Miguel Induráin fue el último gran campeón del ciclismo puro para muchos aficionados. El navarro dominó cinco Tours de Francia consecutivos entre 1991 y 1995 con una autoridad serena, alejado de las sospechas que más tarde ensombrecerían una época entera del deporte. Ahora, casi tres décadas después, uno de sus mayores rivales en aquella época, el danés Bjarne Riis, removió los fantasmas del pasado con una confesión cruda: «Estaba dopado hasta las trancas cuando gané el Tour«.
Riis se impuso en el Tour de Francia de 1996 (años después le retiraron la victoria), justo la edición posterior al último título de Induráin. Lo hizo tras una temporada marcada por el cambio de ciclo, el desgaste del navarro y la irrupción de corredores como Ullrich, Virenque y Pantani. Sin embargo, la victoria del danés siempre estuvo bajo sospecha. Ya en 2007, confesó el uso de EPO durante años. Lo que ha sorprendido ahora ha sido el tono: sin filtro, sin matices, sin justificaciones.
Durante una charla en un foro deportivo en Copenhague, Riis dijo textualmente: «Estaba completamente dopado. Yo sabía lo que hacía. No me arrepiento porque fue parte de ese tiempo y de un sistema que todos aceptamos en silencio«. La afirmación, lejos de querer limpiar su imagen, parece tener un efecto catártico, como si Riis necesitara expiar algo que sigue presente.
Para los aficionados españoles, esta revelación tiene un sabor amargo. Riis fue uno de los pocos que llegó a mirar de tú a tú a Induráin en su última etapa como dominador. En el Tour de 1995, el danés fue tercero, solo por detrás del navarro y del suizo Alex Zülle. Ya entonces, su rendimiento en montaña generó más de una ceja levantada.
El recuerdo más impactante de aquel Tour 1996 fue su ataque demoledor en Hautacam, donde reventó la carrera. Esa jornada es hoy vista como uno de los momentos más turbios del ciclismo moderno. Riis subía mirando a cámara, sin apenas esfuerzo aparente. Muchos vieron en esa imagen el inicio de la «era EPO». Años después, los análisis confirmaron las sospechas.
La figura de Riis ha sido polémica desde entonces. Como director del CSC fue mentor de corredores como Ivan Basso o Carlos Sastre, y su nombre siempre ha estado ligado a estructuras de dudosa ética competitiva. Su confesión de estos días, sin embargo, ha devuelto a la conversación el contraste con figuras como Induráin, que nunca dieron positivo ni estuvieron bajo investigaciones formales.
Un secreto a voces que no cambiará el palmarés
En redes sociales, los aficionados no han tardado en reaccionar. «Todo el mundo lo sabía, pero que lo diga así duele«, decía un usuario. Otros, más viscerales, reclamaban que se le retire oficialmente el Tour. Pero muchos otros aprovecharon para reivindicar la figura de Induráin: «Ahora más que nunca, lo de Miguel tiene aún más valor«.
La confesión de Riis no cambiará el palmarés, pero sí reabre heridas. Y confirma que, aunque el ciclismo ha evolucionado, su pasado todavía no está del todo cerrado.