Un estudio sueco revela que gran parte del llanto de los bebés está escrito en sus genes: aunque el entorno también influye, la genética determina en un porcentaje importante las modalidades del llanto, la predisposición a retomar la calma o la intensidad del sueño.
Una investigación liderada por la Universidad de Uppsala y el Instituto Karolinska, en Suecia, analizó cómo la genética y el ambiente influyen en los patrones de llanto, la calidad del sueño y la capacidad de calmarse de los lactantes durante sus primeros meses de vida. Los resultados se describen en un estudio publicado en la revista JCPP Advances.
Para determinar la incidencia de cada uno de estos factores en el sueño y el llanto de los bebés, los científicos reclutaron a 1.000 parejas de gemelos, cuyas familias respondieron cuestionarios cuando los lactantes tenían 2 y 5 meses de edad. Las encuestas incluyeron preguntas sobre la duración diaria del llanto, el número de veces que se despertaban por las noches y el tiempo que tardaban en quedarse dormidos tras ser acostados.
La incidencia de factores hereditarios y ambientales
Al comparar la similitud en estos comportamientos entre gemelos idénticos (monocigóticos) y fraternos (dicigóticos), el equipo de investigadores pudo distinguir el aporte de los genes frente al entorno, según una nota de prensa. Los resultados fueron contundentes: a los dos meses, la variabilidad en la duración del llanto atribuible a factores genéticos rondaba el 50%, y a los cinco meses ascendía hasta el 70%.
El porcentaje restante se explicó por algo que los autores denominan “entorno único”: se trata de factores ambientales específicos de cada niño que no se pueden aislar mediante cuestionarios. Por ejemplo, el patrón relacionado con la cantidad de veces que se despiertan por las noches dependió principalmente del entorno compartido, debido a aspectos como rutinas de sueño, ambiente en la habitación o hábitos familiares.
En ese punto, la influencia del entorno fue estimada entre el 61% y el 90%. Por su parte, la capacidad de calmarse mostró un perfil mixto: a los dos meses predominó el efecto ambiental, mientras que a los cinco meses la genética alcanzó un peso significativo, explicando entre el 51% y el 67% de la variabilidad.
Bases genéticas
Un hallazgo adicional, derivado del análisis de polimorfismos genéticos, relacionó un mayor porcentaje de posibilidades para la aparición de trastornos del espectro autista con un incremento en la duración del llanto, específicamente durante la tarde y a los dos meses de edad. Aunque es un dato preliminar, sugiere que ciertos rasgos neurobiológicos podrían modular comportamientos tempranos de regulación emocional y conductual.
Referencia
Genetic and environmental influences on sleep quality, ability to settle, and crying duration in 2- and 5-month-old infants: A longitudinal twin study. Charlotte Viktorsson et al. JCPP Advances (2025). DOI:https://doi.org/10.1002/jcv2.70023
“En líneas generales, descubrimos que el llanto está determinado en gran medida genéticamente. Para los padres, puede ser un consuelo saber que el llanto de sus hijos se explica principalmente por la genética y que ellos mismos tienen opciones limitadas para influir en cuánto llora el bebé”, indicó en el comunicado Charlotte Viktorsson, autora principal del estudio.
Conocer la base genética del llanto infantil es vital para las estrategias que puedan desplegar los cuidadores. A pesar de esto, los científicos subrayan la necesidad de indagar más en las intervenciones ambientales, como pueden ser las rutinas de sueño estructuradas, para optimizar la calidad de descanso y la capacidad de autorregulación de los bebés.