Daniel es uno de los fijos con oficina sobre el asfalto año tras año. Berciano de 36 años, tras el cierre de su bar restaurante en León, se pasó a la venta ambulante en Galicia, ya sea en mercados, ferias… o carreteras. «O estás de camarero o buscas algo por tu cuenta; así que me dije: trabajemos por nuestra propia cuenta que es lo que hemos hecho siempre». Y no se arrepiente. «Nos gusta más y es más tranquilo», explica en su llamativo puesto de venta de la rotonda de Bertamiráns, en la carretera que va a Negreira y Muxía.
El resto del año vende en mercados como Padrón o Carballo. Sin embargo, en la temporada de la cereza, de mayo a julio, es un fijo de la carretera. De hecho, cuenta con dos plazas. «Yo estoy aquí y tengo contratado a un familiar que atiende otro puesto en Cee», detalla. Además, tiene la intención de ampliar. «Estoy tratando de conseguir un permiso para poner algo en Catoira o en una zona cercana», añade.
¿Y cómo se reparten los mejores lugares entre los vendedores? Pues se rige por una especie de pacto no escrito. No es la ley del más fuerte o del primero que llega, sino que cuando alguien tiene permiso para un lugar, los demás lo respetan y se distancian un mínimo de dos kilómetros. «La competencia no es un problema porque nadie suele instalarse cerca de un puesto ya establecido», comenta Daniel.
Además, cada uno ya tiene sus clientes fijos. «Tras varios años, hay gente que ya viene cada año y también llegan nuevos clientes que antes compraban en otros puestos y han sido recomendados para venir aquí», explica Daniel desde su llamativo y colorido puesto de venta de la carretera de Negreira.
Daniel, en su puesto de la rotonda de Bertamiráns a Negreira. / M. Fajardo
20 o 30 cajas al día por semana
Su producto proviene principalmente del Valle del Jerte y El Bierzo, aunque también cuenta con fruta procedente de Zaragoza y La Rioja. Cada dos o tres días acude a Mercagalicia y carga en su furgoneta entre 150 y 200 cajas de dos kilos de cereza, que luego distribuye en sus dos puntos de venta.
Su puesto en Ames está operativo todos los días de la semana, desde las 9:30 hasta las 16:00 horas, aunque en ocasiones la meteorología obliga a modificar la jornada. «Los días de lluvia o de mucho calor recojo antes; son días en los que la gente no se para a comprar», explica este vecino de Fisterra, que además de cereza vende otros productos como aceite o miel de El Bierzo.
¿Y las ventas? «Hay mucha diferencia entre la semana, cuando se pueden vender unas 20 o 30 cajas diarias, al fin de semana, donde ese número sube bastante». Este año los precios van de 8 a 20 euros según calidad. «La gente busca lo bueno y barato, y eso no existe. Si quieres calidad, hay que pagarla».
Quien pase por la AC-544 todavía puede detenerse en el puesto de Daniel, que estará activo hasta finales de julio. Incluso contempla la posibilidad de continuar durante agosto si hay producto de calidad.

Pepe y Mari, en su puesto de la N-634 en Curtis. / M.G.P.
«Es duro por el frío y el ruido»
Mientras Daniel va y viene a diario de Ames a su casa de Fisterra, José Sobrado y Mari M. Ruiz, conocidos como Pepe y Mari, no pisan su hogar en tres meses. Son de Ponferrada, pero de mayo a julio están instalados en un cuarto del Hospedaje Caba de Curtis, en el cruce de la N-634 con la AC-840.
«Llevamos 14 años viniendo aquí», relatan. Pepe se encarga de viajar por la mercancía en su furgoneta, en la que va al Bierzo y Cáceres. «En ocasiones hasta dos veces al día», lo que da muestra del volumen de ventas, que incluso se incrementó al incorporar a su hija con un puesto en la zona de Boimorto. Cuando a Pepe le queda tiempo libre de los viajes, también suma un tercer puesto en la N-VI a la altura de Montesalgueiro.
Tienen clientes «fieles», de años, muchos de ellos «camioneros», cuenta Mari mientras toma un café sentada en el asiento del coche, convertido durante la campaña de la cereza en su salón. El móvil y la radio son su compañía.
«Aquí estamos de nueve a nueve. Llueva o haga sol», explica Mari. Lo que peor lleva es «el ruido constante» de los vehículos, pero sobre todo «la lluvia y el frío, que aquí en Curtis son muchos días…». «Esto es duro, muy duro».
Necesidad de permisos y sometidos a inspección
Para vender cerezas en la carretera se necesitan permisos específicos como el de vendedor ambulante del Concello, manipulación de alimentos o el de Carreteras. A veces, también de los dueños de propiedades privadas, indica Daniel. En su caso, tiene autorización del propietario de una finca situada detrás de su puesto. Sin embargo, se ha encontrado en situaciones en las que no ha tenido esa fortuna. «Hay quienes dicen aquí no. No quiero que nadie monte nada ni que haya coches».
Para garantizar que los puestos estén legalizados se realizan inspecciones que verifican la documentación. Aunque, según comenta Daniel, es fácil identificar a los ilegales, que también los hay por Galicia. «Cuando son ilegales, es habitual ver que se trata de puestos muy pequeños, con apenas una mesa y poco producto».
También es vital para el negocio disponer de espacio, tanto para que aparquen los clientes como por seguridad. Es fundamental estar lejos de los carriles de circulación para evitar atropellos graves como el del año 2019 en un puesto de Cuntis.