El Palmeral de Elche ya no acoge rastro alguno de la Pipa de Sempere, aquella palmera longeva y singular cuyo tronco curvado era, para muchos, símbolo de resistencia y elegancia. Talada y retirada, ha culminado su existencia en el suelo del huerto que la vio crecer, tras un largo proceso de agonía, cuidados intensivos y esperanza fallida.
El derrumbe: un golpe inesperado
A finales de octubre de 2024, un fuerte temporal de viento y lluvia tumbó la Pipa de Sempere, haciéndola perder su tradicional soporte natural. Cayó de lado, sin romperse por completo, aunque sus raíces quedaron al descubierto.
Huerto de Sempere en Elche, en el punto exacto donde se erigía la Pipa de la que ya no queda ni rastro / Alex Domínguez
Técnicos municipales y palmereros la encontraron descarnada, aunque no presentaba «a primera vista daños de consideración”, señalaba el concejal José Claudio Guilabert, pero aquel día ya se iniciaba el principio de su final.
Una palmera “pipa” como ella, de tronco serpenteante, era excepcional. En palabras del azulejo informativo del huerto en el que estaba ubicada: “Esta es posiblemente la palmera ‘pipa’ más larga de Elche”. Aquella joya vegetal protagonizaba la Ruta de las Palmeras Singulares, junto a 17 ejemplares más, entre los que figuraba por su peculiaridad.
Intervención urgente y cuidados intensivos
Nada más caer, “los técnicos municipales la atendieron urgentemente”: la replantaron con una grúa y la apuntalaron con taludes de tierra, madera y hierro. Una operación de reanimación de cuidados intensivos, según describió INFORMACIÓN: riegos especiales, alimentación regulada, revisiones constantes de raíces y tronco. Esta palmera pasó a estar “intubada, con revisiones continuas de constantes”, en una evidente analogía con la UCI. El concejal del área, José Claudio Guilabert, solicitó la atención máxima que se le pudiera dar al ejemplar.
De este modo, los operarios de Parques y Jardines replantearon el tronco con urgencia, satisfechos por encontrar el sistema radicular “intacto”. El convencimiento fue el de reforzar su integración en el suelo, añadir soportes y regar sistemáticamente. El huerto estaba “con el firme mojado”: señal inequívoca de un cuidado intensivo.
Paliativos estériles
En febrero de 2025, apenas cuatro meses después, la situación se tornó desesperada. Las palmas de la copa ya estaban secas y la recuperación se antojaba “muy complicada”. Guilabert reconocía la crítica situación, pero aún quedaba una mínima esperanza: “No podemos darla por perdida”. Para entonces, los palmereros reflejaban que ya habían alertado desde años atrás sobre su vulnerabilidad: la Asociación APELX había advertido de su posible desaparición y pedían una segunda peana de soporte. Sin embargo, las medidas, aunque rápidas, llegarían demasiado tarde.

Azulejo donde se explicaba la historia de la Pipa de Sempere en el Palmeral de Elche y, al fondo, el huerto donde estaba plantada / Alex Domínguez
Secado irreversible y retirada
En abril de 2025, tras más de cinco meses de atenciones intensas, llegó la sentencia: “Se ha ido”, afirmaban los palmereros tras comprobar que no brotaba ni una sola palma verde. Pese a las recientes lluvias de marzo, que en condiciones normales habrían refrescado y revitalizado la planta, la estructura se mostraba completamente deshidratada, sin fuerza siquiera para absorber el agua.
La copa y el tronco quedaron resecos, las raíces apenas cubiertas por una delgada capa de tierra y sin sustento real. La palmera emblemática había perdido su batalla.
Ahora, como ha podido comprobar INFORMACIÓN, la palmera ya ha sido talada y retirada del huerto. Los operarios han completado el desmantelamiento del ejemplar que, durante años, ascendió en curva, desafió la gravedad y maravilló a locales y visitantes. Su desaparición marca un hito triste en el Palmeral, el mayor de Europa, declarado Patrimonio de la Humanidad en 2000.
El eco de su legado
Una palmera datilera como la Pipa de Sempere representa la presencia milenaria de esta especie: símbolo de oasis, sustento y belleza. Su nombre, extraído de la forma arqueada la hermanaba con otros ejemplares únicos, como la Pipa Real y la tombá del Mur. En este valle herencia de los musulmanes, la tradición agrícola y botánica convive con un paisaje cuidado y patrimonial. El Palmeral, con entre 200.000 y 300.000 palmeras, es un jardín vivo, testigo de la historia y motor cultural.
La muerte de la Pipa es más que el fin de una planta: es una llamada a la conciencia sobre la fragilidad del patrimonio vivo. En los últimos años, la pérdida de ejemplares históricos —como La Centinela en 2019— ha alertado sobre la vulnerabilidad del Palmeral.
Hoy, sin rastro de la Pipa en el huerto, su ausencia duele. Su retirada es una advertencia: es imperativo reforzar la protección de los ejemplares singulares de la Ruta del Palmeral. Que su ausencia sirva de impulso para que ninguna palmera singular desaparezca por falta de atención.
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