Según el “Barómetro de hábitos de lectura y compra de libros en España 2024” de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), la venta de libros electrónicos aumentó un 2% y los audiolibros un 12,6% respecto al año anterior y la previsión es que el mercado global de este producto mantenga un crecimiento sostenido hasta 2030 impulsado por la digitalización educativa, los hábitos de lectura en dispositivos móviles y la adopción de plataformas de suscripción digitales. No cade duda de que tener cientos de títulos al alcance de la mano y poder acceder a ellos en cualquier momento y en cualquier lugar es una de las grandes fortalezas del libro electrónico, del que hoy se conmemora su día mundial. Además, el mercado digital permite adquirir prácticamente cualquier título, y en múltiples idiomas, de forma inmediata y sin moverse de casa. Todo esto sin olvidar que las bibliotecas digitales no ocupan espacio físico.
Sin embargo, estas bibliotecas desaparecen cuando el usuario muere. La razón, como explica el abogado gallego Víctor Salgado, es sencilla: la propiedad de este producto no es equiparable al del libro en papel ni genera derechos de propiedad absolutos. «Cuando tenemos un libro físico somos propietarios plenos del bien material y podemos hacer lo que queramos con él: dejarlo en herencia, prestarlo, regalarlo, legarlo… Sin embargo, un bien digital no va vinculado a un soporte físico y, por tanto, no compramos el libro, sino su licencia de uso», explica este especialista en Derecho TIC.
La mayoría de los servicios digitales, como Amazon, no contempla la cesión de los libros comprados, por lo que cuando el titular de la cuenta fallece, lo normal es que la cuenta se cierre y el contenido adquirido se pierda, y lo mismo sucede con otros productos digitales –podcasts, aplicaciones, películas y juegos–. Aunque siempre existe la opción de seguir usando la contraseña del difunto, las condiciones de uso de estos servicios ni siquiera recogen la palabra «muerte». Tan solo recuerdan que no se pueden «transferir o ceder» los contenidos contratados.
«La herencia digital no se aplica porque no tenemos una normativa clara al respecto y, dado que los productos digitales van vinculados a la cuenta del usuario, una vez que fallece, salvo que la plataforma tenga políticas al respecto, se pierde el acceso a la cuenta y los herederos, en principio, no tienen derecho a heredarlos», afirma.
«Cuando compramos un libro digital lo que adquirimos es su licencia de uso»
El usuario también puede encontrarse con que un título ha desaparecido de su biblioteca electrónica porque la plataforma lo ha retirado de su catálogo. De hecho, ya se han dado casos de borrado de libros a distancia. En 2009, Amazon retiró de los dispositivos Kindle de sus clientes en Estados Unidos los libros «Rebelión en la granja» y «1984» de George Orwell al no tenían los derechos de venta.
«Esta medida unilateral fue bastante polémica e incluso hubo acciones judiciales en EEUU y Amazon llegó incluso a reconocer públicamente que no actuó correctamente y se comprometió a no volver a hacerlo, salvo por orden judicial, contenido malicioso, fallo en el pago o a petición del propio usuario», explica
Eso sí, en caso de retirar un contenido digital, la plataforma estaría obligada a devolver el importe pagado por el contenido digital y en caso de no hacerlo, incurriría en una infracción de derechos de consumidores y usuarios.
Suscríbete para seguir leyendo