La inmutable leyenda de AC/DC desata una tempestad eléctrica en el Metropolitano

Este sábado en Madrid la noche se antojaba fabulosa. En el cielo ni una nube, la predicción del telediario era de temperaturas moderadas y, lo más importante, ni rastro de tormenta. Antes de caer el ocaso y a pesar de tenerlas todas consigo, los 60.000 devotos que se congregaban en el Metropolitano tenían una certeza. AC/DC llegaría hoy a la ciudad y con ellos un vendaval eléctrico arrasaría la capital, ante el poder del desastre natural solo quedaba disfrutar.

La banda fundada por los hermanos Young en 1973 ha vuelto a reescribir la historia de su propio mito. La de hoy ha sido una velada de alta tensión para los padres del hard rock, los cuales han demostrado por qué pertenecen al Olimpo del rock and roll. En una noche donde los veteranos han tenido que sobreponerse al reto de una acústica bastante mejorable.

Ante los gritos de un público famélico, los australianos llegaron puntuales a su cita. A las 21:30, Angus Young, en sus harapos de eterno colegial, ya dejaba claro que su guitarra sería la culpable del vendaval. Desde un comienzo, tras él se alzaba una pared de 3 metros de puro acero y membrana. El atrezo del escenario es, simplemente, un muro de unos 40 amplificadores que se despertaban con los primeros acordes de If You Want Blood (You’ve Got It).

Tras la entrada triunfal de Angus llega su sobrino, Stevie Young el guitarrista rítmico. En posesión de las baquetas Matt Laug (sustituyendo a Phill Rudd); y, desde la sombra del bajo, Chris Chaney. Pero falta alguien ¿no? Brian Johnson se abre paso con su voz histrionica capaz de invocar la calamidad.

Además en cada canción, no en cuerpo, sino en espíritu; también se nota el carisma de Malcolm Young; el guitarrista, compositor y cofundador del grupo que falleció en 2017, al cual rinde homenaje el disco y la gira de Power Up.


El guitarrista de la banda AC/DC, Angus Young, durante el concierto de la banda en el Metropolitano. Foto: Ricardo Rubio / Europa Press

«Let’s party rock and roll all night long», grita un Johnson emocionado al ver los 60.000 demonios del Metropolitano. Young avanza por la pasarela como electrocutado por su propio instrumento, con tan solo dos acordes todo el mundo lo sabe, es Back in BlackLa audiencia se derrite en una marea de brazos en alza y los truenos vocales del frontman britano-australiano se funden con la guitarra. 

Los heraldos del caos son Brian y Angus, vocalista y guitarrista, corriente alterna y continua y, sobre todo, polos opuestos que se atraen. A sus 77 años, el magnetismo de Johnson sale de sus palabras, un vozarrón con olor a queroseno y una sonrisa que brota en él cada vez que mira al público enloquecido.

Young, en cambio, no habla, su voz son los quejidos de la guitarra, la electricidad que brota desde su duck walk hasta la punta de sus dedos, una actitud de constante provocación y un striptease involuntario donde su chaqueta de terciopelo roja, corbata, gorro y botones de la camisa van desapareciendo poco a poco. Sin duda, él es el jefe.

Al poco de empezar, los dedos del guitarrista ya están al rojo vivo y los escalofríos se propagan de pista a gradas. Es Thunderstruck. Un rayo tras otro, así es el tema estrella de The Razors Edge, uno capaz de galvanizar a toda una audiencia. La voz de Johnson rompe la parálisis y, ahora sí, todo son saltos, choques y pasión, sobre todo, pasión por el rock.

Una gran campana negra desciende del techo y con ella Hell Bells, así AC/DC recuerda a las 60.000 almas del Metropolitano que no solo vienen a reventar los plomos, sino a representar a su país como embajadores del infierno.

Cuando llega Highway to Hell, el público se sumerge en el pecado y ante tal escena; el vocalista se echa las manos primero al pecho y luego a la cabeza. Como en la mítica portada del álbum, Young se viste con cuernos y gracias al desgarro de su púa contra la guitarra traza una carretera hacia el averno. Es un asfalto duro y caluroso solo habitable por la voz áspera y punzante de Johnson.

Brian y Angus, vocalista y guitarrista, corriente alterna y continua y, sobre todo, polos opuestos que se atraen.

Al terminar la canción los servicios de sanitarios y de seguridad comienzan a tener trabajo, bien sea por desmayos o peleas. Dirty Deeds Done Dirt Cheap y High Voltage hacen vibrar el aire sin dar lugar al descanso, dos de los Title Tracks que consolidaron la carrera del grupo australiano allá por 1976.

El escenario se vacía, sobre él un hombre poseído por la electricidad, Angus Young. Durante 20 minutos, la leyenda se personifica en la tarima para conversar con el público a golpe de solo de guitarra. En un derroche de talento y destreza, el septuagenario recorre la pasarela de arriba abajo, donde disfruta y desgarra las cuerdas como un desquiciado.

La edad y el sudor no parecen un impedimento para que el protagonista de la noche deje un recuerdo imborrable en el Metropolitano. Es uno de esos pocos momentos donde las palabras y los aplausos no hacen justicia.

Por si fuera poco, la banda se reserva la pólvora para el último momento; el inicio de TNT marca el principio del fin de la apoteósico explosión que ha sido AC/DC. Este miércoles 16, los reyes del hard rock volverán a descadenar otra tormenta, y, por el bien de la música, esperemos que así lo hagan una y mil veces más.

Fuente