Han pasado 25 años desde que su padre, el exministro socialista Ernest Lluch, fue asesinado por la banda terrorista ETA. En ese momento, Rosa Lluch, su hija, tenía 30 años. Hoy, con 55, confiesa que no ha perdonado porque no lo necesita, reconoce que le cuesta verse como una víctima porque tiene “muchas identidades” más allá de la tragedia y reprocha que la derecha quiera “banalizar” el dolor de las víctimas. “Los que no paran de hablar de las víctimas del terrorismo nunca nos han preguntado qué necesitamos”, denuncia. La historiadora, que este jueves participó en València en un acto homenaje a los Deu d’Alaquàs, cree que es hora de reivindicar la imagen de “unidad” surgida de aquel acto de represión. La detención de todos ellos fue, dice, la mejor representación de la falta de libertad en regímenes autoritarios: “te detienen por pensar, por hablar, por intentar llegar a acuerdos”.
Han pasado 25 años del asesinato de su padre, de Ernest Lluch. ¿Ha podido perdonar? ¿Cómo se sigue adelante después del terrorismo?
Yo no necesito perdonar. Es verdad que es una situación que cada uno vive como puede, más que como quiere. Pero perdonar es una cosa que no he necesitado, que tampoco me he planteado. Eso sí, el tiempo ayuda a poner las cosas en su sitio, a verlo todo con más perspectiva y con más calma. Pero tengo muy claro que el hecho de que a mí no me pase no quiere decir que no piense que, si hay que pedir perdón, se tiene que pedir perdón.
Este jueves participó en un acto homenaje a los ‘Deu d’Alaquàs’. ¿Cuál cree que es la importancia de lo que ocurrió, de aquel episodio de represión?
La importancia histórica que tuvo es fundamental. Fue fundamental porque diversos miembros de diversos grupos políticos o espacios políticos vieron que era necesario encontrarse, reunirse y llegar a acuerdos. Y por lo tanto, una de las lecciones que nos da es que hay personas que ponen el beneficio común, el beneficio de todos, por encima de sus intereses de partido o personales. Además, es un caso típico del franquismo, de una dictadura: te detienen por pensar, por hablar, por intentar llegar a acuerdos. Te llevan a comisaría, te amenazan porque no quieren que la gente piense por sí misma. La dictadura no podía permitir una reunión donde se hablara de un futuro en libertad. Y menos aún cuando hablaban del autogobierno, de libertad, de recuperar las instituciones, de normalizar la lengua, la cultura. Pero también destacaría que cuando los detuvieron, la movilización de los que no habían participado en estos encuentros fue muy importante, incluso algunas facciones de la derecha valenciana también los acabaron ayudando. Creo que la imagen de unidad de aquel momento es el ejemplo al que nos tenemos que acercar.
Nunca ha formado parte de ninguna asociación de víctimas del terrorismo. ¿Cómo valora su papel público y su discurso?
Yo en realidad no soy miembro de ninguna asociación de estas que tienen reconocimiento en televisión, pero si estoy en un grupo con víctimas del terrorismo, de ETA, del GRAPO, de la ultraderecha y de los terribles atentados de 2017 en Cataluña. Lo que creo es que la utilización del dolor de los otros es repugnante. Los que no paran de hablar de «víctimas» nunca nos han preguntado qué necesitamos, o qué queremos. Para hablar en nombre de otro tienes que preguntarte primero si el otro quiere que hables en su nombre. Y de las personas con las que yo trato, ninguna nos sentimos identificadas con la utilización de las víctimas que se está haciendo por parte de la derecha. La palabra es banalización, se está banalizando el dolor de otras personas, se está jugando con el dolor con un punto de bajeza muy grande, haciendo ver que hay víctimas de primera y de segunda. Pero tengo que decir que, entre víctimas, estos problemas no los tenemos. Los que pensamos diferente es porque pensábamos diferente antes de convertirnos en víctimas, porque también somos personas con nuestra complejidad. Son determinados políticos los que están generando divisiones entre víctimas y entre asociaciones de víctimas. Yo siempre digo que me gustaría que todas estas asociaciones, no sé si oficiales, publicaran el número de miembros que tienen, porque yo conozco tantas víctimas que no se consideran representadas por ellas que me pregunto en nombre de quién hablan
La situación política ha cambiado tanto en España desde el asesinato de su padre que hoy Bildu se sienta en el Congreso y apoya al Gobierno de España. ¿Esa normalización es una buena noticia?
