El Tour de Francia pone rumbo a la montaña en su segunda etapa, que parece plana pero que está diseñada para dar paso a los ‘luchadores’ con un final explosivo que servirá para cambiar de maillot amarillo y ver el estado de fuerzas de los favoritos.
Los 209,1 kilómetros entre Lauwin-Planque y Boulogne-sur-Mer atesoran un constante sube y baja, una etapa rompepiernas cuya dificultad, además, se verá incrementada por la lluvia que se anuncia que a buen seguro marcará la jornada este domingo. Pero por si fuera poco, los 25 últimos kilómetros ofrecen una sucesión de tres cotas, dos de tercera y una de cuarta, además del final en Boulogne-sur-Mer con 1,2 kilómetros al 3,8% que garantizan una batalla explosiva por la etapa. Antes, los ciclistas tendrán que superar la cota de Haut Pichot, la de Saint-Étienne-au-Mont, un terrible kilómetro al 10,6%, con la cima situada a 9 kilómetros de la meta, además de la de Outreau, a seis, 800 metros al 8,8%.