El juego del calamar, la serie coreana de Netflix que se convirtió en una de las mayores sorpresas de hace cuatro años, acaba de terminar su tercera temporada con uno de esos finales que han sabido cerrar las tramas para muchos de sus personajes. Pero no todo es tan definitivo como parece, puesto que ha sentado las bases para que el macabro concurso continúe reclutando jugadores por todo el mundo. La premisa es muy sencilla. Hay una cuantiosa recompensa en juego y se la lleva quien llegue vivo hasta el final. Para asegurarse el premio, los participantes harán lo que sea. Lejos de la reflexión sobre el reality sohw de Los ensayos, la serie se erige como un producto ultraviolento y altamente adictivo.
Con sus continuaciones, hemos visto cómo la familia crece. Y eso es algo que se aplica a todos los personajes de la serie. Incluso a los que no son precisamente humanos. Lo cual tiene su enfermiza lógica en un entorno totalmente deshumanizado. Empezando por quien ha acabado convirtiéndose en uno de sus personajes más icónicos, en una obra con una simbología singular. Estoy hablando de la célebre muñeca gigante que donde ponía el ojo ponía la bala y acababa acribillando sin piedad a todo el que se moviera. Al final era un recurso mucho más terrorífico que los guardias enmascarados, armados con metralletas y enfundados en un mono de color rosa.
Si bien en la segunda y en la tercera temporada, la serie nos ha contado más cosas sobre quiénes son esos reclutas de máscaras negras y nos ha mostrado las vidas de algunos de ellos cuando no ejercen de carceleros. Por eso quería aprovechar estas líneas para hablar un poco del personaje de la muñeca, de quien hemos conocido un «amiguito» en estos nuevos episodios. Puede que fuera de Corea sea un dato desconocido, pero resulta que la célebre muñeca no solo existe en la cultura coreana, sino que ya era un personaje muy popular en ese país. Incluso décadas antes de que la serie se estrenara. La muñeca asesina se llama Young-hee y es un personaje que evocará cierta nostalgia hacia los espectadores más maduros, ya que aparecía en una serie de libros educativos de los años 60 y 70 con los que los niños coreanos aprendieron a leer y a escribir. En aquellos cuadernos pedagógicos, Young-hee, que significa Flor Eterna que Nunca se Desvanece, iba acompañada de Chul-su, que se ha incorporado a este universo de ficción con su participación en el juego mortal de la comba. Los dos eran un símbolo de la infancia, la amistad y la inocencia. Por este motivo, su uso en esta competición asesina es mucho más escalofriante. Aunque ambos ya son lo suficientemente terroríficos de por sí, sin necesidad de haber conocido su historia previa. Quizá los dos muñecos asesinos vienen a simbolizar el olvido de unos valores por parte de los personajes que, en su desesperación, actúan de manera tan impulsiva y centrada en el corto plazo que les hace caer víctimas del juego.
Puede que algunos lo consideren un spoiler, por lo que solo me limitaré a dejar el dato. El final de la tercera temporada nos ofrece la aparición sorpresa de Cate Blanchett como reclutadora del juego en un barrio de Los Ángeles. En su día, ya se anunció una versión norteamericana de El Juego del calamar a cargo del cineasta David Fincher (Seven). Por eso es inevitable pensar si este cameo es la presentación de esta adaptación made in USA y si, en realidad, el pretendido spin off se tratará de la cuarta temporada de la serie. Su creador, Hwang Dong-hyuk, salió a desmentir esta teoría la semana pasada, aclarando que no conoce nada del proyecto que este año va a empezar a rodarse en Estados Unidos. Puede que sea así o puede que se esté marcando un troleo. De todas maneras, el final deja claro que el juego mortal no se limita solo al territorio coreano. La organización está implantada en todo el mundo y cualquiera es susceptible de ser reclutado.
Ante esta opción, no he podido evitar preguntarme cuáles serían los equivalentes de la muñeca asesina en otros países. Hay juguetes en todas partes que siempre han dado mucho miedo. Por lo que esta no ha sido la primera vez que vemos a una muñeca asociada al terror. En el caso de la versión norteamericana, una de las posibilidades más obvias que se me ocurren para sustituir a Young-hee es la icónica Barbie. Aunque como los derechos están en manos de la competencia y, dado el pelotazo que pegó en las taquillas la película protagonizada por Margot Robbie, me imagino que conseguir los derechos para usarla será un tanto complicado. En el caso de España, muñecas infantiles hemos tenido muchas, pero diría que una de las más icónicas de aquellos años sería la Nancy y las otras muñecas de la juguetera Famosa.
Me he puesto a trastear con la IA para imaginar cómo serían las muñecas de estos hipotéticos Juegos del Calamar internacionales y que voy a compartir por aquí. Aquí debajo tenemos cómo se la imagina el ChatGPT.
Le pedí lo mismo a Gemini, para lo que tuve que hacer varios intentos, ya que las imágenes que me mostraban más bien parecían salidas de las películas de Chucky con cierto toque del manga Sailor Moon. Al final logré este resultado.
Estas pruebas nos muestran que hay semillas más que suficientes para que la serie pueda ir teniendo versiones en cualquier lugar del mundo que podamos imaginar. Aunque el final de esta tercera temporada nos ha dejado una situación que puede interpretarse como un adiós definitivo, nada indica que esto vaya así. Sobre todo, mientras los números sigan funcionando. Es inevitable pensar que la cuarta temporada esté relacionada con ese spin off norteamericano. Sobre todo después de que varios personajes hayan sido presentados desde Los Ángeles. Pero también nos deja suficientes cabos sueltos en el continente asiático para que la historia continúe también allí. Los guionistas han sabido cómo lograr que la segunda y la tercera temporada (aunque inicialmente eran solamente una, dividida en dos partes) ampliara la pesadilla distópica que nos dejó la primera. En una serie cargada de simbolismo y crítica hacia una sociedad cada vez más deshumanizada, estas nuevas versiones internacionales nos recuerdan que tenemos el horror mucho más cerca de lo que pensamos. El juego, al igual que el miedo, es global.