Cuando el demonio se viste de Tour seduce el cuerpo de todos aquellos que se pasan un año esperando la carrera. Es el diablo que se expande por toda Francia y es el que cautiva, si alguna vez ha existido un diablo bueno, a los miles y miles de aficionados que a lo largo de tres semanas llenarán las cunetas de las carreteras por donde transitará la prueba.
Este año el Tour no sale de las fronteras francesas; algo tan extraño como inaudito y que no ocurría desde 2020, cuando la pandemia desplazó la carrera hasta septiembre, un mes impropio para correr la prueba, con el país trabajando y los niños en las escuelas. Con restricciones de movimiento, además, unos pocos jubilados fueron los únicos que se dejaron ver por los mismos parajes donde en julio siempre se abarrotan las carreteras.
La presentación en Lille
El jueves se presentaron los equipos en el centro de Lille, de donde parte la prueba este sábado. Miles y miles de personas se reunieron para seguir la gala en directo. Se celebró en la Grand Place de la ciudad, que de hecho lleva el nombre del general De Gaulle. Los aficionados iban ataviados con prendas amarillas, con jerséis ciclistas de los corredores que admiraban (muchos belgas que apoyaban a Remco Evenepoel o Wout van Aert, puesto que la frontera está a apenas 30 kilómetros) y con pancartas de ánimo a figuras de la prueba, sobre todo dedicadas a Tadej Pogacar.
Era impresionante la cola de gente que se dirigía desde la Grand Place a la famosa estación de tren Lille Flandres acabada la ceremonia para regresar a sus casas y empezar a preparar el lugar en el que este sábado se situarán para ver el tránsito de la carrera: horas de espera amenizadas por la caravana publicitaria para luego ver pasar en unos pocos segundos a un pelotón que circula a más de 40 por hora.
Los otros deportes son diferentes
Esa es la fórmula endemoniada, la que resulta incomprensible para la persona que jamás se ha interesado por el Tour. Si alguien se sienta en la silla de un estadio de fútbol, gane o pierda el equipo preferido, dispondrá de 90 minutos de un espectáculo deportivo. Y lo mismo ocurre en una cancha de tenis, donde nunca se sabe el tiempo que durará un partido. En la cuneta ciclista el pelotón pasa en un abrir y cerrar de ojos y hasta resulta casi imposible identificar a los corredores preferidos. No digamos si alguien se lía con la cámara del teléfono móvil. Como no se aclare se queda sin foto y sin ver a los participantes en vivo y en directo.
Caras felices
El jueves no se veían caras tristes. Tomaban el camino hacia el tren felices y con cuatro regalos, banderines preferentemente, que habían recogido en la gala, celebrada con sol, pero lejos de las temperaturas de canícula que azotaron a principio de semana a toda Francia, de lo contrario habría resultado en esta ocasión verdaderamente endemoniado, sin ironía, seguir la presentación de equipos bajo un sol aterrador.
Todos, Pogacar incluido, chillan en francés “¡vive le Tour!”, que es el grito de guerra para tres semanas de competición. Los ciclistas que no son seleccionados por su equipo se quedan con la cara entristecida y alguno por la boca pequeña raja de su director por no haber contado con él.
La hora de la montaña
En los Pirineos, que este año se pasan primero, y en los Alpes que aparecen después hace meses que no quedan habitaciones vacías a un precio generoso. En la montaña, al menos, el viaje resulta más gratificante, aunque los atascos son considerables y en ocasiones, si no se dispone de bicicleta o de la forma mínima para ascender pedaleando, hay que subir el puerto andando. Algunos para hacer la gesta todavía más épica hasta enfilan la carretera cargados con la nevera portátil, la silla de rigor, tal cual fueran a la playa, pero por un camino que nunca baja del 5 por ciento de desnivel positivo.
Allí el demonio se convierte en un santo y les recompensa con más minutos viendo ciclistas, los que suben a velocidad de vértigo y los que lo hacen a ritmo suave, porque la escalada no es lo suyo y se permiten saludar a los aficionados y hasta recibir un empujón indiscreto.
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