Elon Musk es impredecible y le faltan tanta consistencia y experiencia en la política como le sobran dinero e ideas que a otros ni se les ocurre intentar. Por eso la decisión del hombre más rico del mundo y antiguo aliado de Donald Trump, ahora transformado en archienemigo del presidente de Estados Unidos, de lanzar el America Party, una nueva formación política, no se puede o no se debe desdeñar directamente como una idea «ridícula», como ha hecho Trump.
Musk oficializó el fin de semana pasado con un mensaje en X el anuncio pero sigue sin estar confirmado si ha registrado el partido. Y aunque todo parece ser aún el germen de una idea, politólogos, estrategas y observadores han estado valorando sus opciones, sus puntos fuertes y los débiles, los precedentes históricos…
Estas son seis claves del proyecto:
Aunque Musk había mascullado antes la idea, fue tras la aprobación y firma de la ley fiscal de Trump, que va a disparar un déficit ya desbocado, cuando anunció en X el lanzamiento del America Party. Lo hizo el sábado 5 de julio, un día después de solicitar opinión en una encuesta en su cuenta en la antigua Twitter, donde más del 65% de quienes contestaron (1,24 millones de personas) se mostraron a favor.
La meta de Musk, que habla de «devolver la libertad aunque sea lo último que haga», es acabar con el monopolio del poder por parte de republicanos y demócratas, aunque ni siquiera habla de bipartidismo. «Cuando se trata de llevar a nuestro país a la bancarrota con despilfarro y corrupción, vivimos en un sistema de partido único, no en una democracia. Hoy, el Partido América se forma para devolveros vuestra libertad», anunció.
Musk no tiene la vista puesta en la Casa Blanca, sino que pretende tener impacto ya en las legislativas de 2026. Y ha explicado que «una forma de ejecutar» su idea sería «concentrar al máximo» los esfuerzos para tratar de ganar dos o tres escaños del Senado y de ocho a 10 en la Cámara de Representantes.
Dadas las exiguas mayorías que los dos partidos han manejado en las últimas legislaturas, Musk cree que esos escaños «serían suficientes para servir como voto decisivo en leyes contenciosas, lo que aseguraría que se representa la verdadera voluntad del pueblo».
En su anuncio, Musk dijo que su estrategia será una variante de «Epaminondas, que rompió el mito de que Esparta era invencible en la batalla de Leuctra: fuerza extremadamente concentrada en un punto preciso del campo de batalla».
La inmensa fortuna de Musk, sin comparación en todo el planeta, es uno de los puntos más fuertes para los esfuerzos políticos de alguien que en sus empresas, ya sea Tesla, Space X o Starlink, ha acallado a quienes apostaron a que fallaría en proyectos a largo plazo.
Nate Silver, un analista de datos, ha escrito que las opciones apuntan a ser mejores de lo que apuntan algunos medios y opinadores, incluido Trump, especialmente dada su estrategia. Silver ha recordado que, por ejemplo, en 2024 cuatro escaños del Senado y 11 de la Cámara Baja se decidieron por dos puntos porcentuales o menos. Musk, además, podría arañar a los rivales o llevar por primera vez a las urnas a votantes jóvenes, especialmente hombres.
Elon Musk durante el mitin de campaña que Trump ofreción en Butler el 5 de octubre, en el mismo lugar en el que sufrió un atentado. / ALEX BRANDON / AP
El empresario está tratando además de tejer alianzas. Se ha confirmado que ha hablado con Curtis Yarvin, uno de los pensadores más influyentes de la llamada tecno-derecha, ultra y antidemócrata. También con personas más centristas y con experiencia política como Andrew Yang. El que fue candidato presidencial en las primarias demócratas de 2020 y también aspirante a la alcaldía de Nueva York fundó después de esas campañas el partido Forward, que tiene 46 cargos electos y espera reconocimiento federal para 2028.
Hasta dónde mantendrá el compromiso con este proyecto político Musk es uno de los grandes interrogantes, acrecentado por la presión que pueden ponerle accionistas de Tesla descontentos con sus aventuras políticas.
Incluso mientras mantenga ese compromiso, el empresario juega además con poderosos elementos en su contra y uno fundamental es el sistema de EEUU, que favorece el bipartidismo al dar todo al ganador de un distrito, sin proporcionalidad. En EEUU el 65% de votantes se identifican como republicanos o demócratas, solo un 6% menos que hace un cuarto de siglo, y de los restantes muchos acaban votando por esos dos partidos, lo que da muy poco espacio a terceros. Suman complicaciones las normas y requisitos para conseguir entrar en las papeletas, que varían por estados y presentan retos logísticos serios y problemas añadidos por nimiedades técnicas.