Siempre es una buena noticia que se deje de utilizar la violencia, la violencia es absolutamente intolerable. La violencia es la antipolítica, es lo que ejerce quien no sabe luchar con las palabras. Que estén en el Congreso es una noticia democrática, porque los han votado y, si creemos en la democracia, tenemos que entender que tienen el apoyo de buena parte de la sociedad. Además, muchos de los actuales diputados también estaban en contra de la violencia de ETA y han hecho un esfuerzo, un camino hacia el arrepentimiento y hacia el abandono de las armas. No podemos estar reprochándoles toda la vida lo que pasó, de la misma forma que nosotros no reprochamos al PP que algunos de sus fundadores eran franquistas. ¿Por qué tenemos que perdonar a un policía torturador y no tenemos que perdonar a alguien que se arrepintió? O ¿por qué tenemos que olvidar los crímenes del franquismo, pero no podemos olvidar los crímenes de ETA? No lo entiendo porque, además, no hay que olvidar que personas como mi padre fueron víctimas del franquismo y víctimas de ETA.
¿Le preocupa que pueda olvidarse? ¿Cree que ese olvido va en relación a cierta mitificación del autoritarismo y del pasado y al auge de los discursos de odio?
Sí. Es algo muy preocupante. Hay una parte de la sociedad que está mitificando el franquismo, la represión, la falta de democracia. Hay gente joven dice de la actual situación política que es una dictadura y, hombre, deberíamos conocer la historia. Las cosas han cambiado para bien. Pueden mejorar, claro que sí, pero se ha avanzado mucho. También me preocupa la utilización perversa de las palabras como “demócrata”, “antidemócrata”, “dictadura”, “represión”, “fascista”, “franquista”, “libertad”. O que se haga resurgir el terrorismo de ETA cuando ya no existe. En la universidad estoy en contacto con jóvenes y veo que se están reproduciendo unos comportamientos que tenía por superados.
En el acto de homenaje a su padre tras su asesinato, la periodista Gemma Nierga dijo aquello de “ustedes que pueden, dialoguen, por favor”. ¿Cómo debería ser hoy ese diálogo y qué medidas deberían salir de él para mejorar la vida de las víctimas?
Lo primero que se debería hacer es dejar hablar a las víctimas, pero sin micrófonos delante. Sencillamente, preguntar qué necesitan, qué se puede hacer para mejorar su situación. Porque hay víctimas y víctimas, porque no todo el mundo vive el dolor igual. Hay gente a la que le han quedado secuelas físicas y que no está recibiendo ayuda, gente que tiene secuelas psíquicas y otras víctimas que han vivido de ser víctimas. Quiero decir, que hay víctimas que se han dedicado a trabajar con todo el alma por otras. Y se debería hablar menos de ellas y más con ellas. Y entender que somos más que víctimas. A mí me cuesta verme como víctima, es una identidad que no elegí, que no quise y que no me hace sentir cómoda, porque tengo muchas otras identidades. Además, cuando pienso en mi padre, pienso que no está, no pienso en cómo murió, porque la muerte es un momento, pero tenemos que recordar la vida, que es lo mejor que tenemos.
Se dice que quien no conoce la historia está condenado a repetirla. ¿Observa que se retrocede en lo ya conseguido en cuanto a convivencia, pero también en cuanto a los derechos de las víctimas?
Creo que hay que hablar y explicar. Creo que la historia la tenemos que conocer todos. Hay experiencias muy bonitas de gente que está en los institutos explicando su experiencia como víctima o su experiencia durante el franquismo. Son ejercicios que se tienen que hacer porque así se evitarían algunas de las afirmaciones que estamos oyendo. ¿Si se puede repetir? Sí, los humanos somos humanos, pero si conocemos de dónde venimos y algunas experiencias como los Deu d’Alaquàs, eso facilitaría las cosas, sobre todo en la explicación de todo esto la gente más joven.
¿Cómo cree que a su padre le habría gustado ser recordado por las generaciones más jóvenes?
Creo que le gustaría ser recordado como un profesor. Quiero decir, como una persona que aprende y enseña, que se hace preguntas, busca respuestas y quiere saber y tiene curiosidad por todas las cosas. La vida de mi padre es la vida de una persona que tiene interés por saber cómo vive la gente y cómo mejorar. Como docente, lo que le gustaba era enseñar, compartir conocimiento, tanto que fue uno de los pocos políticos que volvió a su trabajo, a ser profesor y a tener grupos de alumnos.
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