Alberto Núñez Feijóo no tenía previsto citar una sola vez al PSOE en su discurso de presentación de candidatura. El líder quería dedicar su primera alocución en el XXI congreso nacional del PP a plantear una propuesta diez: es decir, «un proyecto», los «diez millones de votos»; y «un camino», es decir, «un decálogo de principios».
Pero los últimos acontecimientos previos al convulso comité federal del PSOE, con un fontanero jefe de Pedro Sánchez acusado intempestivamente de «abusos sexuales», el líder del PP no pudo evitar comparar «lo que ha estado pasando esta mañanita en la calle Ferraz con lo que está pasando ayer, hoy y mañana aquí».
El líder del PP prometió tratar de acertar, pero admitió que errará: «La perfección la dejo para el uno», dijo con sorna. «No soy como él, ni lo quiero ser- Pero os digo más, no me dejéis serlo. Si algún día hago lo que él, echadme. No permitáis la degradación de un partido de Estado».
La tarea que llega
Feijóo presumió de las ponencias, de «las 1.115 enmiendas leídas, defendidas, llamadas, negociadas y transaccionadas» y puso deberes. «Recomiendo leerse la ponencia política, de arriba abajo… y no me atrevo a exigirlo, pero os examinaré. Porque es nuestro proyecto para cambiar España«.
Su mensaje fue de regeneración, centralidad y ambición. «Tendremos una doble tarea, parar el deterioro de las instituciones y garantizar, con las leyes que sean necesarias, que ningún presidente pueda intentar volver a hacerlo», remarcó, «con las leyes que sean necesarias, y os aseguro que lo haremos».
Feijóo advirtió del esfuerzo, que será ímprobo. «Si no ganamos, por muy bien que haya salido este congreso, no habrá servido para nada». Porque, prometió, «conmigo España no está ni estará en venta”, sentenció ante los 3.600 compromisarios e invitados del plenario.
Su discurso giró en torno a la ética pública y la necesidad «del cambio», concepto que repitió quizás inintencionadamente recordando al lema de aquel Felipe González al que él mismo votó cuando tenía 20 años, en 1982.
Decálogo del cambio
Feijóo ha presentado un decálogo de compromisos. «No quiero ganar para llegar, sino llegar para que gane España«, proclamó, subrayando que su objetivo es «transformar el país desde la centralidad política», sin renunciar a «los principios» del partido.
El líder popular desgranó, uno a uno, los puntos de su decálogo. “Somos el único partido que no negocia, ni negociará con la unión entre españoles”, presumió, en clara alusión a los pactos del Gobierno de Sánchez con el independentismo. «Somos el único partido que cree en España tal y como es, no como otros quieren que sea».
Una España «diversa», pero no «dividida».
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Somos el único partido que no negocia, ni negociará con la unión entre españoles.
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El PP no es una secta. En nuestro partido, los acentos ni restan ni rompen. Suman y construyen.
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A mentiras, cesiones, maniobras, propaganda y a enfrentar a los españoles, que ganen ellos. Pero a valores, a convicciones, a proyecto, a servicio y a democracia ¡los vamos a arrasar!
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La igualdad de oportunidades y ante la ley es una obligación moral. Este partido llegará hasta el último rincón de este país y trabajará por todos. Y el que Gobierno que presida también. Sin excepciones y sin privilegios.
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Por encima de mi partido pondré siempre a mi país. Sólo los delincuentes temen a la Justicia, la desprestigian y la amordazan. Creo en la política honrada, en las instituciones independientes, y en el Estado de Derecho.
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La dignidad está en los compañeros que enterramos pero también en los que sobrevivieron y conviven con las secuelas de lo que pasaron. Y la dignidad está en todos los servidores públicos que defienden nuestros derechos y nuestra seguridad contra insultos, amenazas y presiones. Esa es la dignidad que estamos obligados a imitar.
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No hay tolerancia, ni compadreo, ni chivatazos, ni vista gorda con quien llega a la política para servirse. No estoy dispuesto a aplicar a la corrupción la doble moral de ser indulgente con los nuestros y exigente con los otros.
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La centralidad política no es indefinición, sino ambición. La centralidad tampoco es prescindir ni de ideología ni principios. No desisto de mi aspiración de volver a ser el partido de los diez millones de votantes
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No pretendo un cambio de siglas en la Moncloa. Prometo un cambio de raíz en España.
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Siempre he sido un presidente libre. Somos un partido libre para decidir nuestras propias políticas. No vamos a ser nunca el partido que nuestros adversarios quieren que seamos. Conmigo España no está ni estará en venta.
