Tras años en silencio discográfico, Dasoul vuelve con un álbum que no busca el hit fácil, sino la conexión profunda. Donde se junta el mar con el cielo es un viaje emocional hacia sus raíces, su barrio —Los Caserones—, y una declaración de identidad en forma de música. En esta conversación sin filtros, el artista canario se desnuda como nunca antes: habla del peso del pasado, del barrio que lo formó, de lo que ha ganado y perdido por el camino; y de por qué, esta vez, ha decidido dejar de esconder a Karim y sus inquietudes en el mundo detrás de Dasoul.
Su nuevo álbum se titula Donde se junta el mar con el cielo. ¿Qué significa para usted este título y qué quería transmitir con él?
Para mí este título representa muy bien a mi barrio, de donde yo soy, Los Caserones. Es el título con el que intento definir lo que significa mi barrio para mí. Quise llamar Los Caserones al álbum, pero creo que Donde se junta el mar con el cielo lo define mejor: en días como hoy, que hay calima y ese calor intenso, cuando miras al horizonte desde el barrio, no ves el mar ni el cielo, ves como una pared, una masa, como si se fundieran. Desde ese sitio es donde se ve la unión del mar y el cielo. Es algo muy visual y muy simbólico de lo que siento por ese lugar.
El artista teldense Dasoul / Javier Jiménez Machado
Dice que este disco es su forma de contar quién es realmente. ¿Qué aspectos personales se ha atrevido a mostrar que antes quizás no había compartido en su música?
Historias reales que me han pasado en el barrio desde que soy pequeño. Hay una cosa que cuento de la que no me siento nada orgulloso, pero que forma parte del proceso, que me ha influenciado también. Gracias a eso descubrí un artista muy importante para mí. Yo, cuando era pequeño, le robé el móvil a un amigo. Lo hice para comprarme un disco: el de Tego Calderón. Lo escuché durante años sin parar y me aprendí todas las canciones de arriba abajo. Perdí un amigo, pero gané una influencia musical brutal. Luego me arrepentí, y me sigo arrepintiendo, porque era muy buen amigo mío. No sé por qué lo hice, fue como una obsesión. Ese disco me marcó. Cuento también cosas como cuando nos concentrábamos todos los colegas en la esquina. En una esquinita pequeñita podíamos estar 20 o 30 personas todos los días. Salíamos de trabajar o de estudiar y nos reuníamos allí. Y ahora, llegar y ver esa esquina vacía me da pena. Muchos se han ido del barrio. El álbum también es eso: una reivindicación de la vida de barrio, que se está perdiendo.
Mi trofeo parece ser una canción clave en este trabajo. ¿Qué recuerdos o emociones de su infancia en Los Caserones intentó plasmar en ella?
Mi trofeo es el tema más representativo del álbum. Tiene todos esos componentes: timple, chácaras, pito herreño, tambor gomero. Todo eso metido dentro de un contexto trap, R&B, hip hop… Es como la carta de presentación del disco. Si escuchas Mi trofeo, sabes por dónde van los tiros. Incluso desde la intro, ya se siente el color que va a tener el álbum. Aunque sea variado en estilos —reguetón, salsa, balada, afrobeat— todo gira en torno a lo mismo: el barrio, mis historias, mis influencias. Esa canción es, sin duda, la guinda del pastel.
El disco es un homenaje a sus raíces y fusiona muchos géneros. ¿Cómo fue el proceso de mezclar tantos estilos sin perder su esencia?
Una locura. Para darle homogeneidad al disco tuve que tirar de la máxima creatividad posible. No para que todos los temas suenen igual, sino para que se sientan dentro de un mismo contexto. Inventé dos interludios. Uno de ellos lo hace Ayaki, un chico que hacía doblajes canarios. Hay un vídeo mítico suyo que se llama Mosca en Tejeda. Habla de cuando salíamos todos los de mi quinta en los noventa al sur e íbamos en coches escuchando canciones de la época como Pobre Diabla, Noches de travesura… También hay un interludio con gente del barrio respondiendo la misma pregunta: «¿Qué es lo mejor de Los Caserones para ti?». Y todos, sin saber lo que habían dicho los demás, respondían lo mismo: «La gente». Eso me emocionó muchísimo. Incluí fragmentos de esas entrevistas en varias canciones. Todo eso le da coherencia al disco aunque tenga muchos estilos distintos. Creo que conseguí lo imposible.
¿Cuál fue el mayor reto de producir este disco tan personal y variado?
Abrirme. Nunca lo había hecho así. Siempre me inventaba historias que pudieran conectar con la gente, pero sin mostrarme demasiado. Tenía miedo de parecer vulnerable, de que la gente atacara esas partes de mí. Pero entendí que contar mis historias reales era la mejor forma de conectar. Y además, conseguir que el disco fuera compacto con tantos estilos diferentes, eso fue lo más complicado. Este álbum lo estuve haciendo entre pitos y flautas durante casi dos años. Yo me lo gestiono todo: no tengo discográfica ni manager. Compongo, produzco, interpreto, cierro shows, firmo contratos… Todo. El último álbum que saqué fue en 2015. Este ha sido una apuesta a fuego.

