para que ambos bandos enfoquen al dialogante como un enemigo. España se pierde en los detalles.
Sémper es más de derechas de lo que aparenta, y eso que de entrada se llama Borja, toda una declaración de principios. El conservadurismo le aflora cuando habla por su boca, desprendido esporádicamente de la portavocía de otros. Su ansia dialogante no le surge desde luego de la ideología, le nace del temperamento. No piensa en sus rivales como enemigos, siente únicamente que están equivocados, y que pueden ser arrancados del error con un minúsculo empellón. Por otra parte, en un político no interesa tanto su esencia como su desempeño.
Los emparejamientos son libres salvo en un concierto de Coldplay, y Sémper recuerda al hoy eurodiputado Jaume Asens, al otro extremo del espectro. El PSOE también contaba con políticos transversales, antes de que se matricularan todos en la misma escuela de interpretación.
Cuando La Sexta era de izquierdas, Sémper aparecía como contrapunto en los debates a tomatazos contra Pablo Iglesias, dentro de la guerra de trincheras de la época gris de Mariano Rajoy. El dandy aguantaba impertérrito y a pie firme las andanadas sobre la corrupción de su partido, que seguramente no se lo ha perdonado a la vista de las portavocías actuales a voz en grito del PP.
Al igual que sucede con todas las personas obligadas a combatir tras la filas enemigas, véase el teniente general Gutiérrez Mellado en la Guerra Civil, también el portavoz popular ha sido la diana de acusaciones de traidor desde la retaguardia de su partido. Pese a ello, le cuadra el Sémper Fidelis del Cuerpo de Marines. No podría desengancharse del PP aunque quisiera, y eso que en ocasiones parece que le bastaría una leve excusa. Ni siquiera su lucha contra ETA en primera línea de combate, y todos se preguntaban en qué párrafo aparecería el terrorismo, le sirve de salvoconducto en un partido donde los portavoces auténticos se presentan en el Congreso con fotos de políticos socialistas asesinados por los terroristas.
El diagnóstico político de Sémper es demoledor para todo el país, porque no tiene cabida en un PP desgañitado. Elegante, ha ceñido la desatención obligatoria a la portavocía a su enfermedad, pero esa batalla no es la única de su biografía actual. A raíz del cumpleaños de su compañera Bárbara Goenaga, el diputado reconoce haberle prometido a la actriz que «mataría dragones» por ella, sin duda una manera peculiar de declararse enamorado en una era donde esos bichos solo aparecen en los videojuegos.
Entre los populares, hay quienes se apuntan a los espadazos no solo virtuales.
Dado que Sémper es un hombre, puede hablarse todavía de su atractivo físico, que sin duda le acarrea problemas en un partido celoso. «Te mereces mejores cumpleaños», le acaba de escribir a Goenaga. Pues bien, el diputado en tratamiento cumple los primeros cincuenta en enero, y también cabe desearle que los cincuenta siguientes sean incluso mejores.
Hay políticos con suerte, otros la merecen. Sémper se encuentra entre los segundos.