Feijóo reivindicó la pluralidad interna del PP, «que no es una secta», bramó. «En nuestro partido, los acentos ni restan ni rompen. Suman y construyen». Quiso así diferenciarse de la imagen de partido cerrado, monolítico y anti tal o cual región, apostando por la integración de sensibilidades.
En un tono desafiante, lanzó un desafío: «A mentiras, cesiones, maniobras, propaganda y a enfrentar a los españoles, que ganen ellos. Pero a valores, a convicciones, a proyecto, a servicio y a democracia ¡Los vamos a arrasar!”.
El presidente del PP sitúa la batalla política en el terreno de los principios y la honestidad. Porque además, la igualdad de oportunidades y ante la ley es algo que, dijo, va en su propio ADN. «Es una obligación moral. Este partido llegará hasta el último rincón de este país y trabajará por todos. Y el Gobierno que presida también. Sin excepciones y sin privilegios«.
El PP como «casa común»
Feijóo advirtió de que «por encima de mi partido pondré siempre a mi país». Ha defendido la independencia de las instituciones y el Estado de Derecho: “Sólo los delincuentes temen a la Justicia, la desprestigian y la amordazan. Creo en la política honrada, en las instituciones independientes, y en el Estado de Derecho”.
Feijóo hizo una confesión: «Yo me afilié a este partido en el año 2000, cuando escuché al presidente Aznar decir aquello de la casa común de la democracia cristiana, del liberalismo y del conservadurismo».
El político gallego, de hecho, se está esforzando por convertir aquello de lo que le acusan en virtud. Y si le llaman centrista, presume de ello, pero lo hace con una base ganadora, la de aquel Aznar. «Esto es lo que somos, lo que hemos sido, ésa es la refundación del partido que yo voy a respetar».
La memoria de las víctimas y la dignidad de los servidores públicos han ocupado un lugar central: «La dignidad está en los compañeros que enterramos pero también en los que sobrevivieron y conviven con las secuelas de lo que pasaron».
Recordó, como Aznar este viernes a Miguel Ángel Blanco, a Gregorio Ordóñez «y a tantos compañeros que dieron su vida». Es más, reivindicó a los socialistas Ernest Lluch y a Fernando Buesa, «ya que si no lo hacen en su partido lo hacemos nosotros, todos los caídos son de los nuestros», concluyó ante la mayor ovación de la tarde.
Feijóo ha defendido la centralidad política como motor de ambición, no de indefinición. «La centralidad política no es indefinición, sino ambición. La centralidad tampoco es prescindir ni de ideología ni principios». Ni ser un flojo, podría uno añadir: «No desisto de mi aspiración de volver a ser el partido de los diez millones de votantes».
La «decadencia» de Sánchez
Sin citar ni de lejos al PSOE, nada más que al inicio, prometió un cambio profundo, pero no para quitar a Sánchez y ponerse él: «No pretendo un cambio de siglas en la Moncloa. Prometo un cambio de raíz en España«.
Sobre la corrupción, Feijóo ha sido tajante: «No hay tolerancia, ni compadreo, ni chivatazos, ni vista gorda con quien llega a la política para servirse. No estoy dispuesto a aplicar a la corrupción la doble moral de ser indulgente con los nuestros y exigente con los otros«.
Y avisó a los elegidos para el comité ejecutivo de que «el esfuerzo será mucho» y que, aunque el halago de ser designado por un presidente que tiene al partido en fila, y a punto de llegar a la Moncloa, puede ser una tentación, les advirtió: «Si no estáis dispuestos, tenemos hasta mañana por la mañana, que es la proclamación, porque no quiero que nunca, nunca, nos pase aquí lo que está ocurriendo hoy en el Partido Socialista«.
Se refería al durísimo comite federal que aún seguía pasadas las 19:00 horas, cuadno estaba previsto que acabara antes de comer. Pero, de lejos, también a lo que ha llevado al PSOE a su «degradación». Por eso, reivindicó su independencia, como «un presidente libre».
En las cinco elecciones en las que se presentó, las cuatro que le dieron mayoría absoluta en Galicia, y la última que le dejó en la oposición. «Dicen que no respetamos la democracia», dijo con sorna, «vaya manera de no respetarla, que ganamos y nos quedamos en la oposición».
Para Feijóo, la clave está en que el PP sea «un partido libre para decidir» sus propias políticas. «No vamos a ser nunca el partido que nuestros adversarios quieren que seamos. ¡Conmigo, España no está ni estará en venta!«.
Feijóo advirtió: «La desesperación se produce cuando no se espera nada del presente. Pero la desesperanza ocurre cuando no se espera nada del futuro. Lo primero no depende de nosotros, pero lo segundo sí, porque somos la única alternativa a la actual decadencia«.