Un vínculo entre el cambio climático y la toxicidad marina ha logrado ser verificado gracias al análisis de excrementos de ballenas: las muestras recolectadas durante años por las comunidades locales son una evidencia concreta de cómo el cambio climático potencia la proliferación de algas tóxicas en el Ártico.
Investigadores de la Universidad de Alaska y la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA), en Estados Unidos, han detectado un indicador del calentamiento ártico en las heces de la ballena boreal: estos desechos biológicos actúan como registros de los cambios que derivan en las floraciones de algas nocivas, de acuerdo a un estudio publicado en Nature.
Al analizar muestras recogidas en el mar de Beaufort por comunidades locales, han demostrado que el incremento de temperaturas y la reducción del hielo favorecen la proliferación de especies productoras de toxinas, con repercusiones en toda la cadena trófica.
Mínimos históricos en el hielo ártico
La cantidad de hielo marino en el Ártico ha registrado mínimos históricos en los últimos veranos, generando zonas libres de hielo más amplias y prolongadas. En estas condiciones, las especies que se adaptan y pertenecen al género Alexandrium germinan con mayor rapidez y frecuencia, desplazando a las comunidades locales de plancton y elevando la carga tóxica del ecosistema costero.
Este fenómeno no solo afecta a la fauna marina, sino también a las comunidades humanas que dependen de recursos oceánicos para su subsistencia. Según una nota de prensa, entre 2002 y 2019 los cazadores de once comunidades de la costa del mar de Beaufort recolectaron 205 muestras de heces de ballena boreal (Balaena mysticetus).
Estas muestras se procesaron en laboratorio para cuantificar concentraciones de toxinas producidas por algas nocivas, mediante cromatografía de alta resolución. El muestreo permitió cubrir amplias áreas costeras y períodos estacionales, proporcionando datos únicos para evaluar las dinámicas a largo plazo.
Los resultados indican que la tasa de germinación de las algas tóxicas aumentó entre cuatro y ocho veces en aguas libres de hielo, respecto a aquellas bajo cubierta helada. Además, los niveles de toxinas hallados en las muestras de heces están directamente relacionados con la temperatura superficial del mar y la duración de los periodos sin hielo.
Toxicidad y deshielo en el Ártico
Estos datos confirman que el deshielo, potenciado por el cambio climático de raíz antropogénica, intensifica las floraciones de algas tóxicas en el Ártico. El estudio también señala el papel de la meteorología: vientos intensos del noreste enfrían localmente las aguas del mar de Beaufort, reducen la densidad de algas tóxicas y limitan su transporte desde los mares de Chukchi y Bering.
Sin embargo, estos episodios puntuales de enfriamiento no contrarrestan la tendencia general de calentamiento y pérdida de hielo, que favorece la colonización de nuevas especies productoras de toxinas en el ecosistema ártico.
Referencia
Bowhead whale faeces link increasing algal toxins in the Arctic to ocean warming. Kathi A. Lefebvre et al. Nature (2025). DOI:https://doi.org/10.1038/s41586-025-09230-5
Las toxinas producidas por Alexandrium, conocidas como toxinas paralizantes de los mariscos (PST), pueden bioacumularse en bivalvos, peces y mamíferos marinos, poniendo en riesgo la salud de la fauna silvestre y de las comunidades costeras que consumen estos recursos.
Se ha comprobado que la exposición crónica a PST puede provocar parálisis, arritmias y en casos extremos la muerte de especies vulnerables, alterando el equilibrio de los ecosistemas árticos y la seguridad alimentaria humana.