Cuando apenas quedaban unos metros para alcanzar las puertas de la iglesia del Carmen, Lidia y Celeste García decidieron sentarse en el bordillo de una acera para coger un poco resuello antes de continuar con su penitencia. El reloj marca poco más de las 10 y media de la mañana y llevan cinco horas recorriendo las calles de La Isleta descalzas, sin ningún tipo de calzado sobre el asfalto y las alfombras de sal confeccionadas por los vecinos. Junto a ellas, varios miles de personas volvieron a abarrotar el barrio portuario de Las Palmas de Gran Canaria con motivo del día de su patrona.
«Le hice una promesa a la Virgen con 16 y llevo así 40 años», destaca Lidia, con los pies ennegrecidos tras hacer un recorrido de varios kilómetros completamente descalza. «En mi caso llevo 32 años», añade su hermana Celeste, en la misma situación. Ambas son isleteras de nacimiento, aunque ahora ya no viven en el barrio, pero la tradición las lleva cada año a procesionar en las tres citas de estas importantes fiestas de la ciudad. La idea es «seguir así hasta que el cuerpo aguante; no nos pesa, es costumbre y la fe la llevamos por dentro», precisaron, «todo es cuestión de voluntad».
Sentadas y espernado por un buche de agua para poder soportar el intenso sol que golpeaba las calles de La Isleta a última hora de la mañana, la Virgen del Carmen para ese entonces ya enfilaba hacia el templo, donde sería recibida a eso de las 10:53 de la mañana con los gritos de «guapa, guapa y guapa» a su alrededor, con una calle Benartemi completamente abarrotada. «Viva La Isleta», gritaban al aire antes de la entrada triunfal y al son de la banda de música La Salle de Agüimes.
Fervor y tradición
Pero la fiesta en La Isleta comenzó desde mucho antes. Desde muy temprano más bien, cuando el sol todavía no había despuntado. «Nosotras llegamos a las cuatro menos cuarto de la mañana para coger sitio», indica Carmen Rosa Rodríguez, junto a su amiga Pino Santana. Ella es de Tamaraceite, pero desde bebé lleva acudiendo a las fiestas del barrio portuario. «Para mí la emoció nque me despierta esto es inexplicable», subraya.
Y es que el Carmen es una fiesta que se vive con fervor y tradición. En familia, pero también entre amigos. «Anoche nos reunimos unas 20 personas en casa», cuenta Natalia Cerpa en la calle Menceyes cuando el día apenas despunta. Desde su azotea, la suya es la primera desde la que se lanzan pétalos hacia la calle al paso de la Virgen. Su amiga Aída Cabrera lleva una rosa en la mano, «este año le regalé una a todas las mujeres que vinieron a casa», añade.
A sus espaldas, en la esquina con Benecharo, el presidente de la comisión de fiestas, Alexander Arce, le cantó el Ave María desde la azotea. La calle Menceyes lucía engalanada con una gran alfombra en la que se sucedían las palabras amor, devoción, unión, fe y sentimiento. Las enseñas de «Carmen Coronada» también se sucedieron en diversas estaciones de la procesión, y es que la imagen fue coronada el pasado mes de mayo, un hito que está marcando las fiestas del Carmen de este año.
‘Hakuna Matuta’
Tras pasar de largo Benartemi, la comitiva enfiló por Palmar y Roque Nublo. Al final de esta última calle, en el número 8 de Vacaguaré, esperaban las hermanas Sarabia y Jossana, lo hacían con un ramo de flores cada una sobre la alfombra que confeccionaron el día anterior durante horas. «Empezamos a las 10 de la mañana y terminamos a medianoche», precisa Sarabia; acompañada de su madre Mabel Bolaños, quien apuraba el tiempo antes de ir a trabajar.
Con el lema Hakuna Matata y custodiada por palmeras de goma eva, la alfombra estuvo dedicada a la película El Rey León, «desde hace unos años las hacemos con temática Disney», especifica Saraiba. Ella tuvo la idea y su hermana hizo el dibujo «a ojo». Otros años la han hecho de las películas Coco o Del Revés; originales, sin duda
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