«Soy un buen tipo», dijo Bryan Coquard cuando llegó a la meta de Dunkerque, en la tercera etapa del Tour 2025. Abatido, el corredor francés de Cofidis sabía que la organización de la carrera estaba mirando con lupa la acción más controvertida de la presente edición de la ronda gala.
En el sprint intermedio por el que peleaba el francés, en busca de puntos para el maillot verde de la regularidad, impactó sin querer contra el belga Jasper Philipsen, ganador de la primera etapa y maillot amarillo de la segunda.
Philipsen no pudo seguir en el Tour: sufrió la fractura de una clavícula y de una costilla.
La maquinaria sancionadora del Tour no tardó en ponerse marcha: lo hizo, por primera vez en la historia, aplicando un nuevo reglamento, en prueba durante 2024 y plenamente en vigor en 2025; las tarjetas amarillas.
Imagen de la cuarta etapa del Tour 2025 / LeTour
A Coquard le cupo el ‘honor’ de ser el primer amonestado del Tour con tarjeta amarilla, por una maniobra teóricamente irregular. Fueron muchas las voces vinculadas al ciclismo que aseguraron que la caída de Philipsen fue totalmente fortuita, y no culpa del francés, pero pese a todo Coquard se llevó la tarjeta.
No fue el único: el belga Edward Theuns también recibió una tarjeta amarilla por el mismo motivo durante el sprint intermedio. El italiano Davide Ballerini y el neerlandés Danny van Poppel recibieron la misma sanción, también por un ‘sprint irregular’ en la llegada final en Dunkerque.
Los cuatro recibieron además una sanción de 500 francos suizos y una deducción de 13 puntos en la clasificación del maillot verde.
¿Pero qué supone ver una tarjeta amarilla?
Básicamente, vivir el resto del Tour al borde del abismo: si ven una segunda amarilla, serán expulsados de la carrera, y suspendidos durante siete días a partir del día en el que vean la segunda tarjeta.
Además, el corredor que reciba tres tarjetas amarillas en un período de treinta días será suspendido durante 14 días. Y el que reciba seis tarjetas amarillas en un período de un año, será suspendido por 30 días, según la normativa aprobada el 2024 por la UCI, que pretende así generar un efecto disuasorio para evitar comportamientos agresivos o inadecuados en el pelotón.