Seguirá muy probablemente frustrado Donald Trump, presidente estadounidense, con Rusia. Su secretario de Estado, Marco Rubio, despachó la rueda de prensa tras reunirse en Kuala Lumpur con su homólogo ruso, Serguéi Lavrov, con una colección de vaguedades y abstracciones que exige mucha fe para vislumbrar la paz en Ucrania. Habló de unos nuevos enfoques, que no detalló, y de unos posibles progresos. «Quizá», concedió.
Los jefes de la diplomacia de Washington y Moscú se encontraron en los márgenes de la cumbre de la ASEAN, la organización del sudeste asiático. Tras escuchar Rubio el coro de lamentos por la última andanada arancelaria de Trump, el foco se movió a Ucrania. Fueron 50 minutos de conversación «franca y constructiva», según Rubio. «Un exhaustivo intercambio de perspectivas«, definió Lavrov. «Compartimos algunas ideas y comentarios que comunicaré esta misma noche a Washington por teléfono. Quizá haya una base sobre la que podamos avanzar», añadió Rubio. Y admitió que «el enfoque e ideas» de Moscú «no conducen automáticamente hacia la paz pero podrían abrir un camino«. También Lavrov se refugió en hipótesis, en su caso a la reanudación del tráfico aéreo directo entre ambos países. Esta es su segunda reunión tras la de Arabia Saudí y tampoco las numerosas conversaciones telefónicas han desembocado en un alto el fuego.
Trump está «frustrado», recordó Rubio, con la falta de flexibilidad rusa en un conflicto «muy caro y muy sangriento». El presidente había adelantado en campaña electoral que lo finiquitaría en una semana porque Vladímir Putin le escucharía con el respeto que nunca deparó a Joe Biden. Conmueve la confianza de Trump en que su amistad con Putin o Xi Jinping, real o imaginaria, arreglará cualquier desaguisado, ya sea una guerra con misiles o aranceles. En sus primeros meses de su mandato intentó ablandar a Putin con buenas palabras pero en las últimas semanas, comprobado ya que no le respeta más que a Biden, no disimula ya su irritación.
Envío de armas retomado
El encuentro en Malasia llega días después de que Trump ordenase el envío de armas a Ucrania porque Putin «está matando a demasiada gente». El Pentágono había interrumpido el suministro de misiles de defensa aérea, artillería guiada de precisión y otras armas prometidas a Ucrania porque los numerosos conflictos en el mundo estaban vaciando peligrosamente los almacenes de la mayor maquinaria bélica que ha visto la humanidad. La decisión sorprendió a su presidente, ha desvelado la prensa estadounidense, y la revocó. No se ha amilanado Putin. La noche del miércoles ordenó el mayor ataque con drones en más de dos años de guerra.
Le ha afeado Lavrov este jueves a Rubio las «ansias» estadounidenses por amontonar sanciones económicas sobre Rusia. Trump avanzó la semana pasada una nueva ronda y, según un senador republicano de Carolina del Sur, también contempla aprobar aranceles del 500% a los bienes llegados de cualquier país que le compre petróleo a Rusia. Esa medida arruinaría la reciente y frágil paz conseguida tras muchos sudores con China y arruinaría su sintonía con la India.
La cumbre de seguridad debía de servir para engrasar la solución de conflictos en una zona donde no escasean. Myanmar suma tres años en el pozo de una devastadora guerra civil y Tailandia y Camboya han retomado sus cíclicos enfrentamientos fronterizos. La actualidad arancelaria y Ucrania los ha eclipsado. En Kuala Lumpur, además de los 10 países del sudeste asiático, también están representados sus principales socios: Estados Unidos, Rusia, China, Japón y Corea del Sur. La jornada ha dejado el enésimo encuentro entre Lavrov y su homólogo chino, Wang Yi, resuelto con el reglamentario compromiso «de seguir avanzando con firmeza» en sus relaciones en una «situación mundial cambiante».
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