Tres razones fundamentales me tienen enganchada a la XXXVIII Semana Negra. La despedida agridulce del espacio de la antigua Naval Gijón. La necesidad, casi dependencia, de la maldad imaginada y convertida en relato. Y la posibilidad de compartir con otras personas este estado de estupefacción en el que andamos ante la ola de maldad en el mundo, esta vez real, desinhibida y militante. Todo convive estos días en los diques de la reconversión.
Fuente