Ivana Icardi se ha convertido en una celebridad en nuestro país, gracias a su paso por los realities Gran Hermano Vip y Supervivientes, que la han permitido afianzarse en su profesión de modelo, influencer internacional y poder dar sus primeros pasos como cantante. Si bien ella misma reconoce que ser hermana de un futbolista top como Mauro Icardi, actualmente en las filas del Galatasaray tras su paso por la Sampdoria, Inter de Milán y PSG , le sirvió para dar ese primer salto a la órbita del famoseo y de la prensa rosa. Poco a poco ha sido capaz de labrarse un nombre por sí misma e ir cumpliendo todos sus sueños.
En la Isla se conoce el pasado de su hermano por el Vecindario, donde con 500 goles es uno de los máximos goleadores históricos de los equipos de base del conjunto blanquinegro, antes de recalar en la Masía para terminar de forjarse en el Barcelona. A pesar del apego de ambos a la Isla, la conocida influencer confiesa que «siento decirle a los aficionados de la UD Las Palmas que no veo a Mauro jugando en su equipo , sino volviendo en su momento para retirarse jugando en Argentina».
Pero pocos conocen la historia paralela de Ivana, que comenzaba a jugar al baloncesto un poco por casualidad en el CB Suresanta, para pasar posteriormente al CB Islas Canarias o el Caja Canarias, como se conocía por aquel entonces, donde se convirtió en campeona de España, compartiendo vestuario con figuras de la talla de Astou Ndour, Leticia Romero o Maite Cazorla, entre otras.
De su infancia en Vecindario recuerda a sus «amigas, el baloncesto, horas y horas entrenando, partidos, el pasar al instituto, el venir a la capital para seguir jugando al baloncesto, son recuerdos que a pesar de haber pasado unos 15 años siguen estando muy presentes en mi y ha sido el mejor lugar para poder desarrollarme».
Una alero apasionada y guerrera
Quienes la vieron jugar como alero la recuerdan como una buena jugadora, a lo que la propia Ivana responde que «era una jugadora muy apasionada, muy luchadora, no sé si tan buena como esas jugadoras que no paran de meter canastas, pero yo defendía, iba a los rebotes, hasta el último balón». «Se me conocía en la Isla porque mis rodillas quedaban marcadas en todos los pabellones, porque era tan luchadora y tenía tantas ganas de ganar, de jugar y de hacerlo bien, que al final eso fue lo que me convirtió en una buena jugadora, por la actitud», recuerda.
Rememora de aquella época que «el Caja era una cosa muy loca, me tocó una generación que todas éramos tan buenas, tan luchadoras, que cuando entrábamos en el pabellón la gente se quedaba con los ojos abiertos, porque nos temían, porque lo ganábamos todo y cuando íbamos perdiendo a poquito remontábamos el partido y terminábamos ganando, por eso encajaba a la perfección con mi pasión y ese espíritu competitivo».
Aquel vestuario rememora Ivana que «todas destacábamos, éramos todas buenas porque cuando cambiabamos a una la que salía resolvía el partido, aunque en el caso de Astou, Leti o incluso Maite, ya se las veía que iban a ser estrellas, lo hacían todo tan fácil y eran tan inteligentes, tenían tanto talento que nos resolvían los partidos, mientras que yo era más loca y a lo mejor hacía un placaje y me terminaban expulsando».
«Guardo el contacto todavía con Astou y con Leti, Maite estaba con su grupito de niñas más pequeñas, incluso le puedo decir que en aquella época Leti era mi mejor amiga», resalta.
El final a su aventura con el balón naranja llegó a los 17-18 años, en su opinión «influyó mucho mi entrada a la universidad, me empecé a interesar más por los chicos, por la vida social y en mi cabeza pensaba que no iba a ser jugadora profesional de baloncesto, era un esfuerzo que en aquel momento me hizo cambiar mi camino y llegar a dondes estoy hoy».
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