Para qué la OTAN

La sucia espuma política nos aleja de los argumentos centrales y de atender a la conexión entre lo que pasa y la experiencia histórica. La obsequiosidad de Mark Rutte, secretario general de la OTAN, hacia Donald Trump no es un trance acaramelado: de una parte, es un intento por evitar el fraccionamiento de la Alianza Atlántica y, a la vez, el eco de una dependencia fundacional, porque los Estados Unidos han aportado siempre más a lo que fue la de Inglaterra, Francia o Holanda.

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