El Comité Federal del sábado dejó varias conclusiones dentro del PSOE. Una: por muy profunda que sea la crisis desatada por Santos Cerdán, el exnúmero tres de los socialistas, ahora en la cárcel por presunta corrupción, Pedro Sánchez cuenta con el apoyo de casi todo el partido, con Emiliano García-Page como único líder territorial realmente crítico. Dos: el presidente del Gobierno sigue estando “muy tocado” por este escándalo, según coinciden varios dirigentes que han hablado con él en los últimos días. Él mismo dijo que tenía el “corazón roto”. Tres: ni los tímidos cambios dentro de la Ejecutiva del PSOE, ni las nuevas medidas de control interno, ni los llamamientos a la resistencia por parte del jefe del Ejecutivo en su discurso son suficientes para retomar el vuelo.
Y cuatro: la cita orgánica resultó “fallida”. El protagonista no fue tanto Sánchez como Paco Salazar, un hombre clave en el partido y en la Moncloa, estrecho colaborador del presidente desde las primarias de 2017. Salazar estaba llamado a continuar como secretario de Acción Electoral y formar también parte del nuevo equipo de Organización tras la dimisión de Cerdán, pero se vio forzado a renunciar a sus puestos en el partido y el Ejecutivo (donde se encargaba de la Coordinación Institucional de la Presidencia del Gobierno) tras ser acusado de acoso sexual por varias trabajadoras. Se trata del tercer grave error en los nombramientos por parte de Sánchez, tras los casos de José Luis Ábalos y Cerdán, ambos imputados por su presunta implicación en una trama para adjudicar obras públicas a cambio de comisiones.
Ahora, tras una cita orgánica que fue mucho peor de lo que se esperaba, el PSOE continúa buscando una salida a la desesperada. Casi todos los cargos del partido son pesimistas sobre el rumbo de la legislatura, e insisten en que todo depende de si hay nuevas y comprometedoras revelaciones en el frente judicial u otros escándalos como el de Salazar, pero se aferran a dos tablas para intentar coger oxígeno. Por un lado, la comparecencia que Sánchez protagonizará el próximo miércoles en el Congreso de los Diputados, para rendir cuentas por los trapos sucios en el PSOE y anunciar reformas legales contra la corrupción. Por otro, una crisis de Gobierno que cada vez se ve como más probable.
Sanciones a las empresas
La cita parlamentaria es aún más importante para Sánchez que la pasada reunión del Comité Federal. El presidente del Gobierno sabe de sobra que cuenta con el respaldo de su partido, pero el de los socios no está garantizado. Y al fin y al cabo, todo depende de ellos. Si alguna de las siglas que propiciaron la investidura hace un par de años le retira su apoyo, el presidente del Gobierno, según reconoció a los grupos durante la ronda de encuentros que mantuvo con ellos tras el estallido del ‘caso Cerdán’, tendrá que convocar elecciones y renunciar a su objetivo de llevar esta convulsa legislatura hasta el final, en la segunda mitad de 2027. Pero los aliados, de momento, continúan al lado del Ejecutivo, si bien con muchas dudas y críticas en ascenso.
En la Moncloa preparan con muchísimo cuidado la comparecencia del miércoles. Sánchez quiere que sirva para rearmar el bloque de investidura, y también la coalición con Sumar, que acusa a los socialistas de “no ser conscientes de la gravedad” de la situación, así que propondrá un amplio paquete de medidas de “regeneración democrática” que incluirá las propuestas que le han ido haciendo llegar los aliados. Entre otras, endurecer el castigo a las empresas implicadas en casos de corrupción, con sanciones como la prohibición de concurrir a licitaciones, e inhabilitar para cargo público a los condenados por este tipo de delitos.
Más tarde, es muy probable que haya cambios en el Consejo de Ministros, según la creencia instalada en cada vez más dirigentes del PSOE. En principio, tras el parón de agosto, que en la Moncloa confían que sirva para rebajar la tensión política, pero tampoco se descarta que todo se precipite. Sánchez no ha dado detalles, pero en el partido consideran que «no tendrá más remedio» que recurrir a este movimiento, un clásico en los gobiernos en situaciones de crisis, para tratar de recuperar la iniciativa.
Por lo pronto, el presidente colmó de elogios a María Jesús Montero durante su discurso del sábado, en un mensaje que sonó a comienzo de despedida de la vicepresidenta segunda, llamada a luchar como tarde el próximo verano en las urnas contra el popular Juanma Moreno, presidente de la Junta de Andalucía. “Dejaré el Gobierno para dedicarme en cuerpo y alma a Andalucía cuando se acerque la fecha electoral”, dijo Montero hace una semana.