El equipo Movistar cuenta la realidad del Tour. Pero daría lo mismo si se hablara con Xavi Florencio, director del Bahrain, o con cualquier técnico del Ineos, alejado de su época de esplendor cuando se denominaba Sky y sólo hacía que ganar en París, o escuadras como Groupama, el Tudor de un Julian Alaphilippe en horas bajas, Decathlon, Jayco o XDS Astana, la clase media del pelotón, los que constatan que ganar una etapa es casi una misión imposible. Y cuando hay una fuga, como este lunes, va y gana uno de los buenos, de los elegidos por los equipos dominantes. Simon Yates, del Visma de Jonas Vingegaard.
José Joaquín Rojas ordena y manda desde el coche de la escuadra de Telefónica. Es el mismo que en junio cogió el coche desde Andorra y se fue a ver la etapa de este miércoles, la que sale y llega a Toulouse. “Es una de las tres únicas oportunidades que tenemos en este Tour para ganar una etapa, junto a la que llega el domingo a Carcasona o el sábado de final de carrera a Pontarlier. No hay más”, explica con resignación, pero a la vez con la esperanza de que alguno de los dos corredores que tienen estos días apuntados en la agenda, Iván Romeo y Pablo Castrillo, puedan dar una alegría al único conjunto español apuntado al Tour.
Iván Romeo, campeón de España y corredor del Movistar. / MOVISTAR TEAM
“Tal como corren el UAE de Pogacar y el Visma de Vingegaard se han acabado las fugas en etapas de montaña. Cualquier día que se considere como clave para la clasificación general controlarán e impondrán un ritmo tan fuerte que hará imposible que llegue una fuga”, añade Rojas. Ya se vio el año pasado: Pogacar ganó las dos etapas en los Pirineos y las cuatro que hubo en dos fases por los Alpes. Seis victorias, a las que se añadió la conseguida por Vingegaard en el Macizo Central. Siete de 21 entre ellos dos. Si luego se añaden los esprints (queda, por lo menos, el de la ciudad de Valence, el miércoles de la semana que viene) las oportunidades disminuyen todavía más.
Las estructuras millonarias
El Tour avanza con equipos resignados, estructuras millonarias pero alejadas de la enorme potencia del UAE y del Visma, donde están los mejores corredores. Ellos pueden sufrir bajas sensibles, la retirada de Joâo Almeida por caída no deja de ser un drama para Pogacar, pero tienen suficientes efectivos para atar el Tour con nudos de pescadores y con una red tan grande de la que resulte imposible escapar y encontrar la recompensa de una victoria de etapa.

Nelson Olivieira, ciclista portugués del Movistar. / MOVISTAR TEAM
“Es lo que hay -añade Chente García Acosta, otro de los técnicos del Movistar-. Hay que intentarlo, por lo menos, en las tres etapas que tenemos anotadas”. Pero, al igual que el conjunto español, estos tres días también estarán marcados en rojo por los directores de los equipos de la clase media, los que necesitan que sus patrocinadores puedan presumir de haber ganado una etapa en el Tour y así convencer a los accionistas de que ha valido la pena apostar por el ciclismo, en un deporte donde ni se cobra entrada para asistir al espectáculo ni se recibe compensación alguna por derechos de televisión, exclusivos para los organizadores.
Esos tres días habrá tortas para entrar en la escapada buena que será la situación previa a que se produzca la “fuga de la fuga”, como le gusta repetir a García Acosta, de donde saldrá el vencedor de la etapa. No hay otra. La diferencia entre Pogacar, Vingegaard, y hasta si se apura algo más y se incluye a Evenepoel, es tan grande con el resto de los participantes que, poco a poco, se va cerrando el círculo para lucirse en el Tour. Por eso, la clase media se agarra a la esperanza para no entrar una depresión comprensible y seguir luchando por una etapa casi imposible.