El reciente informe ‘La vida empantallada’, de la organización Educo, avisa de que más de 375.000 niñas y niños de 6 a 13 años en España (un 10 % del total) tienen las llaves de casa y pasan horas del día solos porque sus padres y madres no pueden acompañarlos, especialmente en verano. Esta mañana, un grupo de expertos convocados por el Colegio de Psicólogos han sentenciado que la hiperdigitalizacion en enseñanza ya no es necesaria. Ante esta realidad, la educadora Miriam Escacena, ingeniera de formación y responsable del VI Congreso Internacional Montessori, pide a los centros educativos y a las familias que echen freno al uso abusivo de los dispositivos para, entre otras cosas, no perder capacidades cognitivas.
Los colegios y los institutos han puesto coto a los móviles del alumnado, pero el verdadero problema de la hiperconexión lo tenemos en casa. ¿Qué podemos hacer? El problema está en todas partes. Durante demasiado tiempo hemos usado el chupete digital, aquello de ‘enciende la pantalla-apaga el niño’. En el confinamiento por la pandemia hubo un incremento bestial y se nos fue de las manos. Me impacta ir por la calle y ver a una mamá o un papá paseando con su bebé y con un artilugio incorporado en la silla para que vaya viendo el móvil. Con lo bonito y estimulante que es ir observando todo lo que tienes a tu alrededor, desde la gente hasta los árboles.
Para que luego digan que padres y madres lo hacemos lo mejor que podemos. Imparto talleres en varios colegios y recuerdo una escuela infantil de 0 a 3 años en Cuenca en la que las familias habían exigido que les pusieran el móvil para comer porque si no, no lo hacían. Han creado ese hábito terrorífico. Menos mal que hay iniciativas en los centros escolares para tomar conciencia y hacer caso a lo que dicen los pediatras, los neurólogos y los organismos internacionales. Hasta los 6 años, cero pantallas. La Unesco también ha pedido a los países que se replanteen la digitalización en las escuelas. Qué importante es el movimiento OFF y los estudios del profesor universitario David Bueno. La evidencia es clara: estamos relegando capacidades cognitivas. ¿Quién acude a un sitio sin antes ver el recorrido en una aplicación? ¿Quién recuerda un número de teléfono? La crisis de atención es uno de los mayores problemas del sistema educativo. La autora canadiense Catherine L’Ecuyer habla mucho de eso en sus investigaciones.
«Dar de comer a tu hijo mientras mira el móvil es un hábito terrorífico»
Algunas voces responden que «es lo que hay» y que es «el tiempo que nos ha tocado vivir». Por supuesto. La tecnología no es buena ni mala sino que depende del uso. La Comisión Europea pronostica que 9 de cada 10 trabajos requerirán competencias digitales y, de momento, el 44% de los ciudadanos carecen de ellas. Está claro que nos tenemos que llevar bien con la tecnología y que hay que reducir la brecha digital. Pero lo más importante es saber qué le corresponde a cada etapa. Ahora mismo, en las escuelas, los alumnos no consultan libros, lo preguntan todo a ChatGPT y lo copian y lo pegan sin espíritu crítico. Los maestros también tienen inteligencia artificial (IA) para corregir, o sea que reducimos el proceso educativo a una interacción entre dos máquinas. Es grave.
¿Soluciones? Maria Montessori hablaba de la conexión mano-cerebro, todo lo que llega al cerebro entra primero por la mano. No es lo mismo escribir a mano que con una tablet. Cuando imparto talleres, muchas familias alegan que utilizan los dispositivos con sus hijos para fines educativos. Les digo que no es lo mismo porque en una pantalla lo único que haces es arrastrar el dedo. Hay funciones cognitivas que resulta fundamental desarrollar. El problema es, además, que estamos enganchados. Con la cantidad de horas que pasamos con el móvil al día nos daría tiempo a estudiar dos grados en la universidad.
«Con la cantidad de horas que pasamos con el móvil al día nos daría tiempo a estudiar dos grados en la universidad»
Montessori revolucionó la pedagogía a principios del siglo XX, pero estamos en 2025. ¿Por qué hay que reivindicar su figura? Ella fue médica, pedagoga, antropóloga, filósofa… Estuvo 40 años observando niños y niñas, y consiguió desgranar cómo se produce un aprendizaje significativo, que está muy ligado a la emoción, la conexión con el maestro y el movimiento. Es una locura pretender que nuestros niños y niñas estén cinco horas en un pupitre. Todo lo que ella vio en su día hoy lo ha demostrado la neurociencia. Entre los 0 y los 6 años los niños y niñas tienen facilidad para los aprendizajes, aprenden por imitación. Ella intuía que había que aprovechar la neuroplasticidad y las conexiones neuronales.
Bien, pero es una formación elitista que solo se imparte en colegios privados. Ese es uno de los mitos más extendidos, como el que los niños hacen lo que quieren. Hay muchos países donde las escuelas Montessori son públicas: Italia, Holanda, EEUU, Argentina… Es una educación más costosa porque, por ejemplo, siempre hay dos adultos en cada clase. Por cierto, la guardería del Congreso de los Diputados tiene enfoque Montessori y ellos no pagan nada.
«Tienes que aprender las tablas de multiplicar porque necesitas agilidad en el cálculo mental, pero los niños entienden qué es multiplicar manipulando piezas»
La memoria está defenestrada en muchas corrientes pedagógicas. Pero si no te aprendes de memoria las tablas de multiplicar no puedes dividir ni seguir aprendiendo matemáticas. Ya. Y si los niños están escribiendo con tabletas y sistemas de corrección no aprenden ortografía. Claro que hay que memorizar. Pero en matemáticas, el proceso de llegar a la abstracción es diferente, vas de lo concreto a lo abstracto. Tienes que aprender las tablas de multiplicar porque necesitas rapidez y agilidad en el cálculo mental, pero los niños entienden qué es multiplicar manipulando piezas con sus manos.
Esos chavales criados entre algodones en infantil y primaria saltan al instituto y no son capaces de asumir el ritmo. Metemos todas las pedagogías activas o alternativas en el mismo cajón, y no se parecen en nada. Las hay que casi son una secta. Hay centros donde los límites, tan necesarios, no existen. Eso no es educar, no todo vale. Una cosa es tratar a los niños con respeto y otra es no poner límites, que es una negligencia.
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