Transformar las vías de tren abandonadas en una nueva fuente de energía renovable. El «ferrovoltismo» llega a Francia para revivir más de 7.000 kilómetros de líneas de tren «no circulables». La sociedad estatal francesa responsable de las líneas ferroviarias (SNCF) trabaja desde hace años en un proyecto inspirado en el programa sueco Sun-Ways en el que buscan revalorizar las líneas ferroviarias actualmente inutilizadas para darles una segunda oportunidad.
Así nació Solveig, una iniciativa francesa con la que pretende abastecer de electricidad a trabajos de construcción o infraestructuras aisladas, gracias a las placas solares instaladas en las vías de tren no operativas. «Sin obra, sin base y sin impacto», afirman desde SNCF para explicar que los paneles descansan sobre una especie de carros equipado con rodillos que les permiten deslizarse sobre los raíles, antes de ser fijados mediante un sistema de sujeción en las vías. «La reversibilidad es un factor esencial. Los paneles no ocuparán permanentemente las carreteras donde estén instalados», explica Romaric Quentin, ingeniero y codirector del proyecto Solveig.
Por el momento, Solveig se encuentra en un periodo de prueba que empezó el pasado 17 de enero y que se prolonga hasta julio. Su instalación en el centro técnico de Achères (noroeste de París) es temporal y busca «responder a una necesidad puntual y local de suministro de energía renovable, como por ejemplo un sitio de mantenimiento». En caso de que los resultados sean positivos, se implementará a «gran escala».
Producir 1.000 megavatios para 2030
Solveig es un guiño a los «caminos del sol» escandinavos y promete ser el primer proyecto de «ferrovoltismo» en Francia, con el que se revolucionará las infraestructuras inutilizadas. La compañía de trenes estima que con esta iniciativa se podrán producir 1.000 megavatios de capacidad fotovoltaica de aquí a 2030, lo que representa entre el 15 y el 20% de las necesidades eléctricas de la compañía de trenes.
SNCF quiere ir más allá, y ya está explorando la manera de aprovechar al máximo sus infraestructuras, con paneles solares en marquesinas o en los tejados de las estaciones, e incluso instalaciones a lo largo de las vías, para aprovechar la vasta superficie de terreno de red ferroviaria.
La Petite Ceinture de París
Iniciativas como esta no son nuevas en Francia. En 2017, París abrió al público varias secciones de la Petite Ceinture, «el pequeño cinturón», para que los parisinos pudieran aprovechar los 32 kilómetros de vía de tren abandonada que circunvala la capital francesa.
Esta línea ferroviaria fue construída en 1852 para transportar las mercancías sin necesidad de pasar por el centro de la capital gala. A partir de 1862, se abrió a los viajeros, ofreciendo servicios circulares a través de los barrios periféricos de la ciudad, hasta 1993 cuando dejó de funcionar.
Después de años de abandono, la Petite Ceinture revivió gracias al Ayuntamiento de París y a varias asociaciones de vecinos, que impulsaron la creación de senderos peatonales y jardines urbanos en las vías de tren e incluso cine al aire libre en verano.
Uno de esos tramos se encuentra en el distrito 17 de París, donde los vecinos han instalado un pequeño huerto en los bordes de las vías y unas mesas, donde pasan las tardes reunidos jugando a juegos de mesa y tomando un aperitivo.