Aunque Musk ha marcado de momento como causas máximas la reducción del déficit y el control de la deuda, necesita detallar muchos más planes y propuestas y crear una auténtica plataforma. Necesita además diferenciarse de propuestas en muchos casos similares a la suya, como la del Partido Libertario, que ya le ha pedido que se sume a su causa o se dedique mejor a financiar a sus aspirantes.
A Musk también le convendría sumar a su proyecto nombres de candidatos que tengan de partida algo de credibilidad, especialmente en el Senado, donde su ideal sería poder contar con republicanos moderados como Lisa Murkowski o Susan Collins o incluso a algún demócrata como el senador John Fetterman, cada vez más escorado a la derecha. Eso contribuiría a minimizar el impacto de su propia imagen negativa entre muchos estadounidenses, que lo asocian demasiado al movimiento MAGA o a los recortes que ha emprendido el gobierno con DOGE.
Ese impacto puede neutralizar todo el peso de su dinero, como se demostró en la sonrojante derrota del candidato que apoyó hace unos meses para el Tribunal Supremo de Wisconsin.
Aunque Musk tiene su vista puesta en las legislativas, la historia de los terceros partidos se suele estudiar más por su impacto en elecciones presidenciales. En ese terreno, nadie en la historia moderna tuvo más éxito que Ross Perot, que en 1992 logró casi el 19% del voto con su ‘Reform Party’. Aunque el sistema estadounidense hizo que no tuviera ningún voto en el colegio electoral, su impacto se hizo notar. Y además del daño que causó a George Bush padre frente a Bill Clinton, su programa, muy centrado en pedir (como ahora Musk) responsabilidad fiscal hizo que el demócrata, ya en la presidencia, los dos años siguientes equilibrara el presupuesto.

Ross Perot, en una imagen de archivo. / AP
Antes de eso el éxito mayor había sido el del demócrata segregacionista George Wallace, que arrancó el 13,5% del voto en las elecciones de 1968 que Richard Nixon ganó a Hubert Humphrey con su ‘American Independent Party’. La formación aún existe y el año pasado en California su nominado era el antiguo demócrata y ahora secretario de Sanidad, Robert F. Kennedy.
Más atrás existe el precedente del Progressive o Bull Moose Party, con que el expresidente Theodore Roosevelt intentó en 1912 volver a la Casa Blanca (donde sirvió entre 1901 y 1909). El republicano dijo que tanto su partido como el demócrata se habían convertido en «herramientas de intereses corruptos que los usan indistintamente para sus propósitos egoístas». Fue el más exitoso candidato de tercer partido de la historia, rompió el voto republicano y quedó por encima de William Howard Taft, que le había dado el relevo en la Casa Blanca. Pero fue segundo por detrás del demócrata Woodrow Wilson.
Más recientes son otras formaciones como el Partido Libertario, que se estableció en 1971 y que lo máximo que ha alcanzado es el 3% en 2016, y el Partido Verde, que en 2024 con Jill Stein como candidata tuvo el 0,6% de los votos pero en 2000 llegó al 2,74% con Ralph Nader, al que algunos demócratas culpan de que Al Gore no sucediera a Clinton en la Casa Blanca.
Trump ha atacado tanto la idea del tercer partido como personalmente al hombre que donó 280 millones de dólares a su campaña presidencial y al que puso al frente de DOGE y del empeño para recortar empleos públicos y agencias del Gobierno.
«Me entristece ver cómo Elon Musk ha descarrilado por completo, convirtiéndose esencialmente en un desastre«, escribió el domingo pasado en Truth Social, su propia plataforma, a la que da prioridad sobre X.
Trump ha asegurado también que EEUU «siempre ha sido un sistema de dos partidos y crear un tercer partido solo suma confusión». «Los terceros partidos nunca han funcionado, así que puede divertirse con esto, pero creo que es ridículo», declaró.
En un proyecto tan salpicado de incertidumbres como este hay una cosa cierta y sin ninguna discusión: Musk nunca será presidente de Estados Unidos (aunque tampoco ha declarado ninguna intención de serlo). La Constitución estadounidense, en su Artículo II (sección 1, cláusula 5) estipula que además de tener un mínimo de 35 años y haber sido residente en el país durante al menos 14 años se debe ser ciudadano nacido en EEUU. Musk nació hace 54 años en Sudáfrica (aunque tiene también nacionalidades estadounidense y canadiense).
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