Un escueto mensaje en el móvil. Solamente deja una ubicación: se trata de una zona boscosa del sur de Madrid, apartada de cualquier zona urbanizada. El remitente es la organización de Under Madrid, confirmándonos que estamos dentro: EL PERIÓDICO va a poder asistir a una velada de un circuito de peleas clandestinas que cada vez cuenta con más seguidores.
‘El club de la lucha’, ¿la recuerdan? Aquella película protagonizada por Brad Pitt y basada en un libro de Chuck Palaniuk. Una sociedad secreta cuyos miembros quedaban a escondidas para pegarse. Pues ese club existe y está en Madrid, a no más de 10 minutos del centro de la ciudad.
Under Madrid es el nombre de este proyecto nacido hace poco más de cinco meses. Ya llevan celebradas seis veladas y no hace más que sumar seguidores en sus redes sociales. Igual que en aquel club que presidía Brad Pitt, la primera norma de este club de la lucha es que «nadie habla del club de la lucha».
Por eso, asistir como público es una especie de lotería que le toca a muy pocos. Y la ubicación de las peleas es un secreto hasta para los propios contendientes. Alguna vez han sido citados en un punto y se han tenido que desplazar a última hora. Todo con el objetivo de evitar miradas indiscretas (la policía).
Circuito independiente
Esta singular iniciativa nace de la mente de CJ, un boxeador que regentaba una academia de jóvenes talentos en su Perú natal. Cuando llegó a España, se vio sin sitio para entrenar. Imbuido de otros circuitos independientes de peleas como KOTS o Yaguareté, decidió emprender este proyecto, «con el amor por los deportes de contacto como única motivación; aquí nadie viene a ganar dinero», nos cuenta minutos antes de la última velada.
Se disputó este pasado sábado 12 de julio por la tarde. «No digas la ubicación, aunque hemos cambiado ya varias veces de escenario», pide antes de empezar los combates. Peleas que se listan durante las semanas previas. Los contendientes dan su peso y la disciplina que dominan, sea boxeo, Muay Thai, K1 o MMA, por citar algunos ejemplos. Ahí arranca la labor de CJ y su equipo, que deben emparejar a los luchadores de la forma más justa. Si falta alguno, lo publicitan en sus redes, por si alguien se quisiera apuntar.
Los luchadores calientan antes de la contienda. Estiran, patean o se vendan las manos. Jóvenes de todas las procedencias y nacionalidades. Como Nodo, un georgiano de 19 años que lleva menos de dos en España y sueña con emular a su compatriota Topuria. O Andrei, un joven boxeador de padres rumanos que parece ruso y tiene que aclarar constantemente que es español. O Jose, un chaval madrileño, del mismo barrio donde se disputan los combates, que ha venido a pelear en bicicleta: «Luego me voy a currar, que me toca guardia esta noche».
40 de fiebre
Jose se ha levantado esa mañana con 40 de fiebre, pero no le importa. De hecho, es uno de los primeros en luchar, gana su pelea y aún le alcanza para suplir a otro contendiente que no se ha presentado. Estas cosas pasan. CJ pasa lista antes de empezar con las hostilidades, repasa los pesos y la disciplina de cada competidor y da el orden de combate. Si alguno no ha comparecido, se busca a un sustituto.
Andrei y Nodo vencen sus respectivos combates. No se conocían, pero se abrazan y traban amistad. El público pide que se peleen entre ellos. «¡Un combate de la antigua Unión Soviética!», chilla uno de los espectadores. «Que soy español, coño», se ve obligado a recordar Andrei.
También pelea Eddy, un boliviano de 19 años que ya venció en una velada anterior. Esta vez le toca perder y llevarse a casa el ojo morado: «No pasa nada, hay que experimentar y conocer a otras personas que me ayuden a mejorar como luchador», declara al acabar. También lucha un jovencito con la camiseta del Nápoles que, contra todo pronóstico, finiquita a su rival, el tipo con el aspecto más fiero de la tarde.
Nadie cobra
«Aquí nadie cobra; si hace falta, ponemos dinero de nuestro bolsillo», dice uno de los participantes, con la cara hinchada. CJ lo confirma: «Hace poco estuve a punto de lograr que un tipo nos prestase una nave para las peleas. Pero a última hora se desmarcó pidiendo que cada asistente pagase 10 euros por entrada. Y por ahí no pasamos. Ya lo has visto, aquí nadie paga y nadie cobra. Esto es voluntario, el verdadero espíritu del deporte. Todo es seguro, con guantes. Y si peligra la integridad de alguien, se para de inmediato la pelea».
Se disputan 13 combates, a la distancia de 3 rounds y 2 minutos por asalto. El último es el combate estrella: se enfrentan el Chicle (por lo que pega) y el Metralleta (por lo rápido que dispara). Dos bestias que practican MMA y ofrecen el mayor espectáculo de la tarde. Ellos consiguen hacerse con la bolsa total: «15 pavos por cabeza, donados por un promotor que ha venido a ver el show».
Finalmente gana el Metralleta. El Chicle, que ya había ganado en anteriores ediciones, lo acepta con una sangrante sonrisa. Ambos rivales se abrazan. Así acaban todas las peleas, con máxima deportividad. La gente se queda con ganas de más y Nodo y Andrei se disputan un round rápido para alargar un poco más la velada. Al concluir, cada uno a su casa y a preparar el siguiente evento. Será a finales de julio; luego paran hasta septiembre.
¿Y si llega la policía?: «Tampoco nos pueden hacer mucho; en el fondo estamos haciendo guantes entre amigos, no hay apuestas y nadie se lucra», aclara CJ. Pero, por si acaso, ya va buscando la próxima ubicación secreta. Todo el que ha asistido a esta velada, tanto sea como público o para pelear, pide que le apunten para la siguiente. Porque en Under Madrid, el que va, repite.
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