El artista teldense Dasoul / LP / DLP
Colabora con artistas como Ciara Lauve, Wos LasPalmas, Ricky Santoro… ¿Cómo elige con quién trabajar?
Lo principal: con quien quiera trabajar conmigo. Y segundo, busco el color que necesita cada canción. Tenía claro que quería que muchas colaboraciones fueran de aquí. No solo cantantes, también músicos: Althay Páez, Jairo, Juanca Trujillo… todos son de la Isla. Luego están otros como Mark Dayle, que para mí es como el The Weeknd en español. Lemuell, un artista joven de Puerto Rico. Y George Jimblaru, un señor que encontré cantando soul en el metro de Barcelona. Me enamoré de su voz. Nunca había grabado en su vida y, a raíz de esto, creó su perfil de Spotify, registró su primera canción. Para mí, eso es un orgullo.
¿En algún momento sintió que el éxito le alejó de su esencia?
Sí, en 2016. Me metí en un entorno que no me beneficiaba. Estaba en una etapa donde todo el mundo me elogiaba y eso te eleva. Pero lo jodido es cuando eso se mantiene en el tiempo. Mi madre me dio el toque: «No llamas, no vienes, no estás». Ahí entendí que me estaba alejando de lo importante. Desde entonces, separo muy bien a Dasoul de Karim. En mis redes no ves nada de mi familia, no quiero que puedan hacerme daño por ese lado.

El artista teldense Dasoul / LP / DLP
¿Por qué eligió el nombre Dasoul como nombre artístico?
Porque siento que en cada canción va una parte de mi alma. Aunque sea un tema comercial, hay algo mío. Como ejemplo, Vuela corazón en su momento me llevó tres meses finalizarla. Y por eso lo de the soul derivó en Dasoul.
Tras doce años en la industria musical, ¿por qué decide ahora dar el paso de abrirse en canal a través de su música y mostrar una parte de la esencia de Karim?
Estaba en una crisis creativa. Ya no me motivaban las historias de fuera. Pensé: «¿Qué tengo que contar que sea diferente?». Y miré hacia atrás. Mis raíces, mi tierra, mis vivencias. No todo el disco es personal, pero hay muchas canciones que sí. Algunas nacieron del dolor. Cuando murió mi perrito y luego mi abuela… empecé una canción para mi chica. El estribillo dice: «Cuando escuche esta canción, un recuerdo en su corazón». No podía terminarla hasta que encontré esa paz. Y al final la añadí al álbum. Componer me salvó.
¿Qué espera que sienta la gente al escuchar este disco?
Que conozcan más a Karim, no solo a Dasoul. Que vean mis otras facetas: compositor, productor… Y que entiendan que hay mucho más detrás de Él no te da o Vuela corazón. En este disco salí completamente de mi zona de confort y lo hice para ofrecer algo real.
En este disco salí completamente de mi zona de confort y lo hice para ofrecer algo real.
¿Cómo cree que ha evolucionado desde sus primeros éxitos?
Muchísimo. Escucho De lao a lao, mi primer tema con discográfica, y lo comparo con El último beso, una salsa de este disco; y no hay color. Vocalmente, en composición, en visión global. Antes pensaba solo en el momento. Y lo cierto es que hay un futuro y ahora sé que la música se quedará para siempre, tiene su propio historial.

El artista teldense Dasoul / LP / DLP
¿Siempre supo que la música era su pasión?
Siempre me gustó, pero al principio lo mío era el fútbol y los deportes de contacto. Como casi todos los chicos del barrio. Luego descubrí que hacer música me hacía sentir algo que nada más me daba.
Descubrí que hacer música me hacía sentir algo que nada más me daba
Y para cerrar… Si tuviera delante a ese niño que creció en Los Caserones y que soñaba con esto, ¿qué le diría ahora?
Que disfrute. Que cada día se parezca un poco a la vida que sueña. Que no espere al final, al éxito, a tenerlo todo. Que disfrute del proceso. Eso me lo enseñó mi abuelo. Él tenía un carácter difícil, pero tuve conversaciones increíbles con él antes de que muriera. Y entendí que lo más importante es eso: disfrutar de cada paso. Lo material motiva, sí, pero lo que cuenta es el camino. Así que le diría: «Disfrútalo. Mucho, mucho».