La población afectada clama soluciones rápidas en la zona afectada por la DANA del pasado octubre de 2024. Vamos ya para el año desde el desastre que nunca debió causar tanta muerte. En un episodio de lluvia torrencial mediterránea, potencial generador de una inundación relámpago, como finalmente ocurrió, el aviso meteorológico manda. Luego puede completarse con alertas hidrológicas y de emergencias, pero lo meteorológico manda. Y las soluciones no llegan como debieran, con administraciones colaborando, con acciones coordinadas, con una hoja de ruta pensada con y para los ciudadanos que vivieron ese drama. Al contrario, ahora tenemos dos planes. Uno, por lo que sabemos hasta ahora, básicamente de obras hidráulicas; el otro muy similar en su planteamiento de ejes estructurales al que se llevaba a cabo, hasta que se decidió aparcarlo, en la Vega Baja del Segura tras las inundaciones de 2019. Pero son dos planes, que no están, ni lo van a estar, coordinados. El resultado: un año perdido. Tan solo se han quitado escombros y se han recompuesto infraestructuras. Pero queda lo importante. Y lo importante de momento no llega. Porque lo importante es diseñar un futuro modelo territorial adaptado al cambio climático en la zona cero; lo importante es activar desde ya la educación para el riesgo a la sociedad; y lo importante es también la implantación de sistemas de comunicación eficaces que anuncien lo que se debe hacer en coyunturas de crisis. Vivimos momentos de bochorno político, de crispación, de unos contra otros. Y mientras tanto la ciudadanía reclama soluciones que deben abordarse desde el acuerdo, desde el consenso. Y nada. No hay manera. Y en poco llega el otoño.