En poco menos de tres días, el tablero político ha cambiado por completo. Del via crucis que se preveía el miércoles, a la balsa de aceite que es ahora el Palacio de la Moncloa. El presidente del Gobierno se preparó para el auto de fe del Congreso de los Diputados, pero salió con una vida extra y la asunción de que la coalición resistirá si saca el elefante en la habitación de la carpeta legislativa social; sin perder de vista los compromisos pendientes con el bloque de la investidura. La salida de la crisis, como suele decir Gabriel Rufián, se consigue a golpe de BOE, máxime cuando a la ciudadanía le preocupa el “ciclo reaccionario” que se avecina con un Partido Popular que ya ha institucionalizado la cacería a la vida privada y entorno de Pedro Sánchez. Por ello, el jefe del Ejecutivo se pondrá manos a la obra para desde este mismo lunes para encarrilar la financiación singular de Cataluña y garantizarse la lealtad de un PNV que ya no se muerde la lengua.
Pese a contener la hemorragia y reagrupar las tropas de la investidura bajo la bandera de la coalición, los socios de Sánchez le avisaron: o espaldarazo social o se acabó el tiempo. Una amenaza que, supeditada a que las llamas del caso Cerdán no alcancen la cúpula de Ferraz y Moncloa, apremia al Ejecutivo para pisar ligeramente el acelerador antes de las vacaciones. En el plano parlamentario, quedan en el tintero la reforma del reglamento y la Ley de Movilidad Sostenible antes de la clausura del periodo de sesiones, al margen de la incógnita de la reducción de jornada laboral. Pero, al margen de ello y ante la falta de tiempo, el presidente se centra ahora en recomponer la estructura del bloque de la investidura desde su grado más alto: el autonómico.
Tres citas clave
El Gobierno trabaja desde hace semanas en pulir los detalles de la financiación singular de Cataluña, demanda de Esquerra Republicana de Cataluña que dormía el sueño de los justos a la espera del momento oportuno. Ese escenario ha llegado. Con los ánimos más o menos aplacados por el Plan Estatal contra la corrupción, el Ejecutivo participará en la reunión con la Generalitat este próximo lunes. El president de la Generalitat, Salvador Illa, recibirá en Barcelona al ministro de Política Territorial, Ángel Víctor Torres, y al secretario de Estado de Hacienda, para reactivar la comisión bilateral entre administraciones reactivada con la premisa de la financiación singular de Cataluña.
El asunto no elude el máximo grado de complejidad. Por ello, no se prevé que tal cuestión se solvente el lunes. Sí se espera, sin embargo, un posible acuerdo político que acerque la proposición de ley que lo implemente. La cita es crucial, al encuadrarse en el momento de quizás mayor debilidad parlamentaria del Gobierno, con todo el arco de la investidura vigilando con lupa cada movimiento y exigencia. Pero el objetivo es proyectar a sus interlocutores el compromiso de pisar el acelerador como acto de buena voluntad para recomponer la mayoría.
Tras Cataluña, Euskadi
Un día después, será el presidente del Gobierno el que haga de anfitrión con otro líder territorial, el Lehendakari, Imanol Pradales. Reunión clave, especialmente después de que el Partido Nacionalista Vasco (PNV), desplegara su mayor ofensiva contra el Ejecutivo desde que se edificara la coalición. Los jeltzales no han ocultado sus niveles de desconfianza, asegurando abiertamente, en palabras de su portavoz parlamentaria, Maribel Vaquero, que está “camino de la UCI”. “No vamos a decir que el rey está desnudo, pero sí lleva sólo una hoja de parra”, llegó a verbalizar desde la tribuna de oradores.
El enfado del PNV, sin embargo, lo eclipsó un Alberto Núñez Feijóo que vació su cargador retórico contra los nacionalistas vascos, provocando el efecto contrario al deseado y forzando a Vaquero a cerrar filas –con asterisco- en torno a Sánchez. Por eso, la cita con el Lehendakari es crucial, pues se acoge como una oportunidad única para calmar las aguas en una relación que empezaba a erosionarse con incluso atisbos de ruptura.
La incógnita Waterloo
En la mesa de juego se sienta un tercer actor habituado a este tipo de partidas y al que el Gobierno no puede desdeñar. Es vital para Moncloa sellar grietas tanto con ERC como con el PNV, pero también asumen como fundamentales los guiños a Junts. El caprichoso destino ha querido que sea también la próxima semana el nuevo envite en la Eurocámara para consolidar el catalán, gallego y euskera como lenguas cooficiales en la Unión Europea durante esta legislatura.
El fango del Partido Popular postergó la agonía un poco más, hasta el próximo 18 de julio, cuando el Parlamento Europeo vote, por fin, la exigencia que Carles Puigdemont coló en el acuerdo de investidura. El riesgo es elevado, pues los conservadores percutirán en sus maniobras evasivas para que sus aliados comunitarios tumben la iniciativa. Entre bambalinas, el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, busca contrarrestar la injerencia de los de Feijóo, lo que ya supone una carantoña en privado para los juntaires, quienes admiten estar encantados con la labor del jefe de la diplomacia española. Un rayo de luz en un clima adverso que Moncloa espera capear y consolidar con argumentos robustos frente aquellos estados que aún se mueven en el filo de la navaja.
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