En Europa mueren cuatro veces más personas por calor que en Estados Unidos. Las gráficas de riesgo de mortalidad que comparan ciudades europeas y estadounidenses así lo reflejan: cuando la temperatura exterior sube por encima de los 30º, la curva de riesgo de mortalidad se dispara en Barcelona y Madrid, pero sube suavemente en Los Ángeles (California) y Reno (Nevada), las ciudades estadounidenses con las que se comparan. ¿El motivo? Mientras que en Estados Unidos el 91% de las viviendas tienen aire acondicionado, en España solo el 41% lo tienen. Los científicos advierten que el aire acondicionado salva vidas y que la necesidad de instalarlo aumentará a medida que las olas de calor sean más frecuentes e intensas, aunque recomiendan un uso responsable, ya que, aunque mitiga sus consecuencias sobre la salud, también incrementa el calentamiento global.
Galicia, La Rioja, Asturias y Cantabria, regiones caracterizadas históricamente por temperaturas suaves, fueron las comunidades más afectadas por las altas temperaturas. Una mayor vulnerabilidad climática que se atribuye a una menor adaptación estructural y social frente a episodios de calor extremo, y ahí entra el aire acondicionado: mientras que Baleares (50%), Madrid (46%) y Andalucía (44%) tienen los mayores porcentajes de estos equipos instalados en viviendas, según datos de Idealista, Asturias y Cantabria rondan el 1% y Galicia no llega al 2%.
La falta de una «cultura del calor» en el norte de España y en buena parte de Europa, que incluye la ausencia de aire acondicionado –del que, por el contrario, se suele abusar en Estados Unidos– disparan la mortalidad. Entre 2000 y 2019, una media de 83.000 europeos occidentales perdieron la vida cada año como consecuencia del calor extremo, en comparación con 20.000 norteamericanos. Estas cifras proceden de un reciente artículo del geógrafo y periodista de datos británico John Burn-Murdoch en el !Financial Times», titulado «Gran Bretaña y Europa necesitan tomarse en serio el aire acondicionado».
Olas de calor más frecuentes
«Si bien un diseño cuidadoso de los edificios, la refrigeración pasiva y otras adaptaciones pueden ofrecer cierta protección, una vez que las temperaturas suben lo suficiente, solo el aire acondicionado puede marcar una diferencia real. Como resultado, con el rápido aumento de la frecuencia de las olas de calor en todo el mundo, la gran diferencia entre Estados Unidos y Europa en el uso del aire acondicionado se refleja en una disparidad sorprendentemente amplia en las muertes relacionadas con el calor», señala Burn-Murdoch, que basa sus argumentos en estudios científicos.
«No hace ni falta ir a ese triste dato [el de la mortalidad], porque la afección sobre el sueño y en el día a día es tremenda y afecta a toda la población, especialmente a la vulnerable por pobreza energética. Al final, a ciertas temperaturas exteriores, o tratas térmicamente (aire acondicionado), o hay sobrecalentamiento», comenta a Faro de Vigo Miguel Ángel Campano, profesor titular de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Sevilla. Este experto en acondicionamiento ambiental, confort térmico y eficiencia energética señala que otro problema es que, con el calor, «se cierra todo a cal y canto y sube la incidencia de enfermedades respiratorias», como el covid, que repunta precisamente en verano.
Comparativa de riesgo de mortandad aire acondicionado / Hugo Barreiro
Campano recuerda que «hay múltiples estudios que relacionan rendimiento cognitivo en oficinas y centros educativos con la temperatura». En Estados Unidos comprobaron que las notas de los exámenes de secundaria bajan en los días calurosos. Lo mismo ocurre con la productividad de quienes trabajan en oficinas, que alcanza su punto máximo alrededor de los 21°C y cae rápidamente a medida que sube la temperatura.
Miguel Ángel Campano advierte que, «a partir de cierta temperatura exterior, o ponemos el aire, o toca padecer», porque «la arquitectura pasiva tiene un límite». Añade que no es lo mismo diseñar espacios para vivienda que para otros usos: «Una oficina tiene un uso diurno con mucha mayor carga interna por ocupación y ordenadores, así como una mayor necesidad de ventilación».
En España, el Real Decreto 486/1997 establece que la temperatura de los locales donde se realicen trabajos sedentarios propios de oficinas o similares estará comprendida entre 17 y 27° C. Así, en invierno, dado que se lleva ropa de abrigo, la temperatura debería mantenerse entre 17 y 24° C. En verano, al usarse ropa ligera, la temperatura debería estar comprendida entre 23 y 27° C.
«Los aparatos de aire acondicionado son tecnologías útiles que salvan vidas y cuya necesidad aumentará a medida que las olas de calor sean más frecuentes e intensas. Pero no hay que perder de vista que también son un componente del aumento del calentamiento global, por lo que deben utilizarse con prudencia y moderación», señala en un reciente artículo en «The Conversation» Nolwenn Le Pierrès, profesora de la Universidad Saboya Mont Blanc (Francia). Además de elevar el consumo eléctrico, esta experta en energía recuerda que, al extraer aire caliente del interior y liberarlo al exterior, eleva la temperatura en las calles, aumentando el «efecto isla de calor» de las ciudades.
En definitiva, el uso del aire acondicionado seguirá suscitando debates entre sus defensores y detractores. Lo que no tiene discusión es que salva vidas.
Solo el 3% de la mortalidad asociada a las altas temperaturas se produce por un golpe de calor
«El calor extremo provoca desde afecciones leves como la falta de sueño o cansancio hasta el agravamiento de enfermedades crónicas y, en última instancia, la muerte por dicho agravamiento o por golpe de calor», señala el Ministerio de Sanidad en su guía «Salud y calor», publicada este verano. Las olas de calor provocan un aumento promedio del 10% de los ingresos en urgencias, pero en algunas enfermedades los ingresos llegan a duplicarse.
En cuanto a las muertes atribuibles al calor, son «fallecimientos debidos a agravamiento de patologías que pueden asociarse estadísticamente al calor», explica Sanidad, que matiza que esta mortalidad atribuible al calor es entre 20 y 30 veces superior a la mortalidad por golpe de calor, esto es, a la descompensación extrema de los sistemas de termorregulación. De hecho, solo el 3% de la mortalidad asociada al calor se produce por un golpe de calor.
Siete de cada diez españoles evitan encender el aire por miedo a que dispare la factura
Mientras que Europa es reacia al aire acondicionado por su consumo eléctrico, en EEUU se utiliza sin medida, algo que «lleva a disparates energéticos», señala el doctor arquitecto Miguel Ángel Campano, experto en confort térmico y eficiencia energética. «Aquí se cree que poner el aire acondicionado consume mucho, pero en el sur, el uso de radiadores eléctricos, o de «aceite», no se ve mal cuando consumen 4-5 veces más. El aire acondicionado, actualmente, es muy eficiente: por cada kW eléctrico que consume un aire acondicionado de los actuales puede entregar 3,5-4 kW energéticos, cuando un radiador eléctrico consume 2 kW y entrega 2kW. Un reciente estudio de Samsung señala que 7 de cada 10 españoles evitan encender el aire por miedo a que su uso dispare la factura eléctrica. Curiosamente, ese mismo porcentaje (71%) reconoce no saber cuánta energía consume realmente su equipo de climatización.
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