Bajo un radiante sol y en un entorno natural privilegiado, un grupo de entrañables amigos vivió una jornada para el recuerdo en la finca La Caprichosa de Arucas, donde celebraron 15 años de amistad, pasión musical y compañerismo auténtico. El evento, que coincidió con la ya tradicional Fiesta Blanca, fue mucho más que una simple reunión: fue un homenaje a los lazos forjados a lo largo de los años, una reafirmación de la conexión entre quienes han compartido escenarios, risas, conversaciones y momentos inolvidables. Un evento que tiene siempre el mejor maestro de ceremonias y animador: Miguel Pérez
La magia del reencuentro flotaba en el aire desde el primer instante. Era evidente que cada sonrisa, cada abrazo y cada anécdota tenía un peso emocional enorme. A lo largo de tres lustros, este grupo de amigos –unidos por los míticos espacios de ocio como La Cacatúa, Saxo, Can, Wilson, El Coto y Whisky Club– ha mantenido vivo ese fuego que nace del amor por la música y el placer de compartirla en comunidad. Un
La finca acogió un ambiente inmejorable, con comida abundante, bebidas para todos los gustos, una exquisita merienda y, como no podía faltar, música que hizo vibrar a los presentes. El espíritu rockero, que siempre ha sido el alma de este colectivo, volvió a aflorar con fuerza, reafirmando que la pasión por los acordes, las melodías y los buenos temas sigue siendo el eje central de esta amistad.
Uno de los momentos más emotivos de la jornada fue la mención especial a José Márquez Aguilar, quien fue reconocido por su incansable apoyo a lo largo de los años. Su regalo para esta ocasión –un cuadro pintado por él mismo con la imagen de La Cacatúa– que entregó a Miguel Pérez, conmovió a todos. Una pieza única que, sin duda, se convertirá en símbolo de estos años compartidos y será atesorada con cariño eterno.
La organización de este tipo de eventos no sería posible sin figuras clave como María del Carmen Fernández González, una moderadora y maestra de ceremonias que, con su carisma natural, sabe guiar y animar cada momento con elegancia y calidez. Su implicación es tan constante como generosa, y es parte esencial del espíritu que define a este grupo.
También se destacó el papel de José «Tetepa» Fleitas Rivero, siempre entregado, siempre presente con su actitud generosa. Su energía y compromiso en cada edición del encuentro son parte de la esencia que hace que todo funcione como una gran familia unida.
Imposible no mencionar a Salvador Celin Guedes Salen, quien, con su entusiasmo contagioso, recordó a muchos a la ilusión de los días de Reyes. Su capacidad de disfrutar y de sumar al ambiente es inagotable.
Adela Codina se encargó de aportar ese toque decorativo y coordinativo tan necesario. Sus centros de mesa, hechos a mano, causaron sensación por su delicadeza y originalidad. Además, fue pieza clave en la logística del transporte, asegurándose de que todos llegaran y regresaran sin contratiempos.
Entre los nombres que no pasaron desapercibidos se encuentran José Manuel «Pepe» Santana Herrera, Thito González, Mariam Nakmou, y los imprescindibles Gabriel Roque Alemán y Esperanza Hernández, a quienes muchos consideran auténticos pilares de este reencuentro. La música, el alma de la fiesta, estuvo en manos de los talentosos DJs Pachi Santana y Tere Roque Si, que supieron mantener la pista viva con una selección vibrante de temas inolvidables.
Miguel Hernández presentando el evento / La Provincia
El agradecimiento generalizado también se dirigió a Óscar, propietario de la finca, y Esther, encargada de mantener todo bajo control. Su atención personalizada y su interés constante fueron determinantes para que todo fluyera con armonía y sin sobresaltos. Su implicación fue reconocida por todos los asistentes como un ejemplo de hospitalidad auténtica.
Cada rincón de La Caprichosa fue testigo de abrazos, carcajadas, bailes improvisados y recuerdos compartidos. La esencia de esta Fiesta Blanca fue la confirmación de que, aunque pasen los años, la verdadera amistad no se desgasta, sino que se fortalece. A través de la música, el cariño y la complicidad, este grupo ha construido algo que trasciende el tiempo: una comunidad de almas afines que siguen el mismo compás emocional.
Este aniversario fue, sin duda, una afirmación poderosa de que las raíces compartidas en esos espacios míticos del ocio grancanario siguen vivas. Y que, aunque el calendario sume años, la energía que los une se mantiene intacta, como si el tiempo no pasara. Porque la música, la amistad y la pasión por vivir intensamente cada momento no entienden de edades, solo de emociones sinceras.
Una vez más, quedó claro que no se trata solo de una fiesta. Es un símbolo de algo más profundo: la celebración de una historia común escrita con notas, carcajadas y abrazos. Y que, pase lo que pase, seguirán tocando juntos la banda sonora de su vida compartida.