Las orcas (Orcinus orca) son animales muy inteligentes. Son capaces de reconocerse a sí mismas en un espejo, de resolver problemas, de aprender nuevas habilidades rápidamente y de comunicarse de manera compleja. También son complejos sus comportamientos sociales y desarrollan técnicas de caza sofisticadas y cooperativas. Pero lo que nunca hasta ahora se había documentado es que fueran capaces de fabricar y utilizar herramientas para rascarse la espalda unas a otras y acicalarse.
Investigadores del Center for Whale Research (CWR) y la Universidad de Exeter observaron a las orcas residentes en el mar de Salish (Estados Unidos) modificar activa y conscientemente tallos de algas pardas (Nereocystis luetkeana) para frotarse mutuamente la piel, un comportamiento bautizado como ‘alokelping’.
El hallazgo, publicado en la revista ‘Current Biology’, supone la primera evidencia de fabricación de herramientas por mamíferos marinos y revela una complejidad social inesperada en esta población de orcas, en situación de peligro crítico.
Orca saltando. / Mlewan
Práctica cultural extendida
Entre el 10 de abril y el 27 de julio de 2024, los investigadores, ayudados por drones, captaron 30 episodios de ‘alokelping’. Las orcas mordisqueaban el extremo estrecho de un alga intacta, aprovechando la resistencia del agua y el movimiento de su cuerpo para desprender un segmento corto, revela el estudio.
Posteriormente, un individuo colocaba el fragmento sobre su hocico, lo presionaba contra el flanco de un compañero y ambos rodaban coordinadamente manteniendo el alga entre sus cuerpos. Cada contacto duraba una media de 32 segundos, con sesiones de hasta 12 minutos, recoge el documento.
«Las cámaras aéreas nos permiten ver lo que era invisible desde barcos o la costa. Al revisar videos de primer plano, notamos un ‘palito marrón’ entre dos orcas en contacto. Al analizar más material, comprendimos que frotar algas entre sus cuerpos no era un hecho aislado: ocurría constantemente«, señala Rachel John, coautora del estudio
«El tallo del alga es firme pero flexible, como una manguera de jardín llena de agua, con una superficie exterior resbaladiza. Sospecho que estas características lo convierten en una herramienta de acicalamiento ideal«, apunta Michael Weiss, autor principal del estudio, quien subraya la sofisticación del proceso.

Pareja de orcas. / EFE / U. Brodde / FLP
Comportamiento generalizado
«Este comportamiento difiere radicalmente del ‘kelping’ (juego solitario con algas reportado en ballenas), ya que implica modificación intencionada del material y cooperación social», destaca el investigador. El ‘alokelping’ fue observado en orcas de todas las edades, sexos y en los tres grupos sociales observados, sugiriendo que es una práctica cultural extendida.
El análisis de uno de los grupos (el más estudiado) reveló que los individuos preferían acicalarse con parientes maternos cercanos y ejemplares de edad similar. «Lo que encuentro notable es lo generalizado que está este comportamiento en la población. Todas las pruebas apuntan a que es una parte importante de sus vidas sociales«, señala Weiss.
Los científicos plantean dos funciones principales de este comportamiento: fortalecer vínculos y mantener la salud dérmica.»Sabemos que el tacto es muy importante. En primates –incluidos los humanos– el tacto reduce el estrés y ayuda a construir relaciones. Las orcas suelen hacer contacto con otros miembros de su grupo, pero usar algas así podría potenciar esa experiencia», indica Darren Croft, coautor del estudio.
Además, las algas pardas poseen propiedades antibacterianas y antiinflamatorias, y el movimiento de fricción ayuda a eliminar piel muerta, algo similar al ‘frotamiento en playas’ observado en orcas residentes en otras zonas de la costa norteamericana.

Orcas junto a una embarcación de Salvamento Marítimo. / EFE / J. M. Caballero
Amenazas críticas
El estudio alerta sobre amenazas críticas a las que se enfrenta la especie. La población de orcas residentes del sur cuenta con solo 73 individuos (censo de julio de 2024) y no se reproduce con otras poblaciones. Su supervivencia depende del salmón Chinook, cuyo declive por sobrepesca, represas y cambio climático las ha llevado al borde de la extinción.
«Bajo el statu quo, todas nuestras proyecciones indican que la población continuará disminuyendo. A menudo pensamos en la biodiversidad en términos de proteger la variación fenotípica, pero conservar la variación cultural y conductual puede ser igual de importante», apunta Weiss.
A todo esto se suma la reducción de los bosques de algas –su ‘taller de herramientas’– por el calentamiento oceánico. «Estos nuevos resultados destacan una amenaza adicional para la supervivencia de las orcas residentes en el sur: los bosques de algas donde seleccionan sus herramientas de acicalamiento están en declive«, destaca Croft.
«Si las perdemos (a estas orcas), perdemos mucho más que 73 animales o un linaje genético. Perdemos una sociedad compleja y un conjunto único de tradiciones culturales», alerta Weiss.
Canadá ya protege las playas donde las orcas del norte realizan frotamientos y los autores sugieren medidas similares para los hábitats de algas en el sur. El equipo planea nuevos estudios para verificar los beneficios del «alokelping» en la salud dérmica y la cohesión social.