Cuando el calor aprieta en el sureste de la Isla, la playa de Arinaga es el refugio de los vecinos de la zona y, a su vez, del casco de Agüimes que, ahogados por las altas temperaturas, huyen hacia la costa en busca de una ráfaga de aire — a poder ser fresco — y, así, ahuyentar el mal humor que el bochorno les produce.
“En verano no se podría vivir aquí si no hiciese viento”, explica Paqui Sosa, originaria de Arinaga y amante de su playa que, para ella, es una de las mejores de Gran Canaria. Tras una semana con termómetros que superaron con éxito los 35 grados y donde el bochorno no parecía perder la batalla, Sosa ha optado desde el primer día de la ola de calor por frecuentar el lugar. “Llevo viniendo desde el lunes y pretendo seguir haciéndolo”, asegura. Dos horas en la playa no son suficientes para batallar contra la gota de sudor que cae por la frente de los habitantes del sureste de la Isla y, por eso, la arinaguense está de remojo “casi el día completo”. “Ayer, por ejemplo”, continúa, “el reloj marcaba las ocho de la tarde y yo aún estaba metida en el agua”.
El viento, en Arinaga, se ha convertido en el mejor amigo de los vecinos que habitan en el paseo marítimo y en el resto del municipio durante estos días de alerta. “Los jóvenes se quejan del aire que corre siempre pero, bajo mi punto de vista, eso es lo que caracteriza el lugar y nos salva de ser un horno”, reitera. Muchos locales afirman que, en realidad, “la playa es de invierno” porque, a partir de septiembre, el viento desaparece por completo. Sin embargo, este factor meteorológico es el salvavidas de los residentes en verano. “Desde que sales de aquí y empiezas a subir un poco hasta la zona más elevada de Arinaga, ya no corre aire y te asas”, subraya Sosa. Por eso, la mejor zona para evadirse de las altas temperaturas es cerca del mar. “Muchas personas alquilan viviendas en primera línea de playa durante todo el año y luego, cuando llega junio, ya no las alquilan más y vienen los propietarios a pasar aquí el verano”, revela. De esta forma, todos intentan prepararse para sobrevivir a la ola calor presente pero, sobre todo, a las futuras.
El viento, nuevo ventilador
Yesenia Suárez se ha desplazado desde el interior de Agüimes hasta Arinaga porque, en su casa, el aire acondicionado ha dejado de hacer efecto. “Aunque tengo aire en casa, eso ya no alivia tanto calor, es imposible”, manifiesta. No contenta con la ventilación del aparato, puso rumbo hacia la playa porque sabía a ciencia cierta que, ahí, el viento sopla con fuerza y, por ende, la sensación de calor se minimiza. A pocos kilómetros de su residencia se encuentra la piscina municipal de Temisas y, aunque le queda incluso más cerca que la playa, se niega rotundamente a ir. “¿Yo?¿A Temisas? ¡Pero si ahí hace incluso más calor!”, exclama. Hasta que las temperaturas bajen y el bochorno desaparezca, Arinaga será la segunda casa de Suárez. “Yo me traigo un poco de fruta para comer y algo para refrescarme, no necesito más”, reconoce. Esta es la última estrategia que le queda para aliviar el mal humor provocado por “la calufa”.
“Aunque tengo aire en casa, eso ya no alivia tanto calor, es imposible”
Octavio Víctor observa con detenimiento el curso de la marea porque es fiel amante de la pesca. No es de Arinaga, tan siquiera de cerca, pero se conoce el lugar al milímetro, como si hubiese nacido en la arena que recubre la orilla. “En esta parte de la playa es donde menos viento hace y, cuando la marea está llena, bañarte aquí es un lujo”, confirma mientras señala el tramo al que se refiere con su mano. Para él, el día está estupendo porque las temperaturas están algo más bajas que los anteriores y, además, el viento no sopla con tanta fuerza como de costumbre. “Yo vengo de Arucas y, sinceramente, no me importaba nada como estuviese el tiempo”, aclara. Ni el viento, ni el calor, van a impedir a Octavio Víctor disfrutar de su querida playa. “Siempre se sabe que cuando hace viento en algún lugar de la Isla, aún va a hacer más viento aquí, es pura lógica”, machaca. Arinaga es, en este caso, una playa óptima para pescar, con un tramo más protegido del aire y, sobre todo, con una brisa que sopla con fuerza para las personas más calurosas.
Paqui Sosa junto a su sobrina en la playa de Arinaga / José Carlos Guerra
“Esta semana ha sido muy dura aquí”, resalta Jesús Pérez, vecino de la zona. Cree firmemente que el jueves ha sido el día más caluroso de este año y, si se apura, del anterior también. “Yo no recuerdo ningún día con tanto calor como ayer en los últimos años, es que era insoportable”, remarca. Lleva días acudiendo a la playa a darse “baños, baños y más baños”. Ahora, que las temperaturas han bajado un poco, el plan es venir a pasear y tomar helados o batidos fresquitos. “Hoy no traigo ni toalla ni nada, porque me apetecía más sentarme en la avenida”, insiste. Con su batido recién acabado y una interesante charla con amigos, disfruta del final de la ola de calor con unas vistas inmejorables.
“Yo salí del gimnasio y, cuando vi el calor que hacía, cogí las cosas y me vine directo a la playa”, relata Yeray Socorro. Fue temprano a entrenar porque es uno de los muchos que, durante la noche, no pudo pegar ojo del calor que hacía. “Eso no se solucionaba ni con las ventanas abiertas”, bromea. Es de la zona alta de la localidad y, ahí, no corre tanto el aire. “Ayer el termómetro marcó en mi casa los cuarenta y seis grados”, se queja. Aunque suele frecuentar la playa de Arinaga todos los meses del año, este calor ha sido el condicionante para que Socorro, durante esta semana, haga doble sesión de chapuzón. “Vengo por la mañana, vuelvo a casa a comer y, por la tarde, regreso otra vez”, concluye.
Loli Santana cuenta con un muy buen compañero en su “jornada anti-calor”: un cubo de cervezas con mucho hielo. Se desplazó desde la capital hasta Arinaga en busca del viento y lo encontró. “Siempre que suben las temperaturas vengo porque confío en el viento”, reconoce. Aunque la capital está repleta de playas, ninguna cumple con la misma particularidad. Con un buen picoteo, charleta, bebida fresca y brisa, a Santana no le importa que el mercurio ascienda hasta los cuarenta grados.
Arinaga, si eso sucede, acogerá a todos los canariones que, como ellos, acuden a su avenida, mar y arena para refugiarse de una Isla que, desde hace varios días, es castigada por una ola de calor que parece no tener fin. Eso sí, sin sombrilla para que no se eche a volar.