Las Palmas de Gran Canaria se despide de uno de sus bares más emblemáticos. El Koyak, en el Mercado de Altavista, ha cambiado de manos recientemente, y ahora el turno es para el histórico Bar La Eminencia en el barrio de Guanarteme. Tras 70 años siendo un símbolo de la vida social y cultural de la ciudad, el mítico local inicia una nueva etapa con su traspaso a nuevos propietarios de origen chino, según ha adelantado el portal Mi Playa de Las Canteras.
Este cambio marca el fin de una era para un establecimiento que durante las décadas de los 80 y 90 alcanzó su máximo esplendor gracias a la gestión de los Hermanos Cabrera. La Eminencia no solo era un bar: era un punto de encuentro para vecinos, trabajadores nocturnos, turistas y hasta celebridades que buscaban un espacio acogedor donde compartir tapas y confidencias hasta altas horas de la madrugada.
La historia de La Eminencia se remonta al primer tercio del siglo XX, cuando el local del número 36 de la calle Fernando Guanarteme funcionaba como bodega. Con los años pasó por diversas manos y conceptos, llegando a ser churrería y conocido como Bar Quintero. Fue en 1950 cuando un grancanario natural de Moya, tras emigrar a Cuba y regresar a la isla, adquirió el negocio y lo rebautizó como La Eminencia, en homenaje a un bar homónimo en La Habana. Este cambio sentó las bases de lo que sería uno de los bares más queridos de Las Palmas.
En 1970, José Cabrera —más conocido como Pepe— comenzó a trabajar como camarero tras dejar su Tejeda natal para buscar oportunidades en la ciudad. Diez años después, junto a su hermano Juan, se hizo cargo del negocio. Bajo su dirección, y con el apoyo de su hermano Ángel “Lito”, La Eminencia vivió su época dorada. Las décadas de los 70 y 80 fueron especialmente fructíferas gracias a la gran afluencia de turistas escandinavos y personalidades como Antonio Machín, Pinito del Oro o Mari Carmen y sus muñecos, que disfrutaron de las especialidades del local: tapas de pulpo, calamares y pata asada.
La Eminencia, en plena faena / José Carlos Guerra
Un bar de “toda la vida” que fue terapia social
Desde las seis de la mañana hasta la madrugada, La Eminencia era un hervidero de actividad. Vecinos, taxistas, turistas y trabajadores de la noche pasaban por su barra buscando algo más que comida: un lugar donde desconectar y sentirse escuchados. “Más que hosteleros, muchas veces éramos psicólogos”, recordaba Pepe Cabrera sobre esas jornadas interminables en las que el bar se convertía en un auténtico refugio social.
A lo largo de los años, el local vio pasar a generaciones enteras de clientes, convirtiéndose en una institución para muchas familias del barrio. En 2018, tras casi cuatro décadas al frente, los Hermanos Cabrera cedieron el testigo a los hermanos Rodríguez, de Valleseco, quienes continuaron con el legado del bar pese a los desafíos económicos y la pandemia.
La gestión de los hermanos Rodríguez estuvo marcada por tiempos difíciles. La crisis del COVID-19 obligó a reducir horarios, y la posterior guerra en Ucrania disparó los precios de suministros. A pesar de estas dificultades, Víctor Rodríguez y su equipo de ocho trabajadores lograron mantener abierto el bar gracias al apoyo incondicional de los clientes. “La base de este negocio son nuestros clientes”, afirmó Víctor, destacando la fuerza y el espíritu de lucha que caracterizan al local.
Hoy, con el traspaso del negocio a empresarios de origen chino, La Eminencia afronta una nueva etapa cargada de incertidumbre y nostalgia. Aunque para muchos el cambio supone el fin de una era, queda la esperanza de que el espíritu acogedor y familiar que hizo grande a este bar pueda perdurar.