Los cortes eléctricos deslucen una primera jornada del Mad Cool enmendada por el recital estelar de Muse

Una entrada de un solo día para acceder al festival Mad Cool cuesta 89 €. Es idóneo para aquellos que, sin querer gastarse los casi 200 € del abono completo, no quieren perder la oportunidad de ver a su artista favorito —aunque, todo sea dicho, el precio por una sola jornada ya es un desembolso importante en comparación con otros eventos del mismo calibre—. Eso, claro está, en teoría. La práctica ha demostrado ser muy diferente. Sobre todo para los fans de Gracie Abrams (Los Ángeles, 1999) y, en menor medida, Iggy Pop (Michigan, 1947), que han visto interrumpidos sus conciertos por unos cortes eléctricos que han durado alrededor de 25 minutos.

La primera en sufrir este percance ha sido la californiana, hija del cineasta J.J. Abrams, que disfrutaba del privilegio de ocupar el escenario principal desde las 20:15 hasta las 21:30. Con dos álbumes en su haber, la cantante se ha labrado una sólida red de fans que colmaban las primeras —y no tan primeras— filas de su concierto en el recinto de Villaverde. Tanto, que era humanamente imposible hacerse un hueco lo suficientemente cerca de la artista como para distinguir alguna facción de su cara.

Su voz y el acompañamiento musical, eso sí, se escuchaban a la perfección, más que suficiente para muchos de los seguidores que no habían logrado una buena ubicación. Un público que, a juzgar por la pulsera de un día que colgaba de las muñecas de muchos y la forma en la que se desgañitaban con los temas que sonaban, en su mayoría había asistido al festival ex profeso para ver en directo a la cantante estadounidense.

Fue en el ecuador del espectáculo, durante la interpretación del tema Mess It Up, cuando ocurrió el desastre. Lo que en principio parecía un problema técnico menor relacionado con el suministro eléctrico tardó en solucionarse 25 minutos, ocupando casi la totalidad del tiempo programado para la segunda mitad del concierto. En todo ese tiempo nadie de la organización del festival dio ningún tipo de explicación de lo que estaba sucediendo.

Abrams sí que trató de explicarse a voz en grito, sin con ello lograr que le escuchara nadie más allá de los privilegiados frente a ella, no más de 50 personas. El resto siguió sin entender nada. La cantante, incluso, trató de amenizar la espera interpretando sus temas mientras tocaba la guitarra acústica. De nuevo, dados los problemas técnicos, solo unos pocos pudieron disfrutarlo. Para ellos, fue una cita íntima para el recuerdo digna de un tiny desk. Para el resto, un completo fiasco.

Gracie Abrams interpretando sus temas en acústico tras el corte eléctrico sucedido en mitad de su concierto. Foto: FERNANDO VILLAR / EFE


Gracie Abrams interpretando sus temas en acústico tras el corte eléctrico sucedido en mitad de su concierto. Foto: FERNANDO VILLAR / EFE

Al fin, la electricidad volvió al escenario principal y con ella los músicos. La alegría duró poco. Abrams solo interpretó un tema más, Close to You, antes de despedirse. Muchos se quedaron boquiabiertos. Varios «¿Estás de coña?» sonaron entre el público. La multitud, primero consternada, luego indignada, despejó poco a poco la zona y se bifurcó en dos direcciones. Unos se dirigían al escenario donde en pocos minutos iba a comenzar el concierto de Iggy Pop. Otros, no pocos, decían encaminarse al puesto de atención al cliente para poner una hoja de reclamaciones.

Los que habían emprendido el primer camino, sin embargo, se encontraron con más de lo mismo. El segundo escenario en orden de importancia iba a ser el coto privado de la Iguana a partir de las 21:35 y hasta las 22:55. Desde antes de que sonara el primer tema, el celebérrimo cantante ya se había deshecho de su camiseta y se mostraba a pecho descubierto, como es costumbre en él.

En un principio, los paseos del frontman de un lado a otro del escenario,desenfadado, chulesco, mostrando sin complejos esa cojera y cadera desencajada que ya ha convertido en sello personal, parecían formar parte del ritual del vocalista previo al espectáculo. No era así. De nuevo, el suministro eléctrico era un problema. Esta vez, eso sí, un texto en las pantallas informaba al público de la incidencia. También un jovencísimo integrante del staff, que a todas luces no ocupaba ningún puesto de responsabilidad y, pese a ello, tuvo que enfrentar el enfado de los fans mientras trataba de explicar la situación micrófono en mano.

Después de una intentona previa en la que Iggy Pop tan solo pudo entonar un par de sílabas antes de que todo se fuera al traste de nuevo, el concierto finalmente comenzó 25 minutos más tarde de lo previsto.

Iggy Pop durante el parón al comienzo de su concierto en el Mad Cool 2025. Foto: FERNANDO VILLAR / EFE


Iggy Pop durante el parón al comienzo de su concierto en el Mad Cool 2025. Foto: FERNANDO VILLAR / EFE

El de Michigan tuvo que darlo todo para encender de nuevo el entusiasmo de un público que todavía temblaba al pensar en la enésima interrupción. Afortunadamente, el resto de la noche los cortes eléctricos no volvieron a eclipsar la música. Clásicos febriles entre los que se cuentan I Wanna Be Your Dog, The Passenger o Lust For Life retumbaron en el espacio madrileño sin ningún contratiempo más. El espectáculo, eso sí, terminó a su hora, con lo que un sabor amargo quedó flotando en el aire. A los asistentes al festival se les había privado de buena parte de la experiencia. Y ya iban dos veces.

El espacio frente al escenario principal, en el que horas antes había ocurrido el descalabro de Abrams, se abarrotó poco antes de las 23:00. Era esa la hora de comienzo del concierto de casi dos horas de Muse, principal cabeza de cartel de la jornada y última incorporación del festival. Entre el público se respiraba cierto nerviosismo. En aquella plataforma había comenzado el desastre. La banda británica, conocida por su descomunal despliegue de efectos de luz y sonido durante sus conciertos, era perfectamente capaz de ejecutar el tiro de gracia a la ya de por sí maltrecha red eléctrica.

Aunque la emblemática banda de rock progresivo cumplió con lo esperado en cuanto a derroche lumínico y sonoro se refiere, el suministro eléctrico no volvió a reclamar protagonismo. Y eso que los británicos forzaron la maquinaria al máximo.

Iluminados por enormes ortoedros suspendidos sobre el escenario, los de Devon comenzaron su recital con una sucesión de algunos temas poco conocidos —con la salvedad de Hysteria—. Defector, Unravelling (su sencillo más reciente) o Compliance desfilaron sin pena ni gloria en este primer tramo, en el que el público no mostraba apenas entusiasmo mientras se balanceaba tímidamente.

Matt Bellamy durante el concierto de Muse en el Mad Cool 2025. Foto: FERNANDO VILLAR / EFE


Matt Bellamy durante el concierto de Muse en el Mad Cool 2025. Foto: FERNANDO VILLAR / EFE

Pero todo formaba parte del complejo ensamblaje de un artefacto con el que la banda planeaba emprender un viaje estelar. Combinando sus distorsiones de guitarra, la preponderancia de sintetizadores y sonidos digitales, y el conocido dominio del falsete de Matt Bellamy, con una iluminación excesiva en la que dominan los tonos azulados, el conjunto sumerge lentamente al público en un entorno cósmico.

Con las suaves, oníricas, Madness y Unintended, que sonaron consecutivamente, la banda acunó a la multitud y la dejó como flotando en el infinito. Una calma que duró poco. En la segunda parte, un bombardeo de auténticos himnos (Uprising, Knights of Cydonia, Plug in Baby, Time is Running Out, Supermassive Blackhole) llevó a la velocidad de la luz a banda y público. Viaje por el cosmos que culminó, cómo no, con Starlight, cuyo final quedó sellado por unos espectaculares fuegos artificiales. Un alarde de poderío y espectáculo que enmienda una primera jornada por lo demás digna de olvidar.

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