En un mundo sin información clara sobre las ideas políticas de los demás, nuestro cerebro utiliza un atajo sorprendente: asumimos que héroes como Harry Potter o Spider-Man son de nuestro equipo político, mientras que villanos como Darth Vader o Cruella de Vil pertenecen al partido contrario. Un estudio revela que este sesgo, a menudo inconsciente, moldea nuestra visión del mundo más de lo que creemos.
En un mundo cada vez más polarizado, la afiliación política de una persona puede influir enormemente en cómo la percibimos y tratamos. Sin embargo, en la mayoría de nuestras interacciones diarias, no conocemos las ideas políticas de los demás. ¿Cómo llenamos ese vacío de información? Un nuevo estudio, publicado en la revista Political Science Research and Methods, explora este fenómeno y revela un poderoso sesgo mental: tendemos a asumir que las personas que admiramos comparten nuestras ideas políticas, mientras que aquellas que despreciamos pertenecen al bando contrario.
Este proceso, denominado proyección política motivada, sugiere que nuestras simpatías y antipatías personales actúan como un filtro a través del cual «proyectamos» una identidad política sobre los demás, a menudo sin ninguna evidencia real.
¿Por qué proyectamos nuestras ideas en los demás?
La investigación se basa en la teoría de la proyección social, según la cual las personas tienden a asumir que los demás son similares a ellas. No obstante, los autores del estudio argumentan que, en el ámbito político, esta proyección no es neutral, sino que está «motivada» por la necesidad de proteger y reforzar la imagen positiva de nuestro propio grupo (nuestro partido o ideología).
Según la teoría de la identidad social, sentir que pertenecemos a un grupo nos proporciona autoestima. Por ello, buscamos mantener una visión positiva de nuestro «endogrupo» (el grupo al que pertenecemos). Cuando nos encontramos con una persona que nos parece admirable o virtuosa —un «héroe»—, asociarla con nuestro grupo político refuerza la imagen positiva de este. Por el contrario, si nos topamos con alguien que actúa de manera despreciable —un «villano»—, atribuirle la identidad del «exogrupo» (el grupo rival) nos ayuda a mantener la distinción y la supuesta superioridad moral de nuestro propio bando. Este mecanismo de defensa se conoce como contraproyección.
Los investigadores sostienen que la contraproyección, impulsada por la animosidad hacia el rival, es a menudo un motor más potente que la simple afinidad con los que consideramos «buenos».
Experimento 1: Adivinando la política de personajes de ficción
Para poner a prueba su hipótesis, los autores llevaron a cabo un ingenioso experimento visual con participantes de Estados Unidos y el Reino Unido. Mostraron imágenes de personajes muy conocidos de la cultura popular (del universo Marvel, Harry Potter, Disney, etc.) y pidieron a los encuestados que adivinaran a qué partido político apoyarían (Demócrata/Republicano en EE. UU. o Laborista/Conservador en el Reino Unido) estos personajes de ficción.
Los personajes se dividían claramente en héroes y villanos. Los resultados fueron contundentes y consistentes en ambos países.
Los participantes tendían a proyectar su propia afiliación política en los héroes. Por ejemplo, un votante demócrata era más propenso a pensar que Iron Man o Dobby serían demócratas. Por el contrario, atribuían la afiliación del partido rival a los villanos. El mismo votante demócrata tendería a creer que un villano como Scar o Voldemort sería republicano.
Este efecto era aún más pronunciado entre las personas con una identidad partidista más fuerte. Cuanto más se identificaba una persona con su partido, más probable era que viera a los héroes como aliados y a los villanos como enemigos políticos.
Experimento 2: El político virtuoso frente al corrupto
Para comprobar si este sesgo se manifestaba en un contexto más realista, se realizó un segundo estudio en el Reino Unido. A los participantes se les presentó la historia ficticia de un concejal local cuya afiliación política nunca se mencionaba. A un grupo se le dijo que el político había robado dinero de una organización benéfica (el villano), mientras que al otro se le contó que había donado una gran suma de su propio bolsillo a la misma entidad (el héroe).
Posteriormente, se les hicieron preguntas sobre el texto, incluyendo una pregunta trampa sobre la afiliación política del concejal. Aunque la información no existía, una parte de los encuestados afirmó «recordarla».
Los hallazgos confirmaron los del primer estudio: los participantes tendían a «recordar» que el político corrupto pertenecía al partido de la oposición. Por el contrario, asociaban al político virtuoso con su propio partido. El estudio demostró que la contraproyección era más fuerte. Es decir, la gente estaba más convencida de que el «malo» era del otro bando que de que el «bueno» era del suyo. Esto sugiere que la aversión al rival político es un factor clave en este sesgo.
Referencia
Heroes and villains: motivated projection of political identities. Stuart J. Turnbull-Dugarte and Markus Wagner. Political Science Research and Methods, 19 March 2025. DOI:10.1017/psrm.2025.10
Implicaciones en un mundo polarizado
Esta investigación tiene implicaciones profundas para entender la polarización afectiva, que no es otra cosa que la creciente hostilidad entre simpatizantes de distintos partidos. El estudio revela un posible círculo vicioso: si asumimos que las personas con comportamientos negativos son del bando contrario, reforzaremos constantemente nuestros estereotipos y prejuicios sobre ese grupo. Cada noticia sobre un acto inmoral puede ser inconscientemente atribuida al rival, alimentando la animosidad y haciendo el diálogo más difícil.
Curiosamente, un análisis exploratorio del estudio sugiere que los votantes de izquierda (demócratas en EE. UU. y laboristas en el Reino Unido) son más propensos a realizar esta proyección motivada que los votantes de derecha. Los autores especulan que esto podría deberse a que, en la actualidad, estos grupos tienden a mostrar niveles más altos de animosidad hacia sus oponentes políticos.
Sin embargo, los autores también señalan un resquicio de esperanza. Si gran parte de nuestra animosidad se basa en proyecciones erróneas, corregir esas percepciones falsas podría ser una vía eficaz para reducir la polarización. Al tomar conciencia de este sesgo, podemos empezar a cuestionar nuestras suposiciones y juzgar a las personas por sus acciones individuales, en lugar de por la etiqueta política que, a menudo sin fundamento, les hemos asignado.