Polonia implanta este lunes controles en 52 puntos de su frontera con Alemania, 16 de los cuales carácter permanente, que se suman a los que también establecerá con Lituania. Participarán en ellos 5.000 soldados, en los pasos con Alemania, y otros 1.000 para Lituania. El objetivo es cerrar el paso a la inmigración ilegal. Donald Tusk, el primer ministro polaco, responde así a la medida adoptada unilateralmente por el canciller alemán, el conservador Friedrich Merz, que incluye las expulsiones en caliente en la frontera. «A diferencia de la práctica de los últimos 10 años, Alemania se niega a recibir a inmigrantes en su territorio. Procede a expulsarlos en caliente hacia Polonia», argumenta Tusk, para quien ese país vecino «colmó la paciencia» de los polacos.
Las tensiones bilaterales previsibles ante la determinación alemana de ejecutar esas devoluciones en caliente. A ello se ha unido un factor aún más alarmante: el ‘Movimiento para la Defensa de las Fronteras’, unas patrullas ciudadanas impulsadas por la ultraderecha polaca. Su cometido es «detectar» a inmigrantes irregulares «de culturas ajenas», es decir, por el color de su piel, que ingresaron en territorio polaco tras presuntamente haber sido expulsadas por Alemania.
El semanario Der Spiegel informa en su último número del caso de un chico afgano de 18 años. La policía germana trató de devolverlo a Polonia, pero una de esas patrullas ultras le hizo cruzar de nuevo el puente fronterizo, en dirección a Alemania. Hubo un segundo intento con ese mismo afgano en otro punto, con iguales resultados y sin que la policía fronteriza polaca interviniera para frenar a la patrulla ultra.
Tensión bilateral anunciada
Que el control unilateral alemán no sería bien encajado por Polonia estaba programado. Desde la llegada al poder de Merz, el pasado mayo, Varsovia ha venido advirtiendo de sus consecuencias. Para Merz, no hay vuelta atrás. Las devoluciones en caliente de inmigrantes irregulares fueron un puntal de su campaña electoral. Argumentaba que otros socios europeos, como Francia o Dinamarca, ya las practican. La reacción del liberal y proeuropeo Tusk se materializó con el anuncio a principios de semana de la implantación de esos controles.
Miembros de las patrullas ‘Movimiento para la Defensa de las Fronteras’ en el cruce de la población polaca de Lubieszyn con Alemania. / MARCIN BIELECKI / EFE
Dará así otro manotazo a Schegen, el espacio creado hace 40 años que implicó la desaparición de las fronteras físicas y la libre circulación de sus ciudadanos por 29 países, incluidos algunos extracomunitarios como Noruega, Suiza y Liechtenstein. Son muchas las grietas aparecidas en ese espacio. Once de esos 29 países han implantado controles teóricamente temporales, pero que se han eternizado. Entre ellos está Alemania que controla sus fronteras con Francia, Dinamarca y Países Bajos. Han sido varias las razones aducidas para ello, sea la pandemia del covid, por seguridad ante eventos como la Eurocopa o para controlar la inmigración irregular, el argumento compartido por numerosos socios europeos.
Polonia mostró su enojo por los controles alemanes. Advirtió del posible colapso para el tráfico de mercancías, además de las molestias a los miles de ciudadanos que día a día cruzan al país vecino, en ambos sentidos, por razones laborales o familiares. A los controles policiales se ha sumado la acción de los ‘Movimientos para la Defensa de la Frontera’. Los impulsa el radicalismo ultra de partidos como Confederación, de Slawomir Mentzen, la tercera fuerza del país. Cuentan con el respaldo explícito del presidente actual, Andrzej Duda, y del vencedor de los últimos comicios presidenciales, Karol Nawrocki, quien asumirá su puesto el 6 de agosto. Tanto Duda como su sucesor han estado propulsados al poder por el ultranacionalista partido Ley y Justicia (PiS), el gran rival de Tusk.
El artífice de estas patrullas es otro activista ultra, Robert Bakiewicz. Su misión es peinar la franja fronteriza en busca de ‘sospechosos’. Es decir, inmigrantes irregulares.
Las devoluciones en caliente como promesa electoral
Tusk había advertido a Merz de las consecuencias de los controles unilaterales en la primera visita a Varsovia del líder alemán como canciller, al día siguiente de su elección. Luego le repitió sus advertencias en cada cumbre o encuentro bilateral. Pero Merz no se ha echado atrás de su compromiso electoral, en buena parte presionado por la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU), partido integrado en su bloque conservador y del que forma parte su ministro del Interior, Alexander Dobrindt. Toda la política migratoria depende de los conservadores bávaros, partido más derechista que la Union Cristianodemócrata (CDU) de Merz. Los socialdemócracias, socios de la alianza de gobierno, acatan a regañadientes.
Suscríbete para seguir leyendo