María Fernández Benítez, más conocida como Terremoto, en el ADDA. / RAFA ARJONES
Pues sí, una sacudida impetuosa la de la jerezana María Fernández Benítez, más conocida como Terremoto, apelativo que han utilizado otros artistas como su abuelo y su padre sin ir más lejos. En ella reside la fuerza de la tradición y le interesa indagar otras vías. Transita por el sendero de la emotividad y también circula con alborozo si se tercia. Transmite energía. Los espectadores la acogieron de buen grado y la cantaora recibió grageas de optimismo en forma de grandes aplausos.
Se trata de Manifiesto, que se refiere a su segundo álbum, producido por el guitarrista Yerai Cortés, tras La huella de mi sentío después de seis años. Es una mujer joven con amplio futuro artístico por delante. El dolor, el amor, el desamor, la pena, el miedo, la ira o las dudas anidan en su cante. La crisis en un clima de confusión personal, que la tuvo.
Los temas del disco son A la muerte (interpretado sin acompañamiento instrumental), Alma no salgas del cuerpo, Soñé que la nieve ardía, Te llevaste mis tormentos, Pintan mi vida en color, Murmuraorx, Miraíta y Reina. Expresa con profundidad, desparpajo, sensibilidad y un chorro de pulcra voz. Excesiva quizá con el refuerzo del micro. Lleva dentro lo que hace, en su ADN, y necesita dar a luz, contar y cantar al público sus cosas de verdad, momentos peores y mejores.
En esa tarea tiene el inestimable apoyo del guitarrista Nono Jero y de las palmas de Juan Diego Valencia y Manuel Cantarote. Las cuerdas mágicas ponen el toque, y las percusiones con las manos contribuyen también a redondear las jugadas de María Terremoto. El sabor clásico se viste en ocasiones con trazos contemporáneos. Y desnuda sus sentimientos, como así fue con la melódica y bella canción de Rosana, Si tú no estás aquí.
Es autora de las letras, salvo algunos fragmentos populares, y cantando los palos flamencos se libera y ayuda a que los amantes del género se liberen en una especie de depuración colectiva. Porque sabe estimular la esperanza y alejar las miserias de algún modo, en una puesta en escena variada y que incluye la proyección de un vídeo donde se presenta a una María purificada por el agua.
Ocasionalmente toca el teclado mientras canta y afirma: «Que me perdone si hay algún pianista en la sala». Unas cantaoras estuvieron antes y otras habitan en la actualidad. Terremoto pretende llegar a su generación (no en este caso) y que la gente se identifique al oírla. Más que circular por nuevas direcciones, lo suyo es un cante flamenco ligeramente evolucionado y con el particular estilo de sus raíces y alas que invadieron a la enfervorizada afición que se dio cita en el Auditorio de Alicante.
La juerga flamenca no podía faltar con la participación de los aficionados a este viejo arte andaluz nacido a finales del siglo XVIII. Ahora bien, el jazz, en un ciclo de conciertos como este, brilla por su ausencia. Su padre no estuvo acompañándola físicamente en el escenario, pero sí latió su espíritu.