El de la longevidad es un secreto que se busca con ansia desde hace décadas. Son numerosos los investigadores, de diversas disciplinas, que dedican sus carreras a ello. Vivir cada vez más, a ser posible con salud, ésa es su máxima.
Luego hay quienes no se conforman sólo con eso y lo que quieren es rejuvenecer. Tras esta búsqueda ya hay numerosos milmillonarios invirtiendo verdaderas fortunas en grupos de investigación que puedan darles la clave que les devuelva a los 20 años, al menos en aspecto.
A pesar del avance de la ciencia en este sentido, principalmente en conseguir alargar la vida, más que en rejuvenecer a las personas. Hay voces críticas dentro de la investigación. No todos los expertos creen que sea una buena idea seguir ganándole años a la muerte.
Uno de los más importantes en esta postura es Ezekiel Emanuel, que en 2014 ya sembró el debate, y algunas dudas, cuando publicó un artículo sobre esta cuestión en el medio digital The Atlantic. «Vivir demasiado también es una pérdida. Morir a los 75 no será una tragedia».
En el texto, exponía que no quería alargar su vida más allá de los 75 años. Consideraba que a esa edad ya habría vivido «una vida plena» y que habría logrado todo. «Habré amado y sido amado. Mis hijos serán adultos y estarán en medio de sus propias vidas plenas».
Lo mismo a nivel laboral: «Habré perseguido mis proyectos de vida y hecho las contribuciones, importantes o no, que estén a mi alcance. Y espero no tener demasiadas limitaciones mentales ni físicas», afirmaba en el medio estadounidense.
Al desarrollar el porqué de su pensamiento, entre los motivos mencionaba el aumento de comorbilidades, la situación de dependencia, la obligación de los hijos de cuidar a los padres o el declive cognitivo.
«Nos deja a muchos, si no discapacitados, al menos débiles y en declive, un estado que puede que no sea peor que la muerte, pero que, sin embargo, es una privación», afirmaba en el texto.
Defendía, básicamente, que no quería ser una carga. Pueden parecer las palabras de alguien un tanto chalado o, incluso, de un charlatán. Nada más lejos. Emanuel es un prestigioso oncólogo y bioeticista estadounidense que goza de reconocimiento internacional.
Asimismo, se mostraba convencido de que a partir de que ese declive cambia la forma en que los seres queridos nos perciben. «Ya no se nos recuerda como personas vibrantes y comprometidas, sino como débiles, ineficaces e incluso patéticas«.
Cuando lo escribió tenía 57 años y muchos podrían pensar que con el paso del tiempo esa opinión cambiaría, pero más de una década después sigue intacta. Lo dejó claro en una entrevista que concedió a la cadena estadounidense CNN.
Esa férrea defensa le ha supuesto que algunos miembros de su familia le consideren un «loco», como ha contado en declaraciones anteriores a la prensa.
No obstante, por muy claro que lo tenga, también lo trata en su matrimonio como un equipo. «He hablado mucho con mi pareja sobre esto», le decía a CNN.
Puede parecer contradictorio, pero el catedrático de la Universidad de Pensilvania (UPENN) está firmemente en contra de la eutanasia y el suicidio asistido. Como contraparte, aboga por unos cuidados paliativos de calidad, algo a lo que se ha dedicado durante más de cuarenta años
Lo que plantea es asegurar que alguien con una enfermedad crónica o terminal no se vea abocado a acabar antes con su vida, sino que tenga la opción de vivir sus últimos años con dignidad y sin sufrimiento.
Sus detractores
Por mucho prestigio que se tenga dentro del mundo de la ciencia, no significa que no haya quien no esté de acuerdo con la postura que se defiende. Emanuel no es menos y en 2015 Miguel Faria Jr, neurocirujano, publicó un editorial criticando su planteamiento.
En él lo acusaba de querer reducir la esperanza de vida de manera general en la sociedad. Durante los años posteriores, Emanuel aclaró en varias entrevistas que lo que explicaba en el artículo de The Atlantic se refería únicamente a él y a sus deseos.
Aun así, invitaba al resto de la sociedad a plantearse de qué manera querían vivir sus últimos años y si preferían una vida más larga, aunque eso supusiera peor calidad al final.
Una larga trayectoria
Actualmente, es Viceprovost (una especie de vicepresidente) de Iniciativas Globales en la UPENN. También tiene los cargos de catedrático universitario y presidente del Departamento de Medicina Ética y Política de la Salud del mismo centro.
Además, es codirector del Healthcare Transformation Institute en la misma universidad y ha sido asesor en temas de sanidad de los expresidentes Barack Obama y Joe Biden. Asimismo, es Asesor Especial del Director General de la Organización Mundial de la Salud
También tiene tiempo para publicar. Cuenta en su haber con 350 artículos científicos publicados y 15 libros. Además, colabora frecuentemente con los medios The Atlantic y The New York Times.
Forjado en la familia
Viendo de donde viene, no es de extrañar que se decantara por dedicar su carrera a la medicina y la bioética. Es hijo de un médico y una enfermera. Ambos progenitores estuvieron implicados en causas sociales.
Su madre, Marsha, fue activista de los derechos civiles y siempre les llevaba a él y sus dos hermanos a las manifestaciones y actos de protesta a las que asistía.
Su padre, Benjamin, emigró de Israel a Chicago y trabajó en iniciativas de salud pública como el tratamiento gratis para los pobres e inmigrantes enfermos. De hecho, llegó a abandonar la Asociación Médica Americana por no estar de acuerdo con su planteamiento de la salud universal.
Uno de sus libros más famosos es Los hermanos Emanuel, en el que habla de cómo fue su infancia y la de sus hermanos y los aprendizajes que sacaron aquellos años con sus padres.
A lo largo de las páginas, una de las cosas que cuenta es que su padre les animaba a superarse, a ganar y a atacar primero y defenderse después. Sobrevivir a toda costa.
Parece que los tres hijos interiorizaron la lección, porque no solo Ezekiel ha conseguido llegar lejos. Sus hermanos, Rahm y Ari, se dedican, respectivamente y con bastante éxito, a la política y a Hollywood.
Una persona del montón
Emanuel tiene una vida llena de logros. Ha recibido numerosos premios, incluyendo el Dan David Prize en bioética y reconocimientos de la Academia Nacional de Medicina de Estados Unidos, la American Academy of Arts and Sciences y la Royal College of Medicine del Reino Unido.
Aun así, se considera una persona media. De ahí su motivación de no intentar alargar su vida a partir de los 75 años. No aceptará tratamientos para las enfermedades que sufra y no se someterá a operaciones como un bypass coronario ni a pruebas de detección del cáncer.
No se considera un caso atípico, como se refiere a personas mayores de esa edad que pueden seguir aportando conocimiento y publicando como si el tiempo no pasara por ellos. Lo ejemplifica con Anthony Fauci (ex Director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas estadounidense).
A sus 84 años, Fauci continúa realizando labores académicas y de divulgación científica, por lo que parece que pasar los 75 años no le ha sentado tan mal. «Si soy un caso atípico, como él, entonces tendré que reconsiderar mi postura», ha reconocido Emanuel en varias entrevistas.
De momento, tiene pensado celebrar su funeral antes de morir y no desea que la gente llore ni se lamente en él. «Solo quiero una reunión cálida llena de recuerdos divertidos, anécdotas sobre mis torpezas y celebraciones de una buena